¿Os acordáis de la princesa Myrcella Baratheon en Juego de Tronos? ¿La hija del rey Robert Baratheon (bueno, en realidad de Jamie Lannister) y Cersei Lannister? Vale que no ha jugado un papel tan importante como sus hermanos, y más teniendo en cuenta que desapareció en la segunda temporada, tras ser enviada a Dorne. No fue hasta la quinta entrega que la princesa por fin volvió a casa... para terminar muriendo en brazos de su padre.
Juego de Tronos se ha desecho de todo personaje, principal o secundario, que ha osado pisar los Siete Reinos. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, la muerte de la pequeña Baratheon resulta demasiado amable para la franquicia basada en la obra de George R. R. Martin. Y ahora sabemos por qué. La actriz Nell Tiger Free, que daba vida a la joven, ha concedido una entrevista a MCM London, en la que ha explicado el final original, mucho más gráfico, que deparaba en realidad a su personaje: "No sé si debería contar esto, pero originalmente me dieron unos plátanos aplastados con sangre falsa y se suponía que mis sesos iban a estar por todo el barco. Estaba súper emocionada. No me gusta el gore, pero como sabía que eran simplemente plátanos, no me molestaba".
La muerte de Myrcella fue causada por envenenamiento, como la de su hermano mayor Joffrey. Sin embargo, a diferencia del turbulento y explícito fallecimiento de este (con vómitos y convulsiones), la muerte de la princesa fue rápida y amable. Su nariz comenzó a sangrar y en pocos segundos colapsó en brazos de su padre. Al parecer, según ha explicado Free, "querían que la muerte de Myrcella reflejara su vida, y querían que fuera dulce". Sin duda, se trata de una de las pocas habitantes de Poniente que ha tenido ese trato de favor.
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