Yago García Redactor 'Cinemanía'
OPINIÓN

'Hércules Poirot': Sangre, estilo y art déco

David Suchet interpretó al detective de Agatha Christie en una serie que recogió todas sus novelas con clase, elegancia y misterio.
[Clásicos en serie] 'Hércules Poirot': Sangre, estilo y art déco
'Hércules Poirot': Sangre, estilo y art déco
[Clásicos en serie] 'Hércules Poirot': Sangre, estilo y art déco

No todo van a ser novedades en esta vida: CINEMANÍA rescata los shows que hicieron historia de la TV con esta colección de artículos. Bienvenidos a nuestros Clásicos en serie.

“¿Eres de Holmes, o eres de Poirot?”: salvo excepciones puntuales (como el pejigueras de Gramsci, empeñado en la superioridad de Chesterton y su padre Brown), esta pregunta divide a los fans de la novela clásica de misterio en dos bandos igual de concienzudos.

Si nos remitimos a las series, y sin ánimo de ofender a los fans de Benedict Cumberbatch y Martin Freeman, el cocainómano de Baker Street tuvo un show que adaptó casi todos sus casos entre 1984 y 1994, con el actor Jeremy Brett a la cabeza. Su rival, el sabueso belga más insoportable de Reino Unido, no podía ser menos, como prueba Hércules Poirot (disponible en Filmin).

La mayor virtud de esta serie no es su exhaustividad: llevar a la pantalla todas las aventuras escritas por Agatha Christie (y eso incluye Asesinato en el Orient Express) le llevó diez años y 70 episodios. Lo que convierte a Poirot en excepcional es, para empezar, la interpretación de David Suchet.

Menos agresivo que Albert Finney, menos caricaturesco que Peter Ustinov y menos pejigueras que Kenneth Branagh, Suchet llevó a la TV al “hombrecillo detestable, bombástico y cansino” (así lo describía su creadora) de una manera que nos hace desearle un collejón, pero que también despierta cariño por sus manías, así como admiración cuando le vemos poner en marcha sus pequeñas células grises.

Además, Poirot es también un festín para los ojos. Desde su cabecera art déco, con una sintonía inolvidable, la serie es un festín de estilismo de entreguerras cuyos decorados y exteriores están poblados, como debe ser, por femme fatales con boquilla, ingenuas herederas y cazadotes de pelo engominado y sonrisa lobuna.

Tanta elegancia y corrupción high class fue recompensada con 20 nominaciones a los BAFTA (ganó dos) y un Globo de Oro al mejor telefilme. Poirot, seguramente, habría pensado que ese palmarés no le hacía justicia.

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