Buried (Enterrado)

Rodrigo Cortés logra transformar un incómodo experimento en una experiencia única.
Buried (Enterrado)
Buried (Enterrado)
Buried (Enterrado)

A Rodrigo Cortés se le puede acusar de estar loco. Es vox pópuli –a través de su Twitter, de las entrevistas que concede– que no le importa aceptar su parte de culpabilidad (él la asume al cien por cien). Una de las bazas con las que ha vendido Buried (Enterrado) es ésta: ¿por qué ningún director se había atrevido antes a encerrar en un ataúd a un tío durante 90 minutos? La osadía en el cine, como en la vida, siempre merece cierto respeto. O, al menos, una mirada de atención. Y Cortés, vaya si lo ha conseguido. Gracias a su presentación mágica en Sundance, al boca oreja de los que pagaron incluso reventa por ser los primeros en verla, a esa primera crítica entusiasta de la todopoderosa Variety, a una campaña viral con pases exclusivos para blogueros... su segunda película –tras la no menos inquietante Concursante, con Leonardo Sbaraglia– se estrena en todo el mundo el mismo día, creando una expectación inusual. Y, milagrosamente, sin haber sido antes spoileada a gusto.

¿Y cómo explicar, sin revelar nada, claro está, qué sucede en esa caja desde que la película arranca con un fundido en negro, el chasquido de un mechero y la respiración entrecortada de su protagonista, Ryan Reynolds? Como todo experimento que se precie –y éste lo es– Buried (Enterrado) debería ser una experiencia individual, subjetiva; más visceral que racional (recordemos, hay que estar un poco loco), y consumida desde la más absoluta perplejidad. Eso es lo normal. Como sentir cierta incomodidad, enclaustrados en ese reducido espacio, o que nos falte el aire en la sala de cine, como a este Paul Conroy, con el que, a medida que avanza la historia, es fácil empatizar. Pero no se asusten. Cuando se quieran dar cuenta se habrán olvidado de dónde están, para preguntarse a dónde van. ¿Cómo llegó Conroy a la caja, quién es, qué posibilidades tiene de escapar, a quién llamará con su móvil? Terror psicológico, al más puro estilo Stephen King.

El magnífico guión hitchcockiano (ya salió el maestro, ya tardaba) de Chris Sparling remite a varias de sus películas, y en concreto al popular episodio con final sorpresa de Alfred Hitchcock presenta… La diferencia con aquéllas –como también con el capítulo dirigido por Tarantino en

CSI (que ya se había ocupado de sepultar a La Novia en Kill Bill Vol. 2)– es la radicalidad de la propuesta –¿la llamamos ya cortesiana?–: lograr transmitir la idea del enterramiento en vida –ojo, en su segunda acepción significa "relegar al olvido"–, con una asombrosa energía e intensidad gracias a un sabio manejo de la luz, de los tiempos y del montaje, y a la interpretación siempre al límite de Ryan Reynolds, que conmueve en su frustración y vulnerabilidad, en su mejor papel hasta la fecha, sin duda... En Buried, Rodrigo Cortés logra

transformar un incómodo experimento en una experiencia única. ¿Locura... o genialidad?

MARILÓ GARCÍA

Valoración:

FICHA TÉCNICA

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  • Sinopsis:

    Paul Conroy es un transportista norteamericano desplazado a Irak. Tras sufrir una emboscada, despierta atrapado en un ataúd y con un móvil como única herramienta para salir de ahí.

  • RESUMEN: Rodrigo Cortés logra transformar un incómodo experimento en una experiencia única.

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