Pasando revista a 'Los mercenarios' (III): Lo mejor (y lo peor) de Jason Statham

Tras enfrentarnos a Van Damme y a Chuck Norris, hoy nos atrevemos con el actor más calvo y más cachas del Reino Unido. Por YAGO GARCÍA
Pasando revista a 'Los mercenarios' (III): Lo mejor (y lo peor) de Jason Statham
Pasando revista a 'Los mercenarios' (III): Lo mejor (y lo peor) de Jason Statham
Pasando revista a 'Los mercenarios' (III): Lo mejor (y lo peor) de Jason Statham

¡Buenos días, cinemaníacos! Esperamos que el toque de corneta os haya despertado con dulzura y que hayáis tragado el rancho sin vomitar: os espera otro maravilloso día en nuestro repaso al reparto de Los mercenarios 2, donde cada formación es un desfile, cada paga es una fortuna y cada reportaje, un repaso a los hits (es decir, a los golpes) de las estrellas más brutas del cine de acción. Tras desafiar al poderío de Chuck Norris y desgarrar nuestros músculos emulando las proezas de Jean-Claude Van Damme, hoy nos espera otra prueba de fuego a la que no todos sobrevivireis. Porque, tras dedicar nuestro espacio a dos puretas, apostamos por la sangre nueva con un homenaje al calvo más cachas y peligroso del Reino Unido. Es decir: a Jason Statham.

Después de haber leído sobre Chuck y sobre 'Los Músculos de Bruselas', no os extrañará saber que la carrera de 'The Stath' comenzó en el mundo del atletismo. Pero, ojo: aquí no estamos hablando de un antiguo karateka o luchador de full contact, sino de un especialista en salto de trampolín. Una especialidad acuática que se ganó sus amores en dura competencia con el fútbol: Jason dio sus primeros pasos en el Deporte Rey junto a esa mala bestia, terror de los meniscos, llamada Vinnie Jones, pero prefirió seguir a remojo en una carrera que le llevó a formar parte del equipo inglés durante 12 años.

La trayectoria de Statham dio otro giro imprevisto cuando un cazatalentos de la marca French Connection se fijó en él mientras entrenaba: como eran los 90 y el término "metrosexual" aún no se había inventado, los biceps y el cráneo reluciente de nuestro hombre fueron insignias de dicha firma hasta que, en 1998, coincidió en su trabajo con un tal Guy Ritchie. El futuro cineasta buscaba un actor con experiencia en los bajos fondos para un pequeño papel en su debut, y como Jason tenía un lado gandalla nada disimulado, decidió contratarle pese a su falta de experiencia dramática. Seguro que ya has adivinado el título de esa película...

Las buenas

Lock & Stock (1998)

Lo que podía haber sido un ejemplo más del nuevo noir británico impulsado por Trainspotting (e inspirado por Tarantino) superó esa condición gracias a una serie de ventajas. La poca sutileza de Ritchie como director pudo ser una de ellas, por supuesto, así como la presencia del colegui Vinnie Jones encarnando al Gran Chris (siempre acompañado por su hijo Chrisito). Pero, en una película atiborrada de personajes con fuste, Statham descolló sin repartir más tortas de las necesarias, y mostrándonos sus competencias en el difícil arte del timo callejero.

Snatch: Cerdos y diamantes (2000)

Su segunda colaboración con Guy Ritchie permitió a 'The Stath' estrenar el nuevo siglo apuntándose dos tantos de altura: tener su primer filme como actor protagonista (o, al menos, como hilo conductor del relato) y compartir encuadres con ese Brad Pitt nómada, boxeador e indescifrable. En comparación con Lock & Stock, este filme resulta bastante menos sorprendente y, por momentos, incluso flojo, pero aun así sigue siendo digno de una revisión ocasional.

El único (2001)

Obviando su intervención en Fantasmas de Marte (de la que preferimos no hablar por respeto a su director, John Carpenter), Statham comenzó aquí su camino hacia el estrellato mamporrero ejerciendo como segundón para Jet Li, futuro compañero mercenario. Con más de una deuda no declarada hacia las novelas de Michael Moorcock (todo eso de los universos paralelos y demás lleva su sello), El único supone una aceptable película de yoyas futuristas, así como un preludio para el bombazo que estaba por llegar...

Transporter (2002)

Ahora sí que sí, lectores: por fin podemos hablar de la muerte del Jason Statham actor en ciernes y del nacimiento de la bestia mitológica conocida como 'The Stath'. Y todo gracias a Luc Besson, porque fue el ex de Mila Jovovich quien concibió las aventuras de nuestro conductor anfetamínico favorito. Como todos sabemos, Frank Martin es un profesional tan, pero tan serio que nunca mira en el maletero de su coche una vez que lo han llenado de mercancía ilegal. Pero cuando se le ocurre echar un vistazo, mejor para nosotros, porque eso quiere decir que nos espera una ración doble de adrenalina.

Collateral (2004)

Como viene siendo costumbre, nos saltamos todas las normas de la coherencia y desechamos Cellular (la película en la que nuestro hombre ejerció como villano por primera vez) en favor de este trabajo de Michael Mann donde Statham aparece... haciendo un cameo. ¿Por qué? Pues muy sencillo: un experto en tipos duros como el director de Heat debe tener razones muy poderosas para convertir a nuestro hombre en el detonante de una historia tan retorcida como esta. Y, además, en los 45 segundos escasos que dura su encuentro con Tom Cruise, 'The Stath' tiene tiempo para lanzarle a la superestrella una mirada de las que hacen pupa.

Crank: Veneno en la sangre (2006)

Preparaos, lectores, porque ahora llega la prueba de velocidad. Es decir, seguramente la película de acción más cafre, frenética y descontrolada de la pasada década, cortesía de Mark Neveldine y Brian Taylor. Este dúo de la bencina, al que seguramente recordarás gracias a Ghost Rider: Espíritu de venganza, parece empeñado en concentrar la mayor cantidad de destrozos y delirios violentos en el menor tiempo posible, como si el espectador también hubiera sido infectado con el 'cóctel de Pekín' y necesitase erupciones contínuas de adrenalina. Todo vale: desde atracar un banco hasta una ración de sexo en público.

Death Race (2008)

Uno diría que, durante los dosmiles, Statham fue tachando géneros cinematográficos como quien tacha las casillas de una quiniela. Siguiendo este símil, en 2008 nuestro héroe puso la "X" en los recuadros de los atracos perfectos (The Bank Job) y, con esta película, en la acción automovilística a lo Mad Max. Remake de La carrera de la muerte del año 2000, producida por Roger Corman en 1975 (y con Stallone en un pequeño papel), Death Race nos demostró lo bien que le sentaba al director Paul W. S. Anderson su matrimonio con la Jovovich: más que una nueva versión de un filme de culto, la película parece un videojuego con sus powerups y todo.

Crank - Alto voltaje (2009)

Está claro que el regreso de Chev Chelios, el asesino de corazón indestructible, tenía que batir todos los récords del disparate ultraviolento. Y damos fe de que los directores Neveldine y Taylor se aplicaron para lograrlo. Esta secuela no sólo ofrece un macguffin todavía más disparatado que la primera (ahora, a Chelios le han cambiado su músculo cardíaco por un aparato a pilas), sino que también nos embarca en una espiral de cachondeo que incluye desde una colleja a El guardaespaldas a un corte de mangas (literal) al público, pasando por una inefable escena onírica en la que vemos a Geri Halliwell, la Spice Girl pelirroja, encarnando a la mamá del antihéroe y (por supuesto) un kiki con espectadores. ¿Querías adrenalina? Pues toma dos tazas...

Blitz (2010)

"Esta cosa, caballeros, es un palo de hurling, un deporte irlandés a medio camino entre el hockey y el asesinato". Con su primera intervención en esta película, basada en una novela del burrifacio Ken Bruen, el personaje de Statham se muestra a la vez didáctico y contundente, explicando a unos ladronzuelos la historia del objeto con el que les va a apalear. Siguiendo esta tónica, 'The Stath' sigue en su línea de compaginar la brutalidad (su papel es el de un auténtico Harry 'El Sucio' londinense) con la solvencia interpretativa, aguantando el tirón muy dignamente frente a Paddy Considine, secundario de lujo, y un Aidan Gillen (The Wire, Juego de tronos) escalofriante.

Asesinos de élite (2011)

Hace, pongamos, diez años, si Statham hubiese coincidido con Robert De Niro en una película le hubiéramos considerado un aprendiz a los pies del maestro. El año pasado, la misma situación nos hizo pensar que el actor italoamericano se arrimaba a 'The Stath' para recuperar un poquito de esa coolness que ha ido perdiendo con cada entrega de Los padres de ella (¡ay!). Completando el trío, ese Clive Owen perpétuamente a la busca de un papel decente acaba de redondear una película, si no magistral, sí bastante disfrutable.

La mala

Revolver (2005)

Sabemos que Statham se lo debe casi todo en su carrera a Guy Ritchie. Y que abandonar a los amigos en tiempos de necesidad está muy feo. Pero, pese a todo ello, resulta innegable que tanto el actor como el director se metieron en un jardín de los gordos con esta película: una suerte de thriller cabalístico (cosas de Madonna, pareja de Ritchie por entonces) que cruza varias veces la línea entre la ambición y la pretensión. Después de haber embarcado a Jason en este truño con ínfulas de filosofía, Ritchie le debe un papel en Sherlock Holmes 3. Y eso, por lo menos.

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