Ocho personajes por los que amamos a Harrison Ford

Mercenario espacial, arqueólogo aventurero y cazador de replicantes. Tres personajes que todos relacionamos con Harrison Ford, pero que también han eclipsado otros papeles en los que ha destacado. Padre de familia, médico, piloto de aviación, detective o capitán de un submarino nuclear ruso.

Tampoco le han faltado los papeles románticos, pero su imagen es la de héroe de acción, siempre al lado de los buenos. ¿Siempre? También ha hecho un par de veces de villano, pero se lo perdonamos, y  los títulos de las películas no las citaremos para evitar destripar el final a quiénes aún no las hayan visto.

Puede que a sus 78 años ya no sea un reclamo para los espectadores más jóvenes, pero ha sido y es uno de los actores más importantes del cine de los últimos 40 años.

“Han Solo. Soy el capitán del Halcón Milenario. Chewie me ha dicho que buscáis transporte para el sistema Alderaan”. Esta era su presentación en Star Wars: Una nueva esperanza, de 1977, ante Luke y Obi-Wan Kenobi en la cantina de Mos Eisley del planeta Tatooine. Nada especial si no fuera porque tanto el personaje, como el filme ideado por George Lucas, se convertirían en leyenda.

En las películas de Star Wars le recordamos blaster en mano y con su chaqueta y aspecto de cowboy, por sus puyas y amistad con Luke, y por sus roces románticos con la princesa Leia, que acabarían desembocando en algo más. Su regreso en El despertar de la fuerza fue de lo mejor de la película de J.J. Abrams. “Chewie. Estamos en casa” decía a su vuelta al Halcón Milenario. Y con él millones de fans compartimos su sensación.

Pero no es un actor que pasará a la historia por un solo personaje. Henry Walton Jones jr., o como lo conocemos más popularmente Indiana Jones (o Indy), tuvo otra presentación por todo lo alto en 1981 con En busca del arca perdida de Spielberg.

Fuera intentando evitar la trampa mortal perseguido por una roca gigante, en su hilarante (y breve) escena de lucha enfrentándose a un espadachín, o atrapado en una cueva entre millares de repulsivas serpientes. Fuera por esto y más, y por todo lo que vendría en El templo maldito (1984) o La última cruzada (1989), en la que su padre (Sean Connery) nos revelaba su auténtico nombre, Indy se hizo único e imprescindible.

Y aún nos esperaba mucho más. Rick Deckard, expolicía de Los Angeles reconvertido en implacable cazador de replicantes en ese futuro distópico habitado por humanos y androides, producto de la ingeniería biológica, que nos deparaba Blade Runner de 1982 y dirigida por Ridley Scott.

No hace falta ni citar su escena final con Roy Batty (Rutger Hauer) y otros momentos que no se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Y nuevamente su retorno en Blade Runner 2049 ensombrecería los otros grandes méritos de la secuela dirigida por Denis Villeneuve.

En Único testigo (1985) otro gran director, el australiano Peter Weir, le puso en la piel del inspector de policía encargado de custodiar al hijo de una joven viuda (Kelly McGillis). Gran parte de la acción tenía lugar en el universo cerrado de una comunidad Amish, en Pensilvania.

Pese a ser uno de los mejores thrillers que ha dado el cine, la escena más recordada es la de John bailando en el granero con ella, al son de What a Wonderful World de Sam Cooke. Y, por unos segundos, el mundo era perfecto. Además, le proporcionó su única nominación al Oscar.

Tal vez su personaje del abogado Henry Turner en A propósito de Henry (1991) sea uno de los más blandos. Pero es igualmente memorable. Egoísta y sin escrúpulos en su trabajo, distante como padre de familia. Todo cambiaría después de recibir unos disparos que le dejarían amnésico.

Tras las cámaras estuvo Mike Nichols, el curtido director de dramas de altura como El graduado.

Es  hora de volver de nuevo a la acción. En Juego de patriotas (1992) y Peligro inminente (1994) interpretó al analista de la CIA Jack Ryan, basado en las novelas de Tom Clancy.

Contaba con el precedente de Alec Baldwin en La caza del Octubre Rojo (1990), pero después de Harrison Ford la imagen cinematográfica del protagonista quedaría para siempre asociada a la suya.

En la adaptación de la célebre serie de los 60, El fugitivo (1992), era injustamente acusado del asesinato de su esposa e implacablemente perseguido por un agente de la ley (Tommy Lee Jones), un auténtico perro de presa.

El Oscar, al mejor actor de reparto, fue a parar a Tommy Lee Jones, pero junto al carisma de Harrison se consiguió que la película fuera uno de los grandes éxitos de taquilla de aquel año.

Con tanto personaje popular e icónico ya solo le faltaba interpretar al mismo presidente de los Estados Unidos, y la oportunidad le llegó con Air Force One (1997). A bordo del avión presidencial, con su familia y él mismo en peligro después de que fuera secuestrado por unos mercenarios (comandados por el personaje de Gary Oldman).

Finalmente, era él mismo quien tenía que espabilarse, a su manera, para sacarse de encima a los peligros intrusos. Como lo hubiera hecho Indiana Jones o Han Solo.