En la España de los 80, La huella del crimen era una formidable anomalía: con sus guiones truculentos, basados en auténticos casos de asesinato, su recurso a directores 'con firma' (especialmente, Vicente Aranda, Imanol Uribe y Ricardo Franco) y unos repartos en los que aparecieron Carmen Maura, Sancho Gracia, Victoria Abril y Luis Escobar, aquel programa se alejaba de los clichés de la televisión de la época, acercándose a lo que ahora llamaríamos una serie 'de calidad'. El periodista, productor y director Pedro Costa Musté, impulsor del show, ha fallecido hoy en Torrelodones (Madrid) a los 74 años, según informa RTVE.
Diplomado en la Escuela Oficial de Cinematografía, y curtido en el lado más crudo del periodismo de sucesos (trabajó para el semanario El Caso), Costa debutó como director de cine por el camino difícil: El caso Almería (1983) narraba un auténtico caso de torturas y asesinatos cometido por agentes de la Guardia Civil contra tres jóvenes acusados (falsamente) de ser miembros de ETA. El filme, a su vez, sufrió amenazas y atentados por parte de la extrema derecha. Tras poner en marcha La huella del crimen en 1984, Costa volvió a las andadas dirigiendo Redondela (1986), sobre un turbio caso de corrupción y muerte en el que anduvieron implicados familiares de Francisco Franco. Una casa en las afueras (1995) y El crimen del cine Oriente (1996) completan su filmografía como director de ficción.
La faceta de Costa que le dio más prestigio, eso sí, fue la de productor: basada en el proyecto de un capítulo para La huella del crimen, Amantes (Vicente Aranda, 1991) ganó el Goya a la Mejor Película, galardón que volvería a recibir por La buena estrella (Ricardo Franco, 1997). También ayudó a financiar filmes tan heterodoxos como La vida de nadie (2002) y Platillos volantes (2003). A partir de 2008, volvió a los telefilmes basados en sucesos reales con títulos como El caso Wanninkof y El asesino dentro del círculo, pero los resultados fueron inferiores a los obtenidos en los 80. Aquella España, estaba claro, no era la misma, y sus crímenes eran de otro signo.
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