La maestra que soñó con David Lynch

El director de 'Twin Peaks' vino a Madrid a hablar de meditación y acabó dando clase en un instituto de Coslada. Hablamos con la profesora que le convenció
La maestra que soñó con David Lynch
La maestra que soñó con David Lynch
La maestra que soñó con David Lynch

“Es la chica de rojo”, me dice el novio de una amiga. Estamos en una fiesta y hay unas treinta o cuarenta personas, amigos del cumpleañero, amigos de estos amigos y amigos de los amigos de los amigos. Una fiesta de conocer gente. “La chica de rojo convenció a David Lynch para que diese una clase en su instituto –insiste él–. La he reconocido porque he visto una foto suya en el periódico”. La anécdota queda ahí. Empachada por las noticias de la visita de Lynch a Madrid gracias al Festival Rizoma, y por las polémicas sobre cenas caras y asistentes modernos, durante un rato me olvido de la chica de rojo.

Unas horas después, buscando hielo en la cocina, veo a una chica con un vestido de ganchillo rojo. “¿Tú eres la de David Lynch?”, pregunto. Ella niega con la cabeza. “No sé quién es David Lynch”. “Carretera perdida”, le digo. Ella mueve la cabeza a un lado y al otro. “¿Terciopelo azul?”, insisto. “No”. “¿Twin Peaks?”. Tampoco. Resignada, le cuento que hay una chica vestida de rojo en la fiesta que ha conocido a David Lynch, que ha levantado la mano en la conferencia que dio en el Reina Sofía y le ha propuesto que vaya a su instituto de Coslada a darle una clase a sus alumnos de 4º de ESO, chicos de 15 y 16 años en un programa de diversificación, es decir, chicos con malas notas. La chica me mira extrañada. “Creo que hay otra chica de rojo en la fiesta”, dice al fin.

La auténtica chica de rojo lleva una camisa abotonada hasta el cuello, roja, muy roja, y los labios pintados del mismo color. Es de pelo cobrizo y de una templanza inquietante, con los ojos rasgados y al mismo tiempo grandes y curiosos, la clase de chica que se levantaría en un auditorio lleno de gente, y entre las preguntas de Almodóvar y Verónica Echegui, saldría con una propuesta modesta. La clase de chica, también, a la que David Lynch contestaría que sí. Me la encuentro de camino al baño y ni siquiera le pregunto si es ella. Enseguida estamos hablando de cómo ocurrió todo y de que fue de manera inesperada, que ella no fue a la conferencia con ninguna intención, que fue algo espontáneo. “Me había preparado una pregunta para hacerle que no tenía nada que ver –recuerda–, quería preguntarle si sus sueños influían en sus películas y que si lo que se sentía con la meditación era algo parecido al estado del sueño”. Marlen Campayo, así se llama la chica de rojo, es una gran admiradora de David Lynch, y por eso, el pasado martes 15 hizo la larga cola de entrada al Auditorio 400 del Museo Reina Sofía al que el artista había acudido para hablar de la meditación y su influencia en la educación. Pero por algún motivo, cuando levantó la mano y le concedieron el turno de palabra le contó al cineasta que era profesora en un instituto de Coslada. “Soy profesora de inglés –dijo– y me gustaría saber si usted podría venir a hablarles a mis alumnos de la meditación”. Desde el escenario, David Lynch contestó que sí. Después, contestó a su pregunta sobre los sueños. “Me dijo que la meditación y el estado del sueño eran cosas distintas para él y que no escribía lo que soñaba cuando dormía sino que soñaba despierto durante el día”. ¿Pero sabes qué es lo mejor? Que yo sueño mucho con David Lynch, hace poco soñé que nos encontrábamos en una barra de bar y charlábamos sobre cine”.

La maestra que soñó con David Lynch

“Yo pensé que la historia quedaría así”, sigue la chica de rojo haciendo referencia a la apretada agenda del director. “Pero cuando acabó la charla uno de sus asistentes vino corriendo a decirme que David quería venir al instituto y me pidió el teléfono. Yo no me lo podía creer”. El miércoles 16, después de hacer un encaje de bolillos con sus otras obligaciones en Madrid, David Lynch cumplió con su palabra. “Llegó al instituto acompañado por cámaras y sus asistentes –recuerda Marlen–, al principio me abrumó un poco, pero David desde el principio fue cercano y encantador, se acercó directamente a mí al entrar por la puerta del instituto y me dijo: ‘Bueno, ¿dónde está tu clase? ¡Vamos!’. Y nada más entrar les dijo a mis alumnos que eran unos afortunados por tener una buena profesora como yo”.

Esta profesora de inglés recién llegada de Londres tenía bien aleccionados a sus alumnos. “Ellos no sabían quien era David Lynch, a excepción de dos. Pero enseguida le googlearon y fueron conscientes de que alguien muy importante iba a ir a verlos. Su reacción obviamente fue buena, estaban muy emocionados”, afirma. Frente al encerado que le daba la bienvenida (“Welcome Mr. Lynch”), el director de Cabeza borradora contestó, una a una las preguntas de los alumnos.  “Uno de mis alumnos le preguntó que cuándo se había dado cuenta de que quería hacer películas. Contestó que, en una ocasión, mirando un paisaje con montañas que había pintado, vio cómo éstas se levantaban del cuadro cogiendo relieve”, dice Marlen. Y muchas más cosas:

-¿Cuál era su asignatura preferida en el colegio, Mr. Lynch?

“Arte, tenía muy claro que lo que más me gustaba era dibujar y pintar”.

-¿Se aburría en el cole?

“Por supuesto y os entiendo perfectamente, la Secundaria es una etapa dura”.

-¿Qué hacía cuando se sentía enfadado con el mundo?

“Obviamente, meditar... y cuando lo hacía sentía ese boooom (un sonido como de ignición) que te lleva a una paz y bienestar infinitos. Eso es la felicidad y todos tenemos el derecho a serlo, vosotros también y por eso debéis experimentarlo”.

-¿Qué se siente al recibir un premio?

“Uno simplemente se siente muy muy bien".

-¿Nos daría un consejo, Mr. Lynch?

“Tenéis que luchar por lo que queráis, y nunca aceptar un no por respuesta. Y meditar. Y cuando lo probéis, escribidme para contármelo”.

“Los alumnos estaban como locos. Le persiguieron hasta la puerta para hablar más y hacerse fotos, pero tenía mucha prisa y no fue posible –recuerda Marlen–. Para ellos, ha sido un personaje entrañable y misterioso que seguro que jamás olvidarán. Y bueno, mi intención es que ahora se interesen por su obra, y que las técnicas de meditación puedan ser introducidas en el sistema educativo”.

Antes de despedirse, Marlen me cuenta que les va a poner a sus alumnos algunos capítulos de Twin Peaks. Hablamos de cortinas de terciopelo durante un rato y al final le cuento mis peripecias para encontrarla en la fiesta. Le explico que al principio me confundí de chica porque también iba vestida de rojo y que el novio de mi amiga sólo me había dado esa pista para encontrarla. “La chica de rojo, claro", dice ella sonriéndo. Tratándose de David Lynch no podía ser de otra manera.

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