¿Por qué nos enganchamos a los documentales de Netflix?

Netflix ha sido casi tan revolucionario con su binge watching como su apabullante oferta de documentales. Hablamos con su responsable: Lisa Nishimura.
¿Por qué nos enganchamos a los documentales de Netflix?
¿Por qué nos enganchamos a los documentales de Netflix?
¿Por qué nos enganchamos a los documentales de Netflix?

Si hace unos años nos hubieran dicho que Sheela de Wild Wild Country o Steven Avery de Making a Murderer se iban a convertir en estrellas de la televisión, es posible que no lo hubiéramos creído. Sin embargo, así ha sucedido. Si Netflix ha cambiado las reglas en la distribución del audiovisual, probablemente sea en el mercado del audiovisual donde sea más evidente. Ya sea en formato seriado o como película, el consumo de documentales ha aumentado exponencialmente.

En el What’s next celebrado en Roma, se nos dijo que un 75% de los suscriptores son consumidores de documentales. En la pasada edición de los Oscar ganaron su primera estatuilla por Icarus, y han convertido el estreno de sus true crimes, como el ya citado Wild Wild Country, en todo un acontecimiento televisivo. Al frente de esta estrategia se encuentra Lisa Nishimura, una mujer de armas tomar.

¿Cómo habéis conseguido que el documental se convierta en algo cool?

Hay una idea preconcebida de lo que debe ser el documental. Si tienes mi edad y has estudiado en una escuela pública estás acostumbrada a ver documentales un poco aburridos y con valores de producción mediocres. No son entretenidos, no son atractivos… son simple información. Así que, en cuanto nos dimos cuenta de que había una audiencia deseosa de ver documentales, lo primero que hicimos fue invertir para mejorar los valores de producción.

¿Lo tuviste claro desde el principio?

Sí. Cuando llegué a Netflix hace más de diez años, Cindy Holland ya estaba trabajando con las series. Me preguntaron qué me gustaría ver a mí en una pantalla y contesté que los documentales eran un tipo de narración que estaban siendo discriminadas y que la demanda era mayor mucho mayor de la que mostraban las cifras. El tiempo me dio la razón, porque lo que descubrimos es que, cuando poníamos a disposición del público las películas de una manera sencilla, las veían.

Primero fueron las películas, después el boom de los true crime… Estos días estrenáis la continuación de The Staircase, la historia de Jean-Xavier de Lestrade que fue la pionera de los true crimes… ¡y es de 2004! ¿Por qué crees que nadie siguió ese camino?

Es alucinante, ¿verdad? No puedo darte una respuesta. Vi la serie la primera vez que la emitieron y flipé. Cuando estrenamos Making a Murderer muchos medios dijeron que era la primera docuserie que seguía a The Staircase, lo que nos tomamos como un cumplido. De hecho, Making a Murderer y The Staircase tienen muchos puntos en común, como es el acceso a la intimidad del acusado y de su familia.

¿Por qué crees que estamos obsesionados con estos crímenes reales?

Los seres humanos somos muy complicados. Nos comportamos de una manera diferente en sociedad, en el trabajo, con nuestra pareja o con nuestra familia. En una serie documental puedes empatizar con esa naturaleza contradictoria del ser humano, incluso en sus facetas más oscuras. Cuando ves a alguien luchar y combatir ante los retos que le plantea la vida, es fascinante. Es la conectividad lo que funciona.

¿Crees que el amor del público por ‘lo real’ es una moda pasajera o ha venido para quedarse?

Ha existido desde siempre y siempre existirá. Lo ves a menudo en la ficción, cuando te presentan una película con la leyenda “Basado en hechos reales”. Es una estrategia de venta que hace que el público ponga más atención. Hay una gran demanda, casi diría que hay hambre de documentales. Creo que el documental, más que cualquier otra pieza de audiovisual, despierta la conversación: a la gente le gusta hablar sobre los documentales. Ahora se da la confluencia de documentales tratados de una manera global como son nuestras producciones originales y, al mismo tiempo, tienes las redes sociales que demuestran que no hay fronteras para esa conversación. ¿Has visto lo que ha pasado con Wild Wild Country? Es un círculo virtuoso que nunca ha existido. Esa es la gran diferencia y nuestra gran oportunidad.

The Staircase estaba muy influida por A Thin Blue Line, la obra maestra de Errol Morris, para el que produjisteis Wormwood…

Fue fascinante. Me da igual con quién esté: siempre es la persona más inteligente de la sala. ¡Y es tan humilde! Pero recuerda que le criticaron mucho por A Thin Blue Line. Y ahora ves que todo el mundo le imita. Lo mismo ocurrió cuando inventó el interrotron (una especie de teleprompter visual) en The Fog of War, porque decían que era invasivo para un formato como el documental. Rompió la cuarta pared en las entrevistas y cambio los documentales para siempre.

Una vez le pregunté que cómo llevaba eso de ser el documentalista probablemente más imitado de la historia y me contestó: “nadie puede copiar lo que todavía no se ha hecho”.

Wild Wild Country es una serie. Icarus una película. ¿Cómo decidís el formato de las producciones de Netflix?

La vida real no es un guión, y se desarrolla de una manera muy imprevisible. Así que hay historias que no puedes acotar temporalmente. Tienes que tener una cierta flexibilidad para adaptar el formato a la historia. En ocasiones tienes que dejar que la historia respire para que se aprecie la autenticidad de la narración.

¿La duración es algo que decide Netflix o los creadores?

Siempre me pongo nerviosa cuando me siento con un creador y me pregunta: “¿qué busca Netflix?” Pienso para mis adentros que les agradezco el detalle, pero que el sistema tendría que funcionar a la inversa: tú tendrías que venir y decirme que no has podido dormir en los últimos meses porque quieres contar tal o cual cosa, y la quieres hacer de una manera determinada. Eso es lo que buscamos. Un ejemplo de lo que te digo son Laura Ricciardi y Moira Demos de Making a Murderer. Habían estado trabajando en el proyecto durante muchos años y les pregunté por la distribución. Todo el mundo quería que fuera una película, pero ellos querían que fuera una serie.

Personalmente, los true crimes me inquietan bastante: es como si me exigieran, como espectador, tomar partido, ser juez de algo que está siendo juzgado y sobre lo que no tengo conocimientos jurídicos…

Entiendo lo que dices… Pero si piensas en las oportunidades que tenían Michael Peterson o Steven Avery de no ser condenados… Es la vida. No procesas las cosas rápidamente, cambias de una postura a otra, te encuentras con personas que te influyen… Cuando te sientas frente al televisor con calma eso lo ves: cómo cambian la cara de los acusados, cómo varia su tono de voz, cómo descubren las cosas al mismo tiempo que tú a través de su lenguaje corporal. Es una realización magistral, la que te permite observar, ser paciente, no influir, y presentar el caso al público. Y el público es capaz de sentir eso y aportar su propia experiencia y opinión al caso, porque en ninguno de los dos casos se nos dice cuál es el punto de vista. Te permite sentir en primera persona un mundo que no conoces. Pero no de un modo profesional, sino emocional.

Making a Murderer, Wild Wild Country… Uno tiene la sensación de que cualquier serie documental de Netflix va a funcionar…

No es cierto. No era evidente con Making a Murderer, por ejemplo. La acción transcurría en un sitio apartado del mundo como Wisconsin, y ni siquiera en la capital sino en un pequeñísimo lugar como es el Condado de Manitowoc. Hay un momento en el que piensas: ¿es que esto solo lo va a ver la gente de Wisconsin? Sin embargo, se convirtió en una conversación global. Fue la confirmación de una intuición que teníamos: las historias muy específicas y locales, si están bien contadas, tienen un alcance universal. Porque al final, Making a murderer habla de algo que nos afecta a todos, como es el clasismo y la justicia.

Hablas con admiración de Errol Morris… ¿Con qué otros maestros del documental te gustaría trabajar? ¿Raymond Depardon? ¿Frederick Wiseman?

No me atrevo a contestarte por varias razones: porque sería injusto no citar a algunos y porque con alguno de los que has citado estamos en negociaciones para que se añadan a nuestra producción original… ¡y todavía no te puedo dar la exclusiva!

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