El cómic perdido de David Lynch

Entre 1983 y 1990, el genio de Montana realizó su mayor tomadura de pelo… o una de sus mayores genialidades: la tira cómica 'The Angriest Dog in the World'.
El cómic perdido de David Lynch
El cómic perdido de David Lynch
El cómic perdido de David Lynch

Todos le conocemos como un señor polifacético. Y con pelazo, también, pero sobre todo polifacético. David Lynch ha rodado obras maestras del cine y la TV, ha pintado cuadros que dan pesadillas, ha hecho teatro, ha grabado discos… Pero hay una actividad suya mucho menos conocida: dibujante de cómics. Concretamente, en un género tan estadounidense como el de la tira de prensa, para el cual el genio de Montana concibió a un personaje muy 'suyo' en muchos aspectos: el perro más furioso del mundo. O, en el original, The Angriest Dog in the World.

No pensemos que esta actividad fue flor de un día para Lynch: el cineasta le dedicó nueve años de su vida, entre 1983 y 1992. Durante este período, el cabreadísimo can apareció cada quince días en varias publicaciones de EE UU, empezando por el LA Reader. Si pensamos que, en esa misma época, David firmó también Dune, Terciopelo azul, Corazón salvaje y el arranque de Twin Peaks (la primera temporada de la serie y el largo Fuego camina conmigo), daremos testimonio de su genialidad y de su capacidad de trabajo… salvo por un 'pequeño' detalle.

El cómic perdido de David Lynch

Y ese detalle es que The Angriest Dog in the World era una (intencionada) tomadura de pelo: Lynch no dibujaba cada tira, porque todas las tiras eran básicamente la misma. En la primera viñeta, un texto de presentación hablándonos del chucho de marras ("Está tan enfadado que no puede moverse. No puede comer. No puede dormir. Sólo puede gruñir, y eso apenas. La tensión y la furia le mantienen tan rígido que se acerca al estado de rigor mortis".). Y, después, tres viñetas idénticas entre sí en las que sólo vemos al perruzo atado a un poste mientras la familia que lo cobija habla en off. Y, finalmente, un panorama nocturno con el perro insistiendo en su "grrrr!". Según recuerda Dangerous Minds, el único trabajo del cineasta (y de su secretaria Debbie Trutnik) era mandar los diálogos a la redacción del LA Reader a tiempo para cada número.

¿Algo más? Pues sí: en los diálogos en off que mencionábamos antes es donde se encuentran los chistes de la tira. Y estos chistes son malos. Pero malos de verdad. Tan malos, además, que resultan intraducibles en su mayoría. Si no los comparamos con chistes de Arévalo es porque el humorista valenciano nunca trató de abordar temas filosóficos en sus chascarrilos. Aunque, quién sabe, lo mismo sí resultan emparentables con los de Eugenio (qué gran pareja artística hubieran formado Lynch y Eugenio, a todo esto) por su obvia intención de mosquear al respetable. "A veces creo que [Lynch] está poniéndonos a prueba para ver cuánto tardamos en echarle de la revista", bromeó el director de LA Reader, James Vowell, en una entrevista. ¿O no bromeaba?

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Pero ojo, porque, si las lechuzas no son lo que parecen, este perro lynchiano tampoco. Por una parte, The Angriest Dog in the World resultaba curiosamente adictivo: los lectores de las revistas que la publicaban podían calificar a Lynch como el peor historietista del mundo en una encuesta para, acto seguido, negarse en redondo a que la tira fuese retirada. Y, por otra, Lynch ha reconocido que ese "perro más furioso del mundo" era un autorretrato sui generis en una época en la que se sentía constantemente cabreado con todo y con todos.

"Tenía una furia tremenda", explica Lynch. "No sé de dónde venía, pero la dirigía hacia las personas que tenía más cerca y quería más. Así que le hacía la vida imposible a la gente que me rodeaba. Era un cortarrollos". Según señala, cuando empezó a dibujar (o así) sus tiras de prensa, dicha furia estaba ya próxima a extinguirse, y acabó de desintegrarse años más tarde gracias a esas prácticas de meditación de las que el artista habla hoy a todas horas.

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Por lo demás, The Angriest Dog in the World es hoy en día algo así como una reliquia perdida: Lynch nunca se ha molestado en recopilar sus tiras en un libro, y la única forma de leerlas es en los escaneos llevados a cabo por los propietarios de las revistas originales. Una pena, si nos preguntan, porque este tebeo describe muy bien cierto intríngulis del mundo lynchiano. Según se mire, promete sangre y exterminio para entregar sólo bromas sin fuste… o usa bromas sin fuste para ocultar un subtexto que muerde.

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