"Guapa, inteligente y rica": 'Clueless (Fuera de onda)' es la adaptación que Jane Austen se merece

Al grito de “As if!”, Amy Heckerling y Alicia Silverstone se marcaron una oda al pijerío bien entendido con cimientos de alta literatura.
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En 1815, Jane Austen tenía un problema. Tras haber publicado esa oda al mal rollo titulada Mansfield Park, la reina de las novelistas inglesas planeaba volver a la comedia, pero pensaba que sus ideas al respecto no cuajarían entre los lectores.

Según recordó su sobrino James, antes de agarrar la pluma Austen manifestó: “Acabo de idear una heroína que no va a caerle bien a nadie salvo a mí”. Austen, por supuesto, exageraba, y Emma (que así se llamaba la heroína en cuestión) resultó lo bastante carismática como para darle nombre al relato de sus aventuras.

La historia de aquella niña pija cuyos buenos sentimientos y ego desaforado provocaban un apocalipsis sentimental en su pueblo arrasó en las librerías y se ganó encendidos elogios de (entre otros) Walter Scott, añadiendo un éxito más al currículum de una escritora conocida entonces como “El autor de Orgullo y prejuicio” por cosas de la opresión sistémica contra las mujeres y todo eso.

Al correr de los años, Emma fue alabada por los críticos como la obra más perfecta de Austen desde el punto de vista formal, y por el público como su novela más hilarante. Incluso diríase que, con unos cambios, su argumento podría servir de base a una comedia de instituto...

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“PREFIERO SER FELIZ A SER SABIA”

En 1995, Amy Heckerling se enfrentaba con problemas distintos (o quizás no tanto) a los sufridos por Austen. Si bien la directora había podido firmar con su nombre Aquel excitante curso (1982), Hollywood le había dado poco más que las gracias por haber puesto del revés su imaginario juvenil con aquella cinta, que de paso lanzó las carreras de Sean Penn, Jennifer Jason Leigh y Nicolas Cage, entre otros.

Aunque los éxitos posteriores de Mira quién habla (1989) y su secuela Mira quién habla también (1990) habían asegurado el lugar de la directora en la industria, aquellas historias de un bebé que hablaba con la voz de Bruce Willis (doblado en España por el comediante Moncho Borrajo) no la habían satisfecho artísticamente, que digamos.

Así pues, Heckerling acudió ante su socia Twink Caplan con un nuevo proyecto: una película para jóvenes “centrada en los pijos en lugar de en los rebeldes”, cuyos referentes serían Los caballeros las prefieren rubias y cierta novela de Jane Austen titulada Emma.

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Como suele pasar con las buenas ideas en Hollywood, sacar adelante aquella premisa costó las de Caín. Para empezar, los estudios no estaban por la labor de darle bola a una comedia teen, género que a aquellas alturas era visto (según el coproductor Adam Schroeder) como “una reliquia de los días de John Hughes”.

Para seguir, los ejecutivos de Fox, la productora con la que negociaban Heckerling y su equipo, tardaban en aclararse con el formato. Aunque la directora contaba con varios éxitos de taquilla en su currículum, y aunque la popular Alicia Silverstone (apodada ‘la chica Aerosmith’ por haber protagonizado tres videoclips de la banda) miraba el guion con buenos ojos, en los despachos se veía aquella historia como más propia de una serie de TV que del “filme de 13 millones de dólares” que Heckerling aspiraba a rodar.

Para colmo, el estudio quería diluir la relación entre la protagonista y su hermanastro Josh (el personaje que Paul Rudd obtuvo tras competir con Ben Affleck y Jeremy Renner) a fin de alejar las sospechas de incesto. Y, demostrando que algunas cosas no cambian nunca en la Meca del cine, pensaba que el reparto tenía demasiados personajes femeninos como para tentar a la audiencia. “Nos mandaron a paseo tantas veces que aquello parecía una broma”, recordó Ken Stovitz, el agente de la directora.

“EL MAYOR ENCANTO ES LA TERNURA”

Afortundamente, a Clueless (Fuera de onda) le salió un ángel salvador... vestido de monja y con el rostro de Whoopi Goldberg. Porque uno de los productores interesados en la película resultó ser Scott Rudin, influyentísima personalidad de Hollywood que se había embolsado 231 millones de dólares con Sister Act en 1991.

“En cuanto Scott se fijó en nosotros, todos los que antes nos habían rechazado se volvieron locos”, comentó Amy Heckerling. Contando con ese respaldo, el filme pasó a manos de Paramount y la cineasta comenzó a trabajar en dos frentes distintos, pero complementarios. El primero de ellos, más para contentar a los mandamases que otra cosa, fue buscar una alternativa a Silverstone como intérprete de la divinísima Cher.

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Sarah Michelle Gellar (Buffy, cazavampiros, Crueles intenciones) y Angelina Jolie (cuyo videobook aterró tanto a los productores que ni siquiera la convocaron a las audiciones) fueron algunos de los nombres que sonaron durante este proceso. Pero el único de ellos que tuvo posibilidades (remotas) de vestir cuadros escoceses fue el de una tal Reese Witherspoon: “Hablé con ella y me di cuenta de que iba a ser muy grande, pero Alicia era Cher”, admitió Amy Heckerling. En 1999, Witherspoon le daría la razón protagonizando Election.

La segunda labor de Heckerling, más gratificante, fue la de documentarse: cual antropóloga, la cineasta acudió a los institutos más pijos de Beverly Hills para anotar expresiones y frases como “surfear la marea roja” o “mi cirujano plástico me ha prohibido acercarme pelotas a la nariz”, así como el legendario juego de ‘chupar y soplar’ (tarjetas de crédito).

El actor y dramaturgo Wallace Shawn echó una mano en este apartado, porque antes de dedicarse a la escena había sido profesor de enseñanza media. Cuando sus investigaciones de campo y los recuerdos de Shawn fallaban, Heckerling recurría al argot manejado en el ambiente gay y lésbico de Los Ángeles y Nueva York: de ahí salió, sin ir más lejos, ese “as if!” que, pese a ser icónico en el mundo anglosajón, se perdió (junto a tantas otras genialidades) en el doblaje castellano. Lo cual añade un delicioso matiz queer a un filme cuyos seguidores LGBT (¿alguien lo dudaba?) son multitud.

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Cuando hablan acerca del rodaje, los actores de Clueless (Fuera de onda) suelen emplear un tono agridulce. Del dulzor son responsables los buenos recuerdos: si la producción se alargó hasta los 40 días (un plazo modesto pese a todo) no fue debido a disputas o malos rollos, sino a que Heckerling no paraba de añadir al guion las sugerencias de su equipo técnico y sus actores, a los que (como demuestra el apabullante monólogo de Cher sobre los refugiados haitianos) animaba a improvisar.

La amargura, por su parte, tiene un nombre: “Brittany Murphy”. La intérprete de Tai era el miembro más joven del reparto y dejó muy buen recuerdo entre sus compañeros, con lo que su muerte en 2009 cayó entre estos como un jarro de agua fría.

Notas fúnebres aparte, Clueless (Fuera de onda) funcionó muy por encima de las previsiones tanto en taquilla (56,6 millones de dólares en EE UU) como en tanto que vector de la cultura pop. Harta de mugre y depresión tras cuatro años de predominio grunge, la chavalada acogió con entusiasmo su frivolidad bien entendida.

Amy Heckerling, eso sí, se quedó con las ganas de aspirar a mejor guion adaptado en los Oscar: dado que aquel año competía también Emma Thompson por Sentido y sensibilidad, otra adaptación de Austen, y que los créditos de su filme no mencionaban a la escritora, los académicos decidieron pasarla por alto. Pero qué sabrían ellos.

“LA MÁS DULCE DE LAS CRIATURAS”

Pese a su buena taquilla, Clueless (Fuera de onda) generó pocos resultados a largo plazo: la notable secuela en forma de serie murió en silencio después de tres temporadas (1996-1999). Asimismo, ninguno de sus actores (salvo Paul Rudd, y bien que le costó) llegó al estatus de estrella.

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En cuanto a su autora, dio con sus huesos en los platós de televisión tras el fracaso de Un perdedor con suerte (2000) y la ignominia de ver cómo El novio de mi madre (2007) iba directa a dvd.

Aun así, el filme aguantó décadas sin caer en el olvido, según demuestran homenajes como el que le rindieron Iggy Azalea y Charli XCX en el videoclip de su tema Fancy (2014).

Y hoy en día sigue siendo tanto una joya de la comedia screwball, repleta de diálogos memorables, como un manual de petardeo autoparódico y una tabla de salvación para adolescentes raritos (sin distinción de género, raza u orientación sexoafectiva) que necesitan desesperadamente un cambio de look a manos de Cher y sus amigas. Y su calidad deja muy en evidencia a la más convencional (y aburrida) adaptación de Emma estrenada en 1996 con Gwyneth Paltrow de protagonista.

Así pues, podemos afirmar que Jane Austen no solo habría estado orgullosa de ella: también se hubiera echado unas risas.

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