8 películas con mucha conciencia medioambiental

A veces, el cine piensa en verde. Coincidiendo con la primera edición de id·Arte Madrid Recicla, repasamos las películas que nos enseñaron a cuidar el medio ambiente.
8 películas con mucha conciencia medioambiental
8 películas con mucha conciencia medioambiental
8 películas con mucha conciencia medioambiental

El 31 de octubre finaliza el plazo para la presentación de obras al concurso de arte y reciclado id·Arte Madrid Recicla, primera edición de un certamen que tiene por objetivo la conciencia medioambiental, sensibilizar en torno al reciclaje y la conservación de nuestro entorno a través de creaciones artísticas audiovisuales e instalaciones de arquitectura efímera. En su web puedes consultar las bases para participar con tus proyectos en el concurso, que tiene una dotación de 14.500 euros a repartir entre las dos secciones.

En el campo audiovisual, una de las normas es tener un mensaje que transmita la importancia del reciclaje y el cuidado medioambiental. Rodrigo Sorogoyen (Stockholm), que presidirá el jurado encargado de elegir la obra ganadora, ha dirigido el cortometraje El iluso siguiendo las normas. Puedes verlo haciendo click aquí. Otras muchas películas han hecho suya la preocupación por el comportamiento del ser humano con la Naturaleza, el problema de la gestión de los residuos, el agotamiento de los recursos naturales y amenazas tan palpables como el cambio climático. El mes que viene, sin ir más lejos, dos estrenos como Interstellar, de Christopher Nolan, y Los Boxtrolls, la nueva película de animación del estudio Laika, llevan importantes mensajes medioambientales en sus historias. Nosotros hemos hecho una selección de 8 películas con mucha conciencia medioambiental que, desde distintos géneros, nos han enseñado a cuidar mejor nuestro planeta, el único que tenemos por el momento.

Wall·E (2008)

Hasta que llegue Insterstellar, puede que ninguna película de ciencia ficción reciente haya retratado tan concienzudamente el negro (y polvoriento) futuro que le espera a nuestro planeta si seguimos con el actual ritmo de consumo desbocado. Andrew Stanton planetó la primera mitad del filme como un relato mudo de una Tierra desolada y sin vida donde su protagonista mecánico, el robot Wall·E, es la única unidad de limpieza que queda activa en un planeta que se considera ya irrecuperable. Pero casi era más aterrador el retrato que hacía en la segunda mitad de los seres humanos del futuro, obesos, narcotizados ante sus pantallas y hundidos en sus sillones móviles en la estación espacial donde sobreviven.

Nausicaä del Valle del Viento (1984)

El cine de animación ha servido en muchas ocasiones de canal para transmitir a los más pequeños de la familia los valores medioambientales que anteriores generaciones podían no tener tan inculcados. Dentro de este campo, el maestro japonés Hayao Miyazaki es todo un especialista en dotar a sus joyas animadas de amor y respeto por una Naturaleza que, al verse amenazada, no duda en responder y defenderse, como en La princesa Mononoke (1997). Pero antes incluso de la creación de Ghibli, todo empezó con Nausicaä del Valle del Viento, segundo largometraje de Miyazaki que, además, adaptaba un manga suyo. En esta fábula antinuclear, estrenada con la recomendación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la Tierra también está devastada como consecuencia de las guerras interminables y Nausicaä es una princesa pacifista que defiende su reino y el único bosque que queda, contaminado y poblado por insectos gigantes.

FernGully (1992)

Hay títulos más recientes con sospechosas similitudes argumentales —Avatar (2009), Epic (2013)—, pero por cerrar el apartado de animación queremos recordar este humilde clásico, coproducción de Hollywood con Australia, donde las ansiedades ecológicas de los años 90 tuvieron una plasmación bien subrayada. En el interior de una selva tropical en proceso de deforestación salvaje vive una comunidad de hadas en bikini que luchan contra el malvado espíritu de la contaminación y la toxicidad, Hexxus, representado por una viscosa masa de petróleo y humo negro a la que Tim Curry se lo pasó pipa poniendo voz.

Naves misteriosas (1972)

Las últimas muestras de vida vegetal de la Tierra que quedan después de su extinción absoluta están en unas naves botánicas que giran alrededor de Saturno. Allí las cuida Bruce Dern con la ayuda de un par de robots jardineros en la primera película como director del autor de efectos especiales Douglas Trumbull, mil veces más sencilla y candorosa que la 2001: Una odisea del espacio que había ayudado a crear. La banda sonora con canciones de Joan Baez contribuye a reforzar el mensaje ecologista en las postrimerías de la era hippie.

Star Trek IV - Misión: salvar la Tierra (1986)

Antes de que la orca Willy robara todo el protagonismo a la concienciación sobre el respeto a las criaturas marinas con una franquicia de filmes pasados de almíbar, la cuarta entrega cinematográfica de Star Trek marcó un punto de inflexión en la saga gracias a la decisión de los productores de brindar inicialmente las riendas del proyecto a Leonard Nimoy. El intérprete de Spock ideó junto a Harve Bennett un argumento donde la misión de la Enterprise consiste en viajar desde el siglo XXIII al pasado, nuestra época, para evitar la extinción de las ballenas grises. Resulta que sólo ellas podrán salvarnos en el futuro de la destrucción absoluta; una vez que los delfines hayan decidido marcharse dándonos por perdidos (y las gracias por el pescado).

Tierra prometida (2012)

El esquilmado de los recursos naturales, la forma de obtenerlos y despilfarrarlos juega un papel central en la película de Gus Van Sant protagonizada por Matt Damon, donde el representante de una compañía de gas natural llega a una pequeña comunidad agrícola con la intención de comprar sus terrenos, devaluados por la recesión económica, y destinarlos a la perforación. No sólo subraya temas como la responsabilidad social de las empresas, sino que su estreno en EE UU propició amplios debates muy críticos con la técnica de extracción de combustibles fósiles conocida como fracturación hidráulica, económicamente rentable pero con un grave coste de impacto medioambiental por su elevado consumo y nivel de contaminación.

En pata de guerra (2010)

Aunque a estas alturas parezca altamente descabellado reivindicar una película protagonizada por Brendan Fraser en la última docena de años, esta comedia familiar y tontorrona de Roger Kumle (Crueles intenciones, La cosa más dulce) tiene toda la razón de ser en un reportaje así. Su trazado argumental no podría ser más claro aunque tuviera neones: Fraser interpreta a un promotor inmobiliario que quiere arrasar un bosque para construir una zona residencial. Esto hace que los animales que lo habitan le declaren la guerra con movimientos digitales y jugarretas dignas de un episodio de Looney Tunes donde al actor le toca ser Wile E. Coyote, Elmer Fudd y el gato Silvestre a la vez. Defenestrada por la crítica, es la cota más alta a la que pueden llegar el humor físico y el mensaje ecologista que nunca han oído hablar de la sutileza, amigos.

Tres colores: Azul, Blanco, Rojo (1993-94)

¿Y qué tiene que ver la obra magna de Krzysztof Kieslowski con la concienciación medioambiental y el reciclado? Pues que, como ocurre con los grandes narradores, no necesita subrayar el mensaje con fluorescentes para transmitirlo. En la trilogía de películas formada por Azul (1993), Blanco (1994) y Rojo (1994), una misma situación se repite en cada relato de soledad e incomprensión urbana: ancianos que no llegan a depositar botellas en el contenedor de reciclaje. La reacción de cada protagonista ante cada situación sintetiza el sentido general de cada filme —libertad, igualdad, fraternidad—. Ahí está el mejor mensaje para promover el reciclaje: pequeños e insignificantes gestos cotidianos que, sin apenas esfuerzo, significan todo un mundo; en concreto, el nuestro.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento