Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Fútbol, Cine y Sanfermines

Fútbol, Cine y Sanfermines
Fútbol, Cine y Sanfermines
Fútbol, Cine y Sanfermines

Por fin. Hallazgos como este justifican un paisanaje tan voluntarioso como el mío. Mi pasión cinemaníaca y mi futbolerismo se unen a mi 50% navarro para cuajar en esta reflexión ciertamente enfermiza que debería haberse publicado en 7 de julio (o, acaso, la víspera). También habría valido el 1 de enero, el 2 de febrero, el 3 de marzo, el 4 de abril, el 5 de mayo o el 6 de junio. Nunca un 21 de enero, por más que sea el cumpleaños de mi mujer, que es gallega y dice que hay "demasiada gente" en San Fermín.

Pocas cosas había menos futboleras que los Sanfermines. Entre el 6 y el 14 de julio suele reinar la paz de las vacaciones futbolísticas. Ni siquiera los Mundiales o las Eurocopas (el Iniestazo fue en esas fechas) logran desviar más allá de lo meramente coyuntural el interés de los locales y de los viajeros que llegan a Pamplona en busca de fiesta, de la fiesta más loca del mundo. Quitando la presencia de algunos futbolistas amigos del desmadre, esos días pamplonicas solían ser un oasis sin fútbol. Pero eso fue hasta que las camisetas de equipos de fútbol inundaron el encierro de colorines y reflejos de telas sinténticas transpirables. Lo demostraba la sensacional película Encierro (Olivier Van deer Zee, 2012), uno de los mejores usos del 3D en el cine, un documental que se recreaba en un momento del metraje en este mozo que a la vez pensaba en su equipo de fútbol mientras lograba cumplir con el atuendo clásico sanferminero:

RealMadridSanFermin

Una nueva película ha puesto el fútbol en el centro de los Sanfermines. De entre las 6 historias cruzadas (dirigidas por otros tantos cineastas en un curioso ejercicio fílmico cuyo guión no está a la altura de la propuesta) ambientadas en el Chupinazo (que, en argot, también es un chut fuerte) de Pamplona de Blue Lips [Aquí la crítica], irregulares y algo forzadas, hay una que se salva de la rutina melodramática de este filme en el que todos los caminos llevan al 6 de julio.

Blue-Lipsfutbolsanfermin

El personaje de un futbolista brasileño (Guido Gol, al que da vida el actor Dudu Azevedo) que llega a Pamplona para filmar un spot publicitario en plena crisis existencial es lo mejor de la película (junto con la decisión de mostrar los sanfermines reales, matizando así el aire de postal indie del filme). Y lo es por la inquietud que acompaña al deportista, que ve cómo el final de su carrera se acerca por culpa de una lesión que no termina de desaparecer, una preocupación que podría dar mucho rédito en el cine sobre fútbol y que sólo el cine argentino clásico y popular (esa pulsión sobre el fin de los días de futbolista está presente de una u otra manera en la trilogía Pelota de trapo, El hijo del crack y Pelota de cuero) ha sabido plasmar.

Guido Gol sabe que está acabado, y su dolor es insoportable porque que lo único que puede devolverle su ánimo es precisamente la prueba de su incapacidad: un balón, pero ha tenido que viajar a Pamplona un 6 de julio para darse cuenta de ello y empezar el camino de su recuperación.  La escena del futbolista brasileiro de blanco festivo dando toques al balón ante el ruedo de la plaza de toros de la Vieja Iruña es lo más cerca que el espíritu de Hemingway ha estado nunca del balompié.

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