El 'calcio', la 'mamma' y el Partido Comunista

Hay otra opción: Livorno.

Una alternativa liberadora, perfecta para Nicola Carati, uno de los hermanos de La mejor juventud (aquel peliculón de Marco Tullio Giordana sobre la historia reciente de Italia que recogió sin pretensiones el testigo del Novecento de Bertolucci), ese que en sus años mozos fue un progre de manual al que su propia ideología (o una interpretación absurda de ella) le obligaba a celebrar la sorprendente victoria de la marxista Corea del Norte sobre su propio país en el Campeonato del Mundo de 1966 en Inglaterra [aquí puedes leer más sobre esa escena]. Le hemos encontrado equipo.

Pero no sólo para traidores a su propia selección se abre esta nueva vía futbolística y existencial: también para los insatisfechos vitales como Bruno Michelucci, el protagonista de La prima cosa bella, una comedia a la italiana de Paolo Virzì. Traumatizado profundamente por los avatares de su madre, una mujer de bandera, de esas que no es conscente del peligro que deja a su paso su propia belleza en una época menos civilizada que la actual, una bellísima mamma que sufrió para sacar a sus hijos adelante; este hijo pródigo vuelve a su ciudad natal ante la enfermedad de la dama que le parió. El tipo ya tiene un lugar en el mundo.

La prima cosa bella [aquí la crítica de la película] deja una solución para ambos: para uno y otro la palabra clave es Livorno, la ciudad portuaria de la Toscana, y su equipo de fútbol, el más rojo de Italia, jaleado por grupos izquierdistas. Presente en la película en el fondo y en la forma (una bufanda del equipo da la bienvenida a Bruno), Livorno es casi un concepto, una idea a la que regresar a saldar cuentas con el pasado de una madre; y, de paso, aunque sea un personaje de otro maravilloso filme, ante la que hacer compatible la afición por el balompié incluso con el Partido Comunista.

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