'Verano azul': la serie que enseñó a España a ser moderna

En 1981, un veraneo adolescente en Nerja supuso un soplo de aire fresco para un país que cambiaba a ojos vistas. Décadas después, el mito sigue en pie.
'Verano azul': La serie que enseñó a España a ser moderna
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'Verano azul': La serie que enseñó a España a ser moderna

La conmoción causada por la muerte de Chanquete sigue siendo, aún hoy, trending topic entre los miembros de varias generaciones. No en vano, algunos eventos tuvieron que cambiar de hora el día que la secuencia de la icónica Verano Azul (1981) se emitió por primera vez en televisión —y la noticia llegó a copar las portadas de varios periódicos tradicionales de tirada nacional—. 

Pero pocos saben que, antes de decidir que el personaje de Antonio Ferrandis debía pasar a mejor vida, Antonio Mercero —director y guionista de la serie— planteó diferentes escenarios para tratar el siempre controvertido asunto de la muerte de un ser querido. “Una de las posibilidades consistía en que Tito —un niño de seis años— muriese ahogado, pero se descartó porque resultaba demasiado dramática”, cuenta Miguel Joven (Tito en la serie).

Él llegó a la serie por “un rebote del destino”, cuando aún no había cumplido los seis años de edad —después de que la familia de Jorge Sanz rechazase ese papel para el conocido actor madrileño, y que el chico que iba a interpretar finalmente el personaje se viera superado (a última hora) por la presión del trabajo y tuviera que ser enviado de vuelta a Madrid—. 

“El equipo de técnicos solía comer a diario en el Chiringuito de Ayo, donde mi padre trabajaba como camarero. Como faltaba un actor, el propio Ayo le comentó a Mercero que el hijo de uno de sus camareros podría valerle, y me hicieron una prueba. Así fue como entré yo en la serie”, recuerda ahora Joven.

Al igual que su personaje, Joven era un pipiolo rubio, con diente mellado y cara de pillo que no sabía ni leer cuando lo seleccionaron para ese papel. Es más, para memorizar los guiones tuvo que contar con la ayuda de su padre, que solía representar el papel de todos los personajes. Y tanto ensayaron juntos que el malagueño llegó a aprenderse al dedillo sus líneas y las de sus compañeros.

En honor a la verdad, pocas ficciones resultan tan exitosas y recordadas como la que se convirtió en un referente cultural para toda una generación. Sus entrañables personajes —capitaneados por un pescador, una pintora y un grupo de niños y preadolescentes— dejaron huella en el imaginario colectivo. Las tramas conectaron con el público desde la emisión del primer episodio, un domingo de octubre de 1981. Y las repetidas emisiones de la serie —que ostenta el récord de reposiciones en España— dan buena fe de ello.

En cierto modo, la serie funciona como alegoría de la transición española. Sus situaciones y personajes son el reflejo de una España que aún se debatía entre la lucha por perpetuar los valores más rancios y puritanos, y esas ansias de libertad y empatía de las nuevas generaciones. “Creo que en la mente de todos estaba el que había que seguir adelante y hablar con claridad de las cosas, sobre todo en el mundo de la adolescencia y los niños; ofrecerles un mundo de esperanza y futuro”, explica la actriz María Garralón (Julia), que cree que ahí radicó, al menos en parte, el éxito de la serie.

La Nerja de 'Verano azul'

La idea de rodar la nostálgica ficción partió de un encargo del entonces director de TVE a Mercero. El guipuzcoano le habló de una historia que tenía en mente, protagonizada por un grupo de adolescentes que pasan sus vacaciones en algún lugar del sur de España, y la idea gustó bastante a los responsables de la cadena, que no tardaron demasiado en dar luz verde al proyecto.

El cineasta optó por situar la trama de la serie en la localidad de Nerja por las excelentes condiciones climatológicas de la zona y el particular tono oscuro de la arena de sus playas —algo que, indudablemente, ayudaba a una mejor fotografía—. Garralón, que asegura que sigue visitando la zona cada vez que puede, recuerda la novedad que supuso para los lugareños el ver llegar a sus calles a un grupo de alrededor de cien personas, y lo mucho que se implicaron en el proyecto —cuya filmación se prolongó durante dieciséis meses—. 

“Entendieron lo que era un rodaje. Jamás molestaban y si había que parar el tráfico, se paraba y nadie protestaba. Cuando ya nos íbamos, el equipo de la serie hizo un homenaje al pueblo, pero a su vez el pueblo también nos hizo un homenaje a nosotros. Tuvimos como dos días de fiesta”, comenta entre risas la madrileña.

Desde el primer momento, los actores protagonistas hicieron piña y echaron el resto en cuanto a ganas y esfuerzo. Algo necesario en las largas e intensas jornadas que presidieron todo el rodaje. De lunes a sábado. Y con un buen porcentaje de escenas rodadas en exteriores.

Un rodaje cargado de anécdotas (y tentaciones)

Al tratarse de una serie sobre unas vacaciones de verano junto al mar, la filmación resultaba especialmente cruda en los meses de frío, teniendo en cuenta que los actores se pasaban la mayor parte del tiempo en camiseta, chanclas y bañador (metidos en el agua y nadando, para más inri). “A veces, estábamos bañándonos durante cinco o seis horas en un mar helado, en pleno mes de enero, y no podíamos parar de tiritar. En muchas de las escenas, si eres observador, verás que estamos engurruñidos o cruzados de brazos, del frío que teníamos”, asegura Joven.

Pero es que las tentaciones propias de la temporada estival no resultaban mucho más llevaderas. “En la playa hacía calor, y cuando las escenas eran con el pelo seco (o sea, casi siempre), era una faena muy gorda. Al calor del sol había que sumarle la temperatura generada por los focos y por los reflectores, y también el hecho de que, entre equipo y mirones, trabajábamos rodeados de tanta gente que nos cortaban cualquier soplo de brisa marina”, recuerda Gerardo Garrido (Quique), que hoy día trabaja como fotógrafo y vive en Madrid.

'Verano azul': La serie que enseñó a España a ser moderna

Garrido cuenta que, durante los primeros diez días, los actores fueron alojados en un hotel (“este fue nuestro cuartel general durante gran parte del rodaje y, en ese tiempo, todos buscamos pisos de alquiler”). Además, cada uno de los actores más jóvenes estaba al cargo de un adulto —normalmente un familiar— y contó en todo ese tiempo con un profesor particular que les ayudaba a no quedar rezagados en el colegio. “Algunas veces, después del rodaje de ocho horas, los traslados, maquillaje, vestuario, peluquería, etc., prestar atención a las lecciones que nos explicaban los profesores suponía un esfuerzo grande, especialmente a las que nos impartía el profesor al que le tocaba la última clase”, confiesa.

Y la cosa era aún más agotadora cuando el equipo tenía que rodar de noche. Había días, comenta Gerardo Garrido, en que los jóvenes llegaban a casa alrededor de las cinco de la madrugada, para tener que levantarse al día siguiente a las ocho. “Recuerdo que las legañas me pesaban en el camino hacia el colegio. En clase, la imagen del profe se me nublaba de vez en cuando, y la voz del maestro se me tornaba en cantos de sirenas”, bromea el fotógrafo, que también era el único de la pandilla que tenía algo de experiencia como actor cuando empezó a rodarse la serie —ya había rodado varios anuncios de televisión desde que tenía ocho meses—.

'Verano azul': La serie que enseñó a España a ser moderna

María Garralón comenta que ella no sabía montar en bici y mantener el equilibrio cuando rodó la serie, por lo que tuvo que emplearse a fondo y se vio con dificultades para pedalear e interpretar un diálogo al mismo tiempo. Tanto es así, que se estampó contra más de una tomatera en el intento por rodar algunas escenas en que los actores debían pedalear cuesta abajo —para que se escucharan las conversaciones que mantenían los personajes, era necesario que fuese delante de ellos un coche (circulando en punto muerto) con la cámara y el micrófono, dado que todo se rodaba con sonido directo—. “El primer día de rodaje que tuve con bici fue en una cuesta muy imposible. Les dije que no tenía mucha experiencia. ¡Y para qué dije nada! Se me cruzaron los dos pequeños, nos caímos… un desastre”.

Desplazarse para rodar a determinados sitios, recuerda ahora la veterana actriz, también podía suponer una operación de alto riesgo para todo el equipo: “Para ir a ‘Cala Chica’ [la Caleta de Maro] solo había un caminito entonces, que creo que hicimos nosotros, y por él bajábamos a la playa. Pero los técnicos tenían que ir allí en barco para llevar todos los focos y demás. Recuerdo a los maquilladores, los pobres, con los paraguas para cubrirnos del sol”.

'Verano azul': La serie que enseñó a España a ser moderna

Las escenas no se grababan con continuidad,  y esa ausencia de orden cronológico permitía a los espectadores presenciar situaciones tan curiosas como divertidas. Por ejemplo, hay secuencias en las que se ve a alguno de los adolescentes pegar un estirón en cuestión de minutos, o momentos en que los dientes de alguno de los miembros más jóvenes de la pandilla aparecen y desaparecen en su boca casi por arte de magia. “Siempre se atendía a la climatología, a los espacios donde había que rodar o a la disponibilidad de algunos actores secundarios, como los que hacían de padres, que no vivían en Nerja y se desplazaban allí cuando les tocaba rodar una escena”, apostilla Joven.

Fenómeno de masas

Premiada en 1981 con dos TP de Oro, Verano azul ha sido una de las series más vendidas en el extranjero, llegando a emitirse en casi toda Iberoamérica, parte de Europa, Canadá y Australia. Y sus jóvenes protagonistas se convirtieron en ídolos adolescentes —hasta el punto de llegar a necesitar que los escoltase la policía—.

Miguel Joven, que hoy reside en Nerja y trabaja como monitor de actividades de aventura, asegura que el público aplaudió las escenas costumbristas de la serie y lo familiar que resultaba todo lo que se cuenta en ella —temas tan políticamente incorrectos como la primera regla, el divorcio, el embarazo en soltería o la conciencia ecológica—. “Eran temas espinosos, de los que no se hablaba en medios públicos. O, al menos, no de forma neutral. Y la serie sí que dejaba una puerta abierta a la reflexión, al entendimiento y a ponerse en la piel del otro. Mercero lo hizo de forma magistral”, comenta orgulloso.

Efectivamente, su principal valor reside (y residirá siempre) en su capacidad para ejercer una importante labor pedagógica en los nuevos valores democráticos. Valores de una España que, por desgracia y más que azulada, seguía siendo bastante gris.

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