'Twin Peaks: The Return': ¿El final más demoledor de la historia de la TV?

SPOILERS: ¿Qué significa el final de la tercera temporada de 'Twin Peaks' y por qué nos deja a la vez tan felices como destrozados?
'Twin Peaks: The Return': ¿El final más demoledor de la historia de la TV?
'Twin Peaks: The Return': ¿El final más demoledor de la historia de la TV?
'Twin Peaks: The Return': ¿El final más demoledor de la historia de la TV?

SPOILERS DE 'TWIN PEAKS: THE RETURN'

Los seguidores de Twin Peaks hemos aprendido a convivir, aunque sea a la fuerza, con los finales frustrantes. Desde aquel momento al acabar la primera temporada cuando el agente Dale Cooper recibió un disparo tras descubrir la identidad del asesino de Laura Palmer en sueños, a la revelación al terminar la segunda de que su cuerpo había sido poseído por el maligno BOB. Hasta, 25 años después, toparnos con el desconcertante y angustioso final de Twin Peaks: The Return. Un final a la altura de los mejores momentos de la temporada.

El brillante revival con el que David Lynch Mark Frost han dinamitado una vez más las convenciones imperantes en la ficción televisiva fue desde el principio (y el título) un viaje de regreso que negaba toda nostalgia precocinada hacia las imágenes y personajes de la Twin Peaks original.

Durante la mayor parte de los primeros episodios, las escenas que tenían lugar en el pueblo de montaña conocido por los telespectadores fueron escasas, dejando espacio a la presentación de nuevas historias alejadas del estado de Washington: Las Vegas, Dakota del Sur, Nueva York... incluso Buenos Aires. También había personajes nuevos, a pesar de tener un aspecto muy reconocible. Dale Cooper, el agente del FBI interpretado por Kyle MacLachlan que funciona en sí mismo como afable icono de pureza de todo lo que ilumina Twin Peaks, ha estado ausente durante el 95% de The Return.

A cambio, hemos pasado mucho tiempo con su doble maligno habitado por BOB –Mr. C, o Bad Cooper para los amigos– y, sobre todo, ese MVP llamado Dougie Jones que, como carcasa doppelgänger vacía con un Cooper reprimido dentro, no tardó ni dos segundos en ganarse nuestro cariño a pesar de lo mucho que aguardábamos el momento en el que el Dale de siempre acabaría emergiendo. Cuando lo hizo fue auténtica historia de la televisión, por supuesto ("I am the FBI"), pero lo curioso es que, con el paso de los episodios, ya habíamos dejado de ansiarlo. No queríamos tener que echar de menos cómo Dougie nos llenaba el corazón.

Gran parte de los logros narrativos de Twin Peaks: The Return han tenido que ver con ese mismo sentimiento de reencuentro extrañado. Un regreso a lugares en principio conocidos que no son exactamente como los recordábamos, donde los elementos familiares siguen estando presentes pero han mutado en algo más desconcertante. Aunque sea por nimiedades como que el sheriff Truman ahora es su hermano o el gamberro del pueblo se ha convertido en uno de sus mejores agentes de policía, el antiguo Twin Peaks ya no existe.

Lo que pervive inalterado, lo hace como anomalía. Nada fue más feliz que ver a Big Ed Norma romper su bucle –mejor uso que recuerdo de una grabación en directo como música extradiegética: Otis Redding en ese beso que da paso a planos de montañas y nubes–. Nada fue más triste que quedarnos sin que Audrey saliera del suyo.

'Twin Peaks: The Return': ¿El final más demoledor de la historia de la TV?

Así, con esa pugna por regresar a cierto hogar, o la calma de la familiaridad, la serie ha llegado a un final donde los escenarios principales de Twin Peaks volvieron a ser grandes protagonistas. Por ejemplo, la comisaría de policía vivió cómo la lucha definitiva entre el Bien y el Mal tenía lugar entre un puño todopoderoso y una bola rocosa flotante dentro de uno de sus despachos. Menos mal que cuando termina la pelea había sándwiches para todos los asistentes. Candie, los hermanos Mitchum... Lynch y Frost siguen sacándose de la manga personajes memorables con una destreza tremenda.

Justo cuando acabó la ¿minimalista? batalla final, mientras el rostro en primer plano de Cooper se mantenía impresionado en la imagen –motivo visual del año–, como si fuera un vestigio de su presencia que se queda en nuestros ojos a hacernos compañía, hasta la auténtica Diane (Laura Dern) hizo acto de presencia. Pero Cooper todavía siente que tiene una misión que cumplir. Acompañado, muy significativamente, por Diane y Gordon Cole (el propio Lynch), cruza el umbral de la habitación 315 del Great Northern y accede al pasado: la noche en la que Laura Palmer fue asesinada.

Cooper aparece en las imágenes de Fuego, camina conmigo (1992), ahora en blanco y negro, y da la impresión de que vamos a vivir un (feliz) cierre de círculo. En cierto modo, así sucede. Cooper coge a Laura de la mano y evita su asesinato. Vemos cómo desaparece el cadáver envuelto en plástico. Pete Martell –Jack Nance, otro fantasma, como Miguel Ferrer, Catherine E. Coulson David Bowie, con quien The Return nos ha reunido; cada In Memory Of que ha salido en los créditos de esta temporada era una puñalada– fue a pescar. Puede que esta vez, ni siquiera entrara ningún pez en el percolador de la cafetera.

Sin embargo, parece que a Lynch se le acabaron los finales felices a la altura de Corazón salvaje (1990), más o menos, siempre que no contemos el baile de Inland Empire (2006), así que esa encarnación de todo Mal llamada Judy, que encolerizada dentro del cuerpo de Sarah Palmer apuñala repetidas veces el retrato de su hija, arrebata a Laura de la mano de Cooper. Y pasamos al epílogo de The Return, el capítulo 18, con sus inesperados lazos con el primero de la temporada, donde Cooper y Diane se transforman en unos tales Richard Linda mencionados 17 horas antes por el Gigante. Pero ni siquiera así se reconocen. Quizás la primera canción de Chromatics también era una pista que solamente ahora empieza a iluminarse: "And now you're just a stranger's dream".

MacLachlan desarrolla otra iteración más de Cooper. Alguien que no parece exactamente el de siempre, sino más abatido, mientras busca de nuevo a Laura, esta vez en Odessa, Texas. Cuando la encuentra, Sheryl Lee ya no es Laura Palmer. Se llama Carrie Page. No sabemos si lo que vemos es la vida que habría llevado Laura al evitarse su asesinato, porque Lynch no va a darnos una respuesta fácil. A fin de cuentas, en el episodio 8 vimos cómo nuestra Laura Palmer era una creación de la Logia Blanca... ¿para contrarrestar el Mal en el mundo? Lo que ocurre a continuación termina por conformar uno de los finales más devastadores de la historia de la televisión: Cooper lleva a Carrie hasta la casa de los Palmer en Twin Peaks con la esperanza de que al verse allí reconozca su identidad. Volver a Twin Peaks a por las respuestas, una vez más.

Cuando llegan, todo es inútil. Ni Laura reconoce la casa, ni son los Palmer quienes la habitan. La auténtica dueña actual del inmueble en la vida real es quien interpreta a su nueva inquilina en la serie, como pirueta metaficcional de propina. Menciona apellidos vinculados con la Logia Negra, pero ya hasta eso parece inútil para un Cooper derrumbado ante su incapacidad para remediar del todo lo ocurrido. "¿En qué año estamos?", pregunta al aire como último gesto de desesperación. Quizás todo ha sido inútil; no siempre se pueden matar dos pájaros de un tiro.

No sabemos si es futuro, pasado u otra realidad completamente distinta. Pero sí que todo acaba cuando Carrie mira por última vez hacia la casa y, con uno de esos gritos de puro pánico que tan bien clava Sheryl Lee, grita como lo hacía Laura. ¿Reconociéndose? ¿Volviendo de una fuga psicogénica a lo Fred Madison? La electricidad estalla y el mundo se cubre de penumbra.

Ya no hay estrellas, cantaba Rebekah Del Rio. Así nos ha dejado Twin Peaks: con el corazón lleno en una noche sin estrellas.

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