'The Leftovers': la mejor serie que nadie ha querido ver

Una de las series más cuidadas y arriesgadas de la década llega a su final tras no haber conectado mucho con el público. ¿Acabará siendo considerada de culto? Lo merece.
'The Leftovers': la mejor serie que nadie ha querido ver
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'The Leftovers': la mejor serie que nadie ha querido ver

Tanto HBO España como Movistar+ comenzaron a emitir la tercera temporada de The Leftovers hace unas semanas. La serie producida por HBO llega a su conclusión con una tanda final de ocho episodios después de que las temporadas anteriores no alcanzaran las cifras de espectadores deseadas por el canal para un producto con el sello de un showrunner estrella como Damon Lindelof, procedente de Perdidos. Con todo, en vez de desenchufar a lo bruto, los responsables de la cadena han permitido que el serial tenga un final digno y pensado como cierre del (fascinante) camino que ha recorrido durante su breve tiempo en antena.

Si bien la audiencia de The Leftovers no ha crecido como para convertir la serie en un fenómeno cultural a la altura de otras propuestas contemporáneas del canal de Juego de tronos, sería irresponsable despreciar el arrojo que demostró desde el primer momento para ofrecer algo distinto y valiente dentro del saturado panorama televisivo. Lindelof y Tom Perrotta, autor de la novela original que la serie empezó adaptando (publicada en España por la editorial Hidra como Ascensión), apostaron por una radicalización de las obsesiones que ambos habían mostrado en sus trabajos anteriores: diseñar misterios enrevesados sin solución obligatoria a la vista y orquestar ironías vitales que arrojan el existencialismo contra el muro de un callejón sin salida. Todo ello, con el apocalipsis, el desamparo religioso y el fin de los tiempos como escenario.

El resultado ha sido una de las mejores y más arriesgadas series de la década en un momento donde la competencia feroz se encuentra con el agotamiento de ciertas fórmulas que las ficciones televisivas han explotado durante los últimos años. En ese ecosistema, una The Leftover trágicamente ignorada por las cifras de audiencia que habrían asegurado su porvenir consiguió acomodarse en un vuelo bajo radar que le ha permitido desarrollar su libertad creativa para tensar sus propios límites narrativos con imaginación, un reparto entregado y un aparato formal de primera.

Somos afortunados de poder darle un merecido último adiós, así que si, aún no has empezado a ver The Leftovers, aquí va una pequeña presentación sin spoilers de gran magnitud para animarte a ponerte con ella.

LOS QUE SE MARCHARON

Igual que Ascensión, la acción de The Leftovers comienza tres años después de la misteriosa desaparición simultánea de 140 millones de personas a lo largo de todo el planeta. El desvanecimiento absoluto del 2% de la población humana de la Tierra sin dejar rastro un 14 de octubre. En vez de elucubrar sobre posibles explicaciones para un fenómeno así, que muchos relacionan con el Arrebatamiento (Rapto) cristiano, The Leftovers se centrará siempre en las distintas maneras que tienen sus personajes de lidiar con lo sucedido tras quedar atrás. No sólo a nivel individual, sino también social: algo como lo ocurrido supone un punto de inflexión para todas las creencias religiosas, surgen tanto nuevas sectas como gurús y charlatanes dispuestos a aprovechar el estado de vulnerabilidad de la población, la sociedad civil desarrolla instituciones para verificar la desaparición de personas, la comunidad científica se esfuerza por comprender qué ha ocurrido...

Es significativo que la familia Garvey, de la localidad ficticia de Mapleton, en Nueva York, sea la protagonista de la serie, pues a pesar de que ninguno de sus miembros fue víctima directa de la Ascensión, cada uno es uno reflejo distinto de sus consecuencias. La madre, Laurie (Amy Brenneman), se ha unido a la secta de los Culpables Remanentes, el hijo Tommy (Chris Zylka) escapa de casa para seguir a un gurú sanador, la hija Jill (Margaret Qualey) se ha convertido en una adolescente problemática... A medida que avance la historia, la figura del padre, el jefe de policía Kevin (Justin Theroux), como guía para la identificación del espectador en un mundo que el propio personaje nunca llega a comprender, irá diluyéndose, pues, igual que sucedía con Perdidos, The Leftovers es una historia orgullosamente coral, bien surtida de personajes atrayentes y complejos.

De hecho, uno de los principales atractivos de la serie, que seguramente ha jugado en su contra a la hora de enganchar a cantidades mayores de público, es la facilidad con la que The Leftovers se aparta de la historia principal de cada temporada para explorar otros meandros narrativos sin mayor finalidad que saciar la curiosidad de ver hasta dónde se avanza por un camino. Así es como surgen los mejores episodios de la serie, aquellos que se pegan a las rocambolescas peripecias de un solo personaje, como la maravillosa Nora (Carrie Coon) en Guest (temporada 1), Kevin en International Assassin (temporada 2) o su padre, interpretado por Scott Glenn, en Crazy Whitefella Thinking (temporada 3).

Y si hablamos de desapariciones repentinas, otra de las señas de distinción de The Leftovers tiene que ser su facilidad para reinventarse sin perder la esencia que fluye por su interior. Una bendición excepcional, facilitada por el hecho de haber agotado la fuente literaria original con la primera temporada. A partir de ahí, cada comienzo de nueva temporada ha tenido el mismo efecto reparador de un puñetazo en el estómago de quienes se hubieran encariñado con el tono de la serie durante la temporada anterior. Cambian localizaciones y una gran cantidad de personajes (aunque se mantienen los principales); los primeros compases de cada inicio de temporada son una lección de narración digresiva a la par que absorbente. Los trucos de Lindelof como demiurgo en estado puro.

LOS QUE SE QUEDARON

Más allá de las posibles teorías y elucubraciones sobre qué sucedió exactamente el 14 de octubre, la búsqueda de pistas en cada esquina narrativa que da combustible a las comunidades comentaristas de internet como en su momento sucedió con Perdidos o Westworld o el disfrute sin paliativo de la presencia y talento dramático de intérpretes en estado de gracia como la citada Carrie Coon o Kevin Carroll, lo que eleva a The Leftovers muchas atmósferas por encima de sus contemporáneas es el mimo visual de cada episodio. Es una serie a situar en la misma liga de pulcritud formal y audacia en la puesta en escena que aquellas obras que más contribuyen a la variedad plástica de la pequeña pantalla, como Better Call Saul, Mr. Robot o Legión.

De acuerdo, un desorientado Peter Berg dio el pistoletazo de salida de la serie con pasos en falso y una temblorosa cámara en mano rutinaria, casi capaz de desanimarnos antes de empezar. Pero, a medida que The Leftovers encuentra su tono narrativo con el discurrir de los episodios, también se asienta su identidad visual. A partir de la segunda temporada, con la consagración de la realizadora Mimi Leder como marcadora de la pauta formal de la serie, las imágenes se estabilizan, los encuadres se llenan de información, los primeros planos crecen en intensidad emocional y la gestión de información se traslada del avance argumental a la puesta en escena.

Mención especial merecen los episodios dirigidos por Craig Zobel, responsable de películas tan interesantes como Great World of Sound (2007), Compliance (2012) y Z for Zachariah (2015), donde The Leftovers explota una de sus armas más contundentes: el poder de dos personas hablando, contándose su vida y tratando de buscarle una explicación. Una justificación. Una narración en la que creer, porque no hay nada más importante para seguir adelante. Prácticamente todo lo que surgió a partir de la Ascensión tiende a eso y la misma dinámica se repite en varios momentos a lo largo de la serie, para terminar revelándose como un artificio. Algo en lo que creer, cuya realidad es menos importante que el acto de creer en ello. Zobel llega hasta a aislar a los personajes en primeros planos casi abstractos, con fondos negros.

'The Leftovers': la mejor serie que nadie ha querido ver
'The Leftovers': la mejor serie que nadie ha querido ver

Por último, ningún repaso a las virtudes de The Leftovers estaría completo sin mencionar el potente trabajo de Max Richter a la música. Antes de que Denis Villeneuve descubriera su eficacia para transmitir estados emocionales frágiles sampleándolas en La llegada, las melodías de Richter al piano ya empapaban cada momento climático de la serie. De hecho, muchas veces da la impresión de que sus notas deberían ser el motivo más directo para que la gente se sumergiera en las imágenes, historias y hasta reflexiones metafísicas que llevan aparejadas. La puerta de entrada definitiva. En algo hay que creer.

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