[SPOILERS] 'Juego de tronos' ha desperdiciado a su mejor personaje

Se merecía aquel tajo en la garganta, pero su muerte nos ha sabido a poco...
[SPOILERS] 'Juego de tronos' ha desperdiciado a su mejor personaje
[SPOILERS] 'Juego de tronos' ha desperdiciado a su mejor personaje
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Contiene SPOILERS de Juego de tronos T7E7

Los señores de HBO no son tontos en absoluto. Y, con el final de la séptima temporada de Juego de tronoshan vuelto a demostrarlo. Si ya has visto el episodio, sabes de qué estamos hablando, así como por qué Emilia Clarke siente la urgente necesidad de lavarse los dientes y por qué los Siete Reinos de Poniente están más jodidos que nunca.

Ahora bien: nosotros ya ejercimos de voces discordantes, y vamos a hacerlo de nuevo. Porque, entre dragones zombies, muros de hielo derrumbándose, Lena Headey recordándonos aquello de "cuando soy mala, soy aún mejor" y la familia Targaryen volviendo a sus costumbres incestuosas (aunque sin saberlo), el culebrón medieval-fantástico ha tirado a la basura a su mejor personaje. Y de una forma muy poco digna, además.

[SPOILERS] 'Juego de tronos' ha desperdiciado a su mejor personaje

¿De quién estamos hablando? Pues de quien va a ser: de Petyr Baelish, alias 'Meñique'. Ya desde la primera temporada, el personaje de Aidan Gillen demostró ser, no ya una de las creaciones más sobresalientes del escritor George R. R. Martin, sino también una figura señera (por inesperada) en el género de fantasía, ya en forma literaria, ya en audiovisual. Así pues, y aunque ver su mentirosa garganta seccionada por Arya Stark nos ha dado gustito, afirmamos que este banquero, proxeneta y conspirador no se merecía un final así.

El supervillano capitalista

Decimos esto, para empezar, porque Meñique es la clase de personaje que uno jamás se hubiera esperado encontrar en una serie como esta. Y menos aún en un género siempre rebosante de supervillanos con casco cornudo. Siguiendo con su intención de leer la fantasía en clave de cinismo y realpolitik, Martin no le confió a una figura siniestra y bigger than life la misión de poner en marcha la Guerra de los Cinco Reyes y dejar Poniente como un solar. Eso habría sido demasiado predecible.

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En vez de eso, el causante de todo el caos y la masacre fue un señor bajito con talento para el fraude fiscal. Y sus armas, en lugar de hordas de monstruos subhumanos o un talismán apocalíptico (el Anillo Único, el Gran Único Chupete o similar), fueron la doble contabilidad (para dejar a las casas nobles en números rojos, deseosas de llenar sus arcas por cualquier medio) y unos cuantos asesinatos bien colocados, para sembrar la paranoia entre los detentadores del poder. Meñique no es Sauron: es, más bien, un Luis Bárcenas  fantástico. O, si hacemos caso al propio George R. R. Martin, una versión perversa y medieval del Jay Gatsby de F. Scott Fitzgerald.

Como sabemos, Meñique se volvió malo malísimo de jovencito, cuando Brandon Stark (no el que todos conocemos, sino el hermano mayor de Eddard) estuvo a punto de matarlo. ¿Su crimen? Haberse enamorado de Catelyn, la futura madre de Arya, Sansa y compañía, siendo ella una aristócrata de alto rango y él un hidalgo sin recursos. Desde entonces, y mediante los medios que hemos descrito, Petyr puso en marcha un satánico plan que, a diferencia de los de cualquier señor de las tinieblas, no aspiraba a conquistar el Trono de Hierro (aunque eso también estuviese en la minuta). Ni siquiera a destruir el mundo.

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Lo que quería Meñique era echar abajo la sociedad feudal de Poniente, con sus estamentos y sus relaciones de vasallaje. Más que a ponerse al frente del viejo orden, sus metas apuntaban a un mundo que ha evolucionado hacia el capitalismo financiero, donde el dinero importa más que la nobleza de sangre y la astucia más que la destreza militar o cortesana. El lema de Petyr Baelish (aquello tan bonito de "el caos es una escalera") está en oposición absoluta a un régimen alzado sobre la inmovilidad social. Y, para cualquiera de los aristócratas que protagonizan Juego de tronos, debería resultar más aterrador que los caminantes blancos.

¡Aquí falta un discurso!

De acuerdo: todo lo anterior lo hemos formulado desde la perspectiva del fan muy fan. Y quienes nos acusen de habernos fijado en Canción de hielo y fuego (el meganovelón que ha dado origen a Juego de tronos) más que en la serie no andará desencaminado. Pero, aseguramos aquí, la versión literaria de Meñique y su contrapartida en imágenes no están tan alejadas, aunque en TV se nos haya hecho menos hincapié en su faceta de estafador y más en la de traficante de personas. La cual da, si nos preguntan, mucho más asco.

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Así pues, nos mantenemos en nuestras trece: puede que deseásemos ver muerto a Meñique desde que traicionó a Eddard Stark, allá cuando el mundo era joven y Daenerys Targaryen no tenía dragones. Pero lo que jamás habríamos querido es verle cayendo así, suplicando clemencia y tratando de excusarse ante Sansa y las demás familias nobles del Norte.

Porque, ¿cuál es el rasgo que define a Meñique, como personaje, además de su facilidad para mentir y manipular? El orgullo. Ese mismo orgullo que le llevó a poner contra las cuerdas a todo un país desde su gris posición de burócrata, y a reírse (o, más bien, a sonreír de medio lado y acariciarse la perilla) mientras las mismas familias linajudas que lo habían despreciado se masacraban entre ellas. Así pues, ¿tanto les costaba a Benioff y Weiss proporcionarle un último momento de gloria?

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A nosotros nos hubiera gustado ver caer a Meñique, sí, pero no sin antes cantarles las verdades del barquero a los Stark y sus vasallos. Recordándoles que él, siendo un mero chupatintas, les había hecho bailar a su son. Que todos los valores en los que afirman basar su poder se deshacen ante una factura o un pagaré, cual muro de hielo ante las llamas de un dragón no-muerto. Y que, pese a su orgullo de casta, los aristócratas siguen siendo carne y sangre.

Los mejores supervillanos son personajes con los que podemos empatizar, a pesar de nosotros mismos. Y sus crímenes también nos recuerdan, por fantásticos que puedan parecer, los crímenes de nuestro propio mundo. Hasta ahora, uno de los méritos de Juego de tronos era recordar ese principio. Ahora, sólo le queda Cersei Lannister para sostenerlo: esperemos que ella sí tenga el final (apoteósico) que le corresponde.

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