Recuerda 'Futurama': Este fin de semana, juega con tu mascota

Hace 14 años, la serie de ciencia-ficción de Matt Groening nos dio un golpe emocional lo bastante fuerte como para dedicarle un artículo.
Recuerda 'Futurama': Este fin de semana, juega con tu mascota
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Recuerda 'Futurama': Este fin de semana, juega con tu mascota

El 17 de noviembre de 2002 (fecha de su emisión original en EE UU: en España, tuvimos que esperar algo más), muchos fans de Futurama se vieron enfrentados a una paradoja que ni el profesor Fansworth hubiera podido prever. Si aquella era una de las mejores series animadas de humor de todos los tiempos, si Matt Groening se había superado a sí mismo tras dar la campanada con Los Simpson, y si les bastaba con oír la voz de Philip J. Fry (Iván Muelas, en castellano) para partirse de risa con ese siglo XXX lleno de chorradas... ¿por qué estaban llorando a lágrima viva? La respuesta cabe en dos palabras: Ladrido jurásico. O, en el original, Jurassic Bark.

Este episodio, séptimo de la cuarta temporada del show, no anda escaso de gags en comparación con el resto de la serie: todo lo contrario, algunos de sus momentos (como los encuentros con el jefe de Fry en la pizzería, y no digamos con su familia) resultan descacharrantes. Pero su premisa argumental... ay. Y su final... ay, ay, ay.

Por si alguien no lo recuerda, digamos que es aquel capítulo en el que el repartidor más inepto de Nueva York (y de Nueva Nueva York) descubre los restos fosilizados de Seymour, su fiel perro, al que vio por última vez en aquella aciaga Nochebuena de 1999 cuando fue ultracongelado por culpa de Mordisquitos. Pese a las estratagemas del siempre impresentable Bender, loco de celos ante la posibilidad de que Fry pueda tener a otro amigo, el pelirrojo del tupé está a punto de clonar a su canino compañero en una de las máquinas chifladas del profesor Fansworth. Pero, en ese momento, nuestro antihéroe decide que el pobre Seymour tuvo la oportunidad de vivir su vida, y que resucitarlo sólo le serviría para atarse a un pasado que ya no está ahí, con lo que renuncia a sus planes.

¿Hace bien Fry tomando esta decisión? Pues, para variar, ni de lejos. De hecho, el final de Ladrido Jurásico se considera como uno de los más deprimentes de la historia de las series estadounidenses. La combinación de la manifiesta estupidez del protagonista, la tristeza del pobre animal y la música de Michel Legrand para Los paraguas de Cherburgo (en una versión en inglés interpretada por Connie Francis) da como resultado una escena que renunciamos a describir, que luego se nos va el sueldo en pañuelos. Dale al play del vídeo si quieres sufrir.

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Semejante golpe bajo a las emociones del espectador tuvo sus recompensas, pero también su castigo. Entre las primeras, podemos citar excelentes críticas y una nominación a los Emmy, que finalmente resultó en una victoria... para Los Simpson, con un episodio (Los tres gays del bloque) que, por si fuera poco, no queda precisamente como uno de los mejores de la familia amarilla. El castigo al que nos referíamos antes consistió en docenas, cuando no cientos, de cartas en las que fans airados ponían a Groening y su socio David X. Coen como hojas de perejil, por manipuladores y crueles. Menos mal que esos espectadores no sabían que, en el primer borrador del guión, el fósil no era el del perro de Fry, sino el de su madre.

Movidos por la culpa, los responsables de Futurama trataron de remediar el desaguisado en la película El gran golpe de Bender. Pero Ladrido jurásico sigue golpeando a la audiencia en lugares muy específicos, y muy chungos. Como comentaba el escritor Martin Amis, las mascotas no sólo nos dan compañía, cariño y juego, sino también un recordatorio muy puñetero de nuestra propia mortalidad: "Después de dos gatos y nueve hámsters, un adolescente ya está preparado para la última llamada a la habitación de la abuela", apuntaba el inglés, siempre bilioso, en su novela Campos de Londres.

Así, este episodio de Futurama (una serie tan friki y tan intrascendente) resulta una fuente inigualable de vértigo metafísico. Si tienes una mascota, haznos caso: este fin de semana, haz hueco en tu agenda para mimarla y para jugar un rato con ella en honor al pobre Seymour. Ella seguro que te lo agradecerá. Y tú mismo, dentro de algún tiempo (esperemos que mucho), también.

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