Más extrañas, más femeninas: en 'Stranger Things' 2ªT, las chicas mandan

¿Sigues fiel a Eleven, o te has hecho de Mad Max? La segunda temporada de la serie de los hermanos Duffer acentúa el protagonismo de sus heroínas
Más extrañas, más femeninas: en 'Stranger Things' 2ªT, las chicas mandan
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Hace apenas quince días, uno de esos profetas yanquis del clickbait afirmaba estar convencido, sin haber visto un solo minuto, que Stranger Things 2 decepcionaría a los fans. El corazón de los fans es un misterio para un servidor, pero ya os digo yo que esa afirmación es más falsa que los dientes postizos de Dustin: Stranger Things 2 es una gozada que, a menudo, supera a la entrega original. En la primera, por ejemplo, gran parte del atractivo se limitaba a pillar las referencias nostálgicas ochenteras, que aquí se mantienen. De hecho, los hermanos Duffer, creadores de la serie, ambientan la historia en Halloween, de tal manera que pasan por caja Michael Myers, Jason Voorhees y demás filántropos del asesinato, pero también hay personajes más amables como Los cazafantasmas (¡hay bichejos!), los Gremlins (¡hay tres reglas!). La gran diferencia es que en esta segunda los personajes crecen (y no solo de tamaño), cambian los escenarios sin que Hawkins desaparezca, aumentan los personajes sin diluir los originales y la trama deja de ser basarse tanto en la sorpresa y el terror para adentrarse más en el cine de aventuras.

Las chicas son guerreras

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Los Hermanos Duffer no son tan listos como se creen (esa sugerencia de que su ambición es llegar al nivel de Steven Spielberg es una idiotez tan grande como la del clickbaiter del que hablábamos antes), pero sí muy inteligentes. Han visto rápidamente qué era lo que funcionaba en la primera temporada. Por resumirlo en una palabra: Eleven. Porque sí, la pandilla era muy graciosa… pero sin Eleven… Era complicado que la chica tuviera más protagonismo, así que han multiplicado y fortalecido los papeles femeninos, convirtiendo esta segunda temporada en un ejercicio de empoderamiento. Ahí descolla Max (Sadie Sink), la nueva skater pelirroja por la que suspira la pandilla… y alguna sorpresa más que veremos ya en la primera escena. Max, alias 'Mad Max', no desentona, pero verla al lado de Millie Bobby Brown es comprobar la diferencia entre una actriz y una superdotada. Ellas son poderosas, ellas tienen poder (y alguna hasta súper poderes)… Casi debería haberse titulado Stranger Things: X-Women (referencia nada baladí, por cierto). Como en la entrega anterior, la trama vuelve a girar en torno de Will y su peinado Princípe de Beckelar, esta vez sí, de cuerpo presente (o eso parece). Sin embargo, desde el punto de vista emocional, lo más hermoso de los nuevos capítulos es la lucha de los adultos (varones) por comprender y aceptar que las niñas se están haciendo mujeres, con los roces que eso conlleva. ¿He oído Dieciséis velas? Pues algo así… O La chica de rosa… si sustituimos el rosa por el negro…

Winona es un gif

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Del mismo modo que la presencia de Winona Ryder era un guiño a Bitelchús, los Duffer han intentando homenajear a una de las referencias más obvias de la serie con la presencia de Sean Astin, el Mickey de Los Goonies, película a la que esta vez recurren incluso espacialmente en el clímax de la serie (a ver… que yo me entiendo… ya sé que esta última frase es un poco confusa, pero no quiero que me acuséis de espoileador). Astin, que parece que se haya comido a Billy el Tuerto y Sloth, tiene una presencia ciertamente irritante como pareja imposible de Winona. Es, para explicarnos, el contrapunto humorístico que hasta ahora representaba Dustin, demasiado liado con los embrollos en los que se va a meter por su absurda vanidad como para contar chistes. Aun así, Dustin tendrá algunos de los momentos más divertidos de la serie, cuando se someta al coaching de ligoteo por parte de Steve. Por cierto, chapeau para Steve: su duelo a golpe de laca y peinados imposibles con el nuevo malote, Billy (hermano de Max), mientras su churri Nancy tontea con Jonathan, es 100% Jóvenes ocultos y ha despertado en mí una ola de compasión que no sentía desde que a Chenoa (y a su chándal gris) la abandonó David Bisbal .

De nuevo, los adultos son lo peor de la serie. Y, de hecho, Winona está especialmente mal: aunque lo arregla en los dos últimos episodios, en los siete restantes deambula como si de su gif en la entrega del Premio de Sindicatos de Actores se tratara: bipolar y con una tendencia al drama de folclórica de los años 50. Cierto es que su retoño Will se las trae y le vuelven a dejar la casa hecha unos zorros, pero ya debería estar acostumbrada… Para compensar, David Harbour, el sheriff John Hopper, emerge como uno de los pilares de la narración.

Regreso al futuro

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Cuando acabó la primera temporada no sabíamos qué posibilidades había de que nos zampáramos la segunda entrega. Pues bien, ya lo sabemos. En esta segunda, los Duffer han dejado suficientes líneas narrativas abiertas como para que estemos deseando que llegue la tercera. Eso, claro está, si consigues superar un adorable “casi final” de comedia romántica de instituto, que ha reventado mi (desde ya) patentado Medidor de Cosas Cuquis. Queremos Stranger Things 3. Y la queremos ya.

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