'Los 100' delincuentes que cayeron del cielo (y encumbraron la ciencia-ficción)

Una de las mejores apuestas de ciencia-ficción que nos ha dado la televisión reciente se prepara para decir adiós con su séptima temporada.
'Los 100' delincuentes que cayeron del cielo (y encumbraron la ciencia-ficción)
'Los 100' delincuentes que cayeron del cielo (y encumbraron la ciencia-ficción)
'Los 100' delincuentes que cayeron del cielo (y encumbraron la ciencia-ficción)

Año 2014. Black Mirror estaba en tierra de nadie, aún quedaban dos años para la revolución de Westworld, Fringe acababa de terminar y The CW, esa cadena ‘para jóvenes telespectadores’, territorio de Supernatural y los héroes de Greg Berlanti, buscaba una nueva serie de ciencia-ficción “flojita” para acompañar a Arrow, una de las joyas de la corona del canal. Fue entonces cuando Jason Rothenberg consiguió colar la subversiva Los 100, una “Battlestar Galactica en el espacio y Perdidos en la Tierra” en palabras del creador, dentro de esta parrilla familiar. ¿Cómo? Camuflando el piloto de drama teen.

Basada en la novela homónima de Kass Morgan, la historia nos trasladaba a una civilización futura. 97 años después de una guerra nuclear que había acabado con la civilización, los supervivientes de una estación espacial enviaban a 100 jóvenes delincuentes a comprobar si la Tierra ya era habitable.

Los típicos amoríos juveniles y las subtramas tontorronas duraron lo que tardó la pequeña Charlotte (Izabela Vidovic) en suicidarse. Cuatro episodios, lo justo para que The CW mordiera el anzuelo. A partir de ese momento, Rothenberg trastocó todo convencionalismo existente en la ficción televisiva con esta apuesta que trascendía géneros: estaba lejos de ser la serie adolescente que la cadena estadounidense compró, pero también se desligaba del arquetipo de distopía futurista. De repente, Los 100 se volvió incatalogable, con un lenguaje propio en una TV cada vez más saturada. ¿Y no es ese el gran triunfo de la ciencia-ficción, volverse indefinible?

La sangre pide sangre

En una Tierra boscosa, desconocida, habitada por Skaikru (la gente del cielo), clanes terrícolas y hombres de montaña, entre idiomas inventados (Trigedasleng) y leyes bárbaras, de repente el futuro no hablaba en clave tecnológica, sino que bebía de las civilizaciones pasadas. El contrapunto ‘moderno’ se encontraba en el Arca, esa estación espacial dictatorial (la falta de oxígeno ‘justificaba’ el control de la natalidad y la pena de muerte) que reflejaba la peor cara de una raza humana al borde de la extinción.

Así, se desataba una exploración feroz del instinto de supervivencia, de los regímenes autoritarios, del miedo a lo desconocido. Todo ello sin escatimar en sangre ni violencia explícita. Aprendimos a no encariñarnos con los personajes, ni a esperar fundidos a negro en las peleas más feroces.

En el futuro de Rothenberg tampoco había lugar para maniqueísmos. Nada de buenos y malos, solo personas que luchaban por vivir un día más, interpretadas por un elenco tan desconocido como brillante. Y, entre todos ellas, destacaban sus afinados personajes femeninos, confirmación de que, en situaciones extremas, las mujeres mandan mejor.

'Los 100' delincuentes que cayeron del cielo (y encumbraron la ciencia-ficción)

Desde la protagonista Clarke Griffin (Eliza Taylor), cabecilla de Skaikru; hasta Raven Reyes (Lindsey Morgan), la ingeniera más hábil del espacio; pasando por Lexa (Alycia Debnam-Carey), la comandante de los clanes terrestres e icono gay; o la guerrera de los Trikru Indra (Adina Porter), esta ficción siempre ha sido un territorio empoderador. Mención especial para Octavia Blake (Marie Avgeropoulos), que empezó siendo la hermana caprichosa de Bellamy (Bob Morley), seria amenaza de cliché con melena, y se ha erigido en la teniente Ripley millennial.

Ahora que el final se acerca, conviene recordar que Los 100 arrancó como una grata sorpresa y se ha ido consolidado como una de las apuestas más arriesgadas de una ciencia-ficción que vive su particular edad de oro en pequeña pantalla. Hemos sobrevivido a guerras de clanes, a trasplantes de médula, a inteligencias artificiales, a apocalipsis nucleares y a criogenizaciones. Hemos comprobado que unos buenos personajes, también secundarios (Murphy, Marcus), compensan cualquier limitación técnica en escenas de acción y que las batallas de gladiadores nunca estarán sobrevaloradas (gracias, Octavia).

En su séptima y última temporada, la serie regresa a la lunática Sanctum, a esa comunidad aparentemente idílica en la que el peor enemigo del hombre vuelve a ser el propio hombre. Nos enfrentamos por última vez al análisis encarnizado de la condición humana pasado por muerte, aniquilación y líderes femeninas. A la espera de saber quién respira el último, a Rothenberg le queda la satisfacción no solo de haber ‘engañado’ a The CW, sino también a todos los que tildaron a la serie de mero entretenimiento juvenil. “Que volvamos a vernos”.

La séptima y última temporada de Los 100 se estrena el 15 de junio en SYFY.

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