Luces y sombras de 'La línea invisible', el primer asesinato cometido por ETA

Los seis episodios de Movistar+ recogen la narración de cómo la banda terrorista comenzó su largo historial de atentados.

En 1968, la historia de España comenzaba un nuevo (y sangriento) capítulo que, durante décadas, azotaría a toda la sociedad a lo largo y ancho de todo el país. La organización Euskadi Ta Askatasuna (ETA) daba un paso más allá al cometer su primer asesinato, tras el cual causarían más de 800 muertes a lo largo de su historia. La línea invisible llega ahora a Movistar+ para adentrarnos en la historia de cómo un grupo nacionalista vasco decide radicalizarse para alcanzar este punto, con sus más y sus menos.

¿De verdad es el País Vasco?

De primeras, sorprende un elenco protagonista conformado casi en su totalidad por actores que no son vascos: Àlex Monner (de madre vasca, pero criado en Barcelona), Anna Castillo, Enric Auquer, Antonio de la Torre... Y que nos hace preguntarnos si no hay intérpretes de la zona lo suficientemente destacables como para poder narrar la historia (qué pensarán actorazos jóvenes como Eneko Sagorday). La excepción entre los protagonistas del reparto, en un papel entre la ficción y la realidad como El inglés, es el de Asier Etxeandia.

Aquí siempre entra el eterno debate sobre la interpretación y las dotes de los actores, pero en este caso el creador de la miniserie Mariano Barroso, y actual presidente de la Academia de Cine, decide arriesgar. Evita así el arraigo de unos intérpretes, el cual podría haber otorgado un mayor realismo a una historia que, por momentos, da la sensación que no está bien ambientada. Monner es de los pocos, junto a Patrick Criado, que intenta dar una intención a la forma de ser autóctona. Sin éxito, todo hay que decirlo. A pesar de lo cual, el elenco es parte del gran atractivo de la producción. Dicho de paso, el uso puntual del euskera también sorprende, en una zona donde su utilización es más que común, y más entre los miembros de esta organización. La valentía de películas como Handía, Loreak o Errementari aún no cala en todas las ficciones.

Un reflejo cercano a los sucesos reales

En honor a la verdad, Barroso hace un análisis bastante acertado de lo sucedido, pero que en ocasiones se muestra indulgente hacia los hechos, y es que se trata de la historia de una radicalización. El cineasta peca más por lo que no muestra, que por lo que sí. El asesinato del guardia civil de tráfico, de 25 años, José Antonio Pardines (Xoán Fórneas), y el de su primer objetivo el jefe de la Brigada Político-Social de Guipúzcoa,  Melitón Manzanas González (Antonio de la Torre), son mostrados de la manera más fidedigna posible. De igual manera, la conversión en mártir, a través del acertado retrato, de Javier Etxebarrieta Ortiz (estudios, drogas, y llegada a la cúpula dirigente incluidos) también representa la verosimilitud de los hechos.

A pesar de todos los aciertos de La línea invisible, los amores, los embarazos, la romantización de unas ideas por defender la patria o el hermano indefenso (tetrapléjico) que se proyecta en el más joven, son ideas de más que, en la plasmación de los eventos reales, se vuelven a veces confusas e inexplicables. Dónde se quedan por el camino el reflejo sobre la complejidad de la estructura de la organización y la dificultad de sus cónclaves para llegar a decisiones tan extremistas en la V Asamblea, la división entre sus propios integrantes (muy de pasada en la serie) en suborganizaciones como ETA Berri y ETA Zaharra, la captación de los jóvenes, la opinión de la sociedad vasca tanto favorable como desfavorable... Y es que la importancia de la contextualización es muy importante en historias de esta índole, y es algo en lo que la serie falla estrepitosamente. 

Historia a medio gas

Aunque Barroso intenta hacer un acercamiento a la historia sin acritud, lo cierto es que se queda a medio gas. En esto, obras literarias como Patria de Fernando Aramburu, y a la espera de que llegue como serie próximamente a HBO, se muestran de una manera más clara, evitando tanto estigmas como florituras innecesarias. Y es que una historia siempre tiene dos partes, y está bien darles cabida. Si bien, esto no es ninguna novedad. A lo largo de las décadas, hemos tenido multitud de producciones sobre ETA, que han mostrado todas las perspectivas a través de películas como Operación Ogro (1979), El Pico (1983), El caso Almería (1983) o Ander o Yul (1989), algunas cercanas a la izquierda abertzale, y otras no tanto. Siempre teniendo claro que en los conflictos armados nunca hay vencedores ni vencidos.

También es de justicia señalar que los mejores momentos de La línea invisible, y pese a los embellecimientos innecesarios, se corresponden con las relaciones amorosas. Y es que tras algunas de las joyas de Barroso como El día de mañana, las parejas conformadas por Txiki (Anna Castillo) y Maxi (Joan Amargós), y José Antonio Pardines (Xóan Fórneas) y Amelia (Alba Loureiro), vuelven a ser los grandes elementos de la miniserie compuesta por seis capítulos. Una sensibilidad inherente al cineasta, que ya viene demostrándonos desde hace tiempo. Un acercamiento a una historia que, en mayor o menos medida, supone una nueva revisión sobre lo ocurrido en el norte de España.

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