¿Qué le pasa a 'La casa de papel' con sus mujeres?

La cuarta temporada no ha sabido explotar todo el potencial de las atracadoras. Nairobi, Tokio o Lisboa merecen mucho más.
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¿Qué le pasa a 'La casa de papel' con sus mujeres?

[ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS DE LA CUARTA TEMPORADA DE LA CASA DE PAPEL]

Nairobi (Alba Flores), Tokio (Úrsula Corberó), Estocolmo (Esther Acebo), Lisboa (Itziar Ituño), Alicia Sierra (Najwa Nimri) y la recién llegada Manila (Belén Cuesta). Hay muchas cosas que podríamos decir de cada una de las mujeres protagonistas de La casa de papel, seis perfiles totalmente diferentes, pero no siempre opuestos. Al fin y al cabo, todas ellas son guerreras que luchan por demostrar su valía en un mundo de hombres.

Podemos hablar de empoderamiento en los seis casos. También de fortaleza y crecimiento personal. Podemos hablar de sensibilidad y vulnerabilidad, pero siempre revestido de la fuerza con la que sus actrices pronuncian cada frase, ejecutan cada acción. Y, tal vez por eso, nos hemos quedado con la impresión de que, en la cuarta temporada de la serie, merecían mucho más peso y profundidad. Arcos no tan etereotipados. Merecían mucho más que ser comparadas con "Maseratis". Lo analizamos personaje a personaje:

Nairobi

¿Qué le pasa a 'La casa de papel' con sus mujeres?

Nairobi es, ante todo, una superviviente que se ha hecho a sí misma. Un personaje que no estaba en los guiones iniciales, pero sin la que, ahora, La casa de papel parece imposible. Emblema de la causa feminista casi sin quererlo desde aquel "Empieza el matriarcado" (esas palabras siempre nos recordarán a Flores mirándonos fijamente a través de la cámara), la tercera temporada nos permitió ahondar más en su pasado, en esa Ágata Jiménez que falsificaba por necesidad y terminó perdiendo la custodia de su hijo.

Enérgica, luchadora y alegre, ella siempre ha sido la fuerza entre los 'Dalís'. También durante esta cuarta entrega, en la que, pese a estar malherida, nos ha regalado una nueva reivindicación feminista a modo de discurso motivacional: “¿Sabéis qué da mucho miedo también? Volver a casa de noche sola. Pero una continúa haciéndolo. Coge el miedo de la mano y a seguir viviendo. ¡Porque hay que vivir, señores! ¡Hay que vivir hasta el final!”.

¿Cuál ha sido el problema con la carismática atracadora entonces? Que ha caído en clichés de género como nunca antes. ¿De verdad era necesaria toda esa subtrama sobre su deseo de volver a ser madre, con el Profesor (Álvaro Morte) como futuro donante? ¿Se trata de una estrategia poco acertada para hacer su pérdida aún más trágica? Como si eso fuera necesario... Por no hablar de la historia de amor impostada y precipitada con Bogotá (Hovik Keuchkerian)... Nairobi es mucho más que una treintañera cuya mayor aspiración en la vida es ser madre o encontrar el amor. Ella rompe (o rompía) con esos convencionalismos, se niega (o negaba) a ser otro estereotipo femenino con patas.

Su propio asesinato no termina de hacerle justicia. El sacrificio de Berlín (Pedro Alonso) sirvió para redimir al complejo personaje, conocer su vínculo fraternal con el Profesor y salvar la vida de sus compañeros. En el caso de Nairobi, si bien la joven muere matando y ese disparo entre ceja y ceja resulta impactante, su despedida no responde a un propósito mayor que el de hacer espabilar al resto de la banda.

Tokio

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Silene Oliveira no es la narradora de toda esta historia por casualidad. Ella nos permite adentrarnos desde un punto de vista más femenino en un atraco orquestado por hombres. Además, Tokio es desde el comienzo sinónimo de poder, de carácter, una mujer de armas tomar, una heroína de acción. Sin embargo, por ese mismo encasillamiento se ha visto a menudo reducida al rol de "sex symbol", en esta temporada más que nunca.

Si bien arranca la entrega tomando las riendas del atraco, poco le dura el gobierno. Repitiendo la fórmula Nairobi-Berlín, Tokio se hace con el liderazgo de Palermo (Rodrigo de la Serna), pero solo en los primeros episodios. El argentino no tarda en volver a ponerse al frente para tratar de capturar a un Gandía (José Manuel Poga) al que él mismo ha liberado. Y nosotros nos preguntamos: ya tenemos al Profesor al frente del robo, ¿por qué la serie no termina de apostar por una mujer capitaneando la misión desde dentro? ¿Y, sobre todo, por qué cuando ellas intentan hacerse con el control de la situación, nunca funciona?

En el plano personal, una Tokio sin Río resulta ser una Tokio que roza a menudo el despecho, celosa, perdida, una Tokio que se deja cosificar por sus compañeros. Para prueba, esa provocación gratuito a Denver (Jaime Lorente) cuando se entera de que este la ha comparado con un Maserati ("Si quieres te doy una vuelta. Luego le damos al botón, borramos la cinta, destruimos la caja negra y aquí no ha pasado nada"), o su interacción con Gandía en la habitación del pánico, en la que se 'sexualiza' a sí misma para cabrear al villano con frases como "me pones cachonda" o "quiero follar".

Estocolmo

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Mónica Gaztambide no pinta mucho en este atraco. Está aquí casi por casualidad, lo ha dejado todo (su vida, a su hijo) conducida por el amor ciego que siente hacia Denver. Bueno, cada vez menos ciego, porque al menos es de las pocas que en los nuevos episodios responde con hastío y decepción ante los comentarios machistas de su pareja. Pese a que, en la cuarta temporada, Estocolmo protagoniza una especie de emancipación respecto a su novio y recuerda que en el amor no todo vale, sigue sirviendo a los guionistas como mero desencadenante de la historia que quieren contar con Denver, aquí más frustrado y celoso que nunca.

No es algo nuevo para Mónica, a la conocimos como amante de Arturito (Enrique Arce) y que en las dos primeras entregas también hacía ese mismo papel de detonante para las tramas del ladrón más bailongo de la banda. Ahora, en un segundo plano, el personaje no termina de encontrar su lugar en el robo hasta los últimos episodios de la cuarta parte, en los que toma el control de la sala de fundición. Pero, incluso en ese  refrescante contexto, la sobra de Denver sigue siendo alargada.

Manila

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Habrá gustado más o menos la elección de una actriz cisgénero para dar vida a un personaje transgénero, pero, más allá de ese aspecto de Julia/Manila, su problema en términos dramáticos es que se pasa la mayor parte de la cuarta parte sentada en el suelo con el resto de rehenes, casi pidiendo permiso a Denver para rebelarse.

No es hasta el último episodio cuando finalmente revela su identidad al resto de presos para condenar simbólicamente a Arturito (simbólicamente, sí, pero con un tiro en la rodilla) por haber drogado y violado a Amanda (Olalla Hernández). El resto de la temporada, apenas ha tenido un episodio de lucimiento. Ahora que Nairobi no está, todo apunta a que Manila podría 'ocupar su lugar' entre los atracadores. Nosotros esperamos ver más de esta secundaria que, de momento, solo nos ha demostrado lo bien que se le da echar miraditas impacientes a Denver.

Lisboa

¿Qué le pasa a 'La casa de papel' con sus mujeres?

Estocolmo no es la única que lo ha dejado todo por amor. Sabemos de cierta inspectora que cambiaba la placa por el título de prófuga para estar con el Profesor. No contenta con eso, se embarcaba en un atraco pese a las consecuencias que podía ocasionar a su hija y a su madre con alzhéimer... Raquel Murillo ha experimentado un gran cambio desde que la conocimos en aquella carpa policial atusándose la coleta con un lápiz.

Aquella policía que lidiaba con los recelos y los prejuicios de una profesión por lo general de hombres, y soportaba los chismorreos sobre los maltratos que había sufrido a manos de su ex, convirtió desde el inicio sus flaquezas en fortaleza. Ella es probablemente uno de los personajes femeninos que, en ese aspecto, más nos ha aportado también en esta cuarta parte. Aunque solo sea por su pulso con Alicia Sierra, dos excompañeras que se conocen, se retan y terminan por verse reflejadas la una en la otra.

La hemos dejado en el Banco de España con el resto de la banda. Alguien que conoce a la policía, que tiene temple y dotes de estratega, tanto como su querido novio. Es una agente preparada, que consiguió crecer en el cuerpo pese al machismo imperante. Desde aquí proponemos: ¿Y si toma el mando del plan desde dentro? Más cabal que Palermo es...

Alicia Sierra

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Y llegamos a la excepción que confirma la regla. Alicia es retorcida, sí, pero también una mujer brillante, inteligente, trabajadora y más astuta que toda la inteligencia internacional junta. ¿Quién si no sería capaz de dar con la guarida de alguien tan metódico como el Profesor? Incluso ese intento algo chirriante por justificar sus acciones más cuestionables (torturas a Río, engaño con disparo final a Nairobi, amenazas a Lisboa...) con la muerte del marido enfermo no resta ni pizca de fuerza y 'villanía' a esta embarazada adicta al azúcar.

Además, a ella le debemos una de las mejores escenas que nos ha dejado esta última temporada: comienzo del episodio 8, Sierra entra en rueda de prensa, aparentemente dispuesta a cargar con la culpa de las torturas de Río... Pero, termina por dejar con el culo al aire a sus jefazos, a la policía nacional, al CNI y hasta al Ministerio del Interior. Toma empoderamiento, toma golpe al poder y toma revolución. Todo en menos de lo que tarda en comerse un regaliz.

Puesto a soñar, ¿y si, en lugar de acabar con el Profesor al comienzo de la quinta parte, se une a él? No se nos ocurre mejor personaje para poner orden en esa banda con demasiados clichés entre sus mujeres y algún que otro machito de más.

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