'El ministerio del tiempo': 8 historias de España que deberían estar en la serie

Desde Julio César hasta la bomba atómica de Franco: ocho oportunidades posibles para que la patrulla se gane el sueldo
'El ministerio del tiempo': 8 historias de España que deberían estar en la serie
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'El ministerio del tiempo': 8 historias de España que deberían estar en la serie

Ebulliciones en Twitter los lunes por la noche, fanarts y fanfictions por doquier, un juego de rol... Está claro: El Ministerio del Tiempo ha conseguido, gracias a su sencillez y su atrevimiento, convertirse en la primera serie española que moviliza en masa al frikerío nacional, y que incluso llama la atención fuera de nuestras fronteras. Y nosotros, que somos fans, no queremos dejar de aprovecharlo. Porque la historia de nuestro país es muy turbulenta, y en ella nunca faltan ocasiones para que estos currantes de la causalidad cósmica se ganen el sueldo enmendando anacronismos. Tras escarbar en antiguos cronicones y polvorientos legajos, hemos encontrado estos ocho puntos de giro merced a los cuales el devenir de nuestro país (o incluso el de Europa, o el del mundo) podría acabar siendo muy diferente... a menos que alguien haga algo para evitarlo.

Julio César en Cádiz

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La historia: En una biografía tan llena de sobresaltos como la de Cayo Julio César, el hecho es casi irrelevante. Pero conviene saber que, recién cumplidos los 30 años, el futuro dictador de Roma pasó una temporada en la Hispania Ulterior (Andalucía, vamos) ejerciendo como recaudador de impuestos.

La serie: Estamos de acuerdo en que, si César hubiera muerto antes de tiempo, la historia de Europa sería muy diferente. También tenemos claro que los inspectores del Fisco no son figuras precisamente queridas, sobre todo si son ambiciosos, taimados y amigos de meterse en la cama con quien no deben. Justo como en el caso de Julio, mira tú. Si nuestros héroes viajasen al Gades del año 30 a. C. para salvarle de una muerte prematura, podrían ponerse morados de pescaitum fritum mientras Pacino (Hugo Silva) pregunta a los lugareños si han oído hablar de Astérix y Obélix.

Jaime I y los Templarios

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La historia: Con fama de esotérico, y tan ilustrado como diestro en las artes de la guerra, a este rey aragonés no le apodaban 'El Conquistador' sólo por su costumbre de anexionarse territorios. Entre sus hechos de armas, que fueron muchos, destaca la invasión de las Baleares: anda que no sabía nada, el tío...

La serie: Una de las muchas leyendas que rodean a Jaime el Conquistador afirma que no era el verdadero hijo de su padre Pedro II, sino un niño adiestrado por los caballeros templarios para suplantar al legítimo heredero. ¿Y si esto fuera cierto, y alguien tuviera pruebas de ello? Pues nuestros héroes tendrían que tomar medidas para mantener la historia en su sitio. Además, haría falta una experta en la Corona de Aragón... y quién mejor para ello que Amelia Folch (Aura Garrido). Nuestra lingüista decimonónica favorita podría regresar a la serie por un solo capítulo para dejarse decir ternezas, en perfecto catalán y bajo el sol de Ibiza: todo un cambio después de Lope de Vega.

La rebelión Trastámara

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La historia: Las familias reales de la Edad Media, era lo que tenían: cuando un monarca como Pedro I el Cruel se malquistaba con sus hermanos bastardos, la Península acababa hecha un campo de batalla en el que terciaban ingleses (el Príncipe Negro, nada menos), las Compañías Blancas del mercenario francés Bertrand DuGuesclin y, en general, cualquier hombre de armas dispuesto a sacar provecho de tamaño sindiós.

La serie: Pese a sus métodos expeditivos, Pedro I de Castilla era un monarca muy querido por el pueblo llano... y muy respetuoso con sus súbditos judíos. Así las cosas, ¿quién nos dice que no tuvo acceso a una edición del Libro de las Puertas? La cosa se complica aún más cuando pensamos que su peor enemigo, Enrique de Trastámara, fue el tatarabuelo de una tal Isabel la Católica: si la rebelión no llega a tener éxito, el Ministerio jamás habrá existido.

La princesa de Éboli

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La historia: Obscenamente rica, culta y refinada, Ana Mendoza de la Cerda era también una duelista de talento, y una maestra de la intriga que podría (o no) haber puesto en serios aprietos al mismísimo Felipe II gracias a sus manejos con el corrupto Antonio Pérez. Y, además, llevaba un parche muy sexy en un ojo.

La serie: Tal vez Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda) sea uno de los personajes más carismáticos de la serie, pero seguro que se siente muy solo. Si la patrulla se encontrase con la de Éboli durante un viaje al siglo XVII, el espadachín podría vivir un romance transtemporal de lo más tórrido con una dama que se le parece mucho en el temperamento, y también en la habilidad para blandir el acero.

Las brujas de Zugarramurdi

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La historia: Allá por 1608, la Inquisición inició uno de sus procesos más sonados en una localidad del Pirineo navarro. Aunque algunos encargados de la investigación aseveraron que aquello tenía poco que ver con Satán, y mucho con intereses políticos, la cosa se saldó con más de 20 muertes, algunas de ellas en la hoguera y otras en las mazmorras de Logroño.

La serie: Si bien Álex de la Iglesia ya nos ofreció una versión, digamos, creativa del caso de Zugarramurdi, la historia real daría para un gran episodio de El Ministerio del Tiempo, sobre todo cuando recordamos que Ernesto (Juan Gea) sabe lo suyo de piras y autos de fe. Ante mujeres tan cultas y atrevidas como Amelia Irene (Cayetana Guillén-Cuervo), a un inquisidor le faltaría tiempo para preparar la leña y los sambenitos. Y si ha lugar un cameo de Carmen Maura, pues tampoco nos vamos a quejar.

El motín de Esquilache

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La historia: El marqués de Esquilache (amigo y consejero del rey Carlos III) tuvo la idea de mejorar la ciudad de Madrid, pavimentando las calles, instalando alcantarillados... y también dictando ordenanzas sobre la vestimenta de los ciudadanos. Un populacho hambriento (empujado por el clero y parte de la nobleza) se tomó fatal esto último, alzándose en armas.

La serie: Con la Guerra de Sucesión aún cercana en el tiempo, y con el país inmerso en una modernización que nunca terminó de llevarse a cabo, el siglo XVIII español no fue precisamente un camino de rosas. ¿Cómo se las apañó el Ministerio durante aquellos años? Nuestros amigos podrían conocer esto último de primera mano si, pongamos, alguien decidiera instalar una guillotina en la Puerta del Sol en 1776... casi 20 años antes de que el macabro cacharro fuera inventado en Francia.

Einstein visita España

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La historia: Cuando un comité catalán de sabios invitó a Albert Einstein a dar seis conferencias en España (1923), el sabio alemán ya había formulado su Teoría de la RelatividadDurante la visita, Einstein se entrevistó con personajes como el anarquista Ángel Pestaña, y también con el rey Alfonso XIII, mientras se incubaba el golpe de estado de Primo de Rivera.

La serie: ¿Qué cara se le quedaría a Einstein si descubriese que los viajes en el tiempo son posibles, sin necesidad de viajar más rápido que la luz? Un capítulo ad hoc de El Ministerio del Tiempo nos permitiría averigüarlo. Por otra parte, don Albert llenó durante su visita varias pizarras con fórmulas que asombraron a sus coetáneos. Esas pizarras fueron borradas tras las charlas... o eso se dice. Lo mismo alguien las tiene colgadas ahora en un laboratorio.

La bomba atómica de Franco

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La historia: Temblores dan sólo de pensarlo, pero así fue. En 1951, el gobierno franquista inició el proceso para convertir a España en una potencia nuclear. Y, a finales de los 60, estuvo a punto de conseguirlo. Según la historia oficial, la bomba atómica del Caudillo murió antes de nacer debido a la insuficiente tecnología patria, pero si ves El Ministerio del Tiempo, ya sabrás que esa clase de explicaciones nunca son reales del todo.

La serie: Detonadores obtenidos 'gracias' a las bombas de Palomares, el peligro de una explosión atómica en el centro de Madrid (o de un bombardeo nuclear sobre Marruecos, con las consiguientes represalias internacionales), agentes de la CIA y la KGB rondando por el Pardo... Aquí tenemos todos los ingredientes para un capítulo calentito, la verdad. Si aceptan esta misión, nuestros héroes podrían incluso verse las caras con el máximo responsable del proyecto: un tal Luis Carrero Blanco. 

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