Carlos Cuevas ('Merlí: Sapere Aude'): “Me cae un poco mal la gente envidiosa”

Entrevistamos a Pol Rubio (Carlos Cuevas) ante el estreno de Movistar+ del spin-off de 'Merlí', que también cuenta con David Solans y María Pujalte.
Carlos Cuevas ('Merlí: Sapere Aude'): “Me cae un poco mal la gente envidiosa”
Carlos Cuevas ('Merlí: Sapere Aude'): “Me cae un poco mal la gente envidiosa”
Carlos Cuevas ('Merlí: Sapere Aude'): “Me cae un poco mal la gente envidiosa”

La historia de Carlos Cuevas (Montcada i Reixac, Barcelona, 1995) dista mucho de parecerse a la del típico actor que mamó la interpretación desde niño en su casa —su madre tiene una panadería y su padre es empresario—. Él, aficionado culé, pensaba ser futbolista, así que empezó a cursar clases extraescolares de teatro en su pueblo por pura diversión. En una ocasión, cuando apenas levantaba dos palmos del suelo, ejerció de modelo publicitario. Vio que lo de ponerse delante de una cámara le gustaba y, como crío desvergonzado que era, acabó haciendo una prueba —con apenas siete años— para un papelito en una película. A ese trabajo le seguiría inmediatamente después otro, esta vez de mayor peso, en un culebrón llamado Ventdelplà.

Carlos Cuevas ('Merlí: Sapere Aude'): “Me cae un poco mal la gente envidiosa”

Durante un lustro, Carlos compaginó como pudo sus estudios en el colegio e instituto con su trabajo en esa serie creada por Josep Maria Benet i Jornet y emitida por TV3. “He faltado mucho al colegio durante mi vida estudiantil, que todavía perdura por cierto”, comenta el actor a Cinemanía. “Lo suplí con ayuda de mi madre, con la de mis compañeros de clase y con muchísimo esfuerzo. Nunca nadie me regaló nada. Soy superexigente conmigo mismo”.

Ser niño actor tenía sus ventajas, pero Cuevas no recuerda que ninguno de sus compañeros le vieran como el compi guay que sale en la tele. “Nadie nunca en mi infancia me encumbró o trató como un ídolo en mi círculo más íntimo”, explica. “Lo que mejor me ayudó es que mis amigos de toda la vida, que todavía los mantengo, no vieron nunca mis trabajos. Sí que es verdad que en algún momento me he encontrado con gente que te mira con recelo o que habla por el simple hecho de que te dedicas a algo que es mediático”.

A los 15 años, y ya con estatus de actor popular en Cataluña, Ángel Llacer le ofreció la oportunidad de debutar en el teatro como protagonista de la obra Madame Melville, escrita por el dramaturgo Richard Nelson y en la que se narraba la historia de amor prohibido entre una profesora y su joven alumno. El boom definitivo, eso sí, llegó con su trabajo en la serie de TV3 Merlí, creada por Héctor Lozano y centrada en el día a día de un excéntrico profesor de filosofía —encarnado por Francesc Orella— empecinado en convertir a sus alumnos de bachillerato en los peripatéticos del siglo XXI.

El personaje de Cuevas en esa ficción —un rompecorazones frío, macarra y con alma de líder llamado Pol Rubio— se convirtió rápidamente en el preferido de muchas fans carpeteras y el éxito de la serie —convertida en un fenómeno global— llevó, incluso, a que aumentase notablemente el número de matriculaciones en la carrera de Filosofía en Cataluña. Atresmedia decidió comprar y emitir la serie autonómica, pero la cosa se desmadró definitivamente cuando Netflix compró los derechos para emitirla a nivel internacional. “Tomé conciencia [del éxito] cuando en abril estuve con Héctor Lozano en Buenos Aires y al bajar del avión nos estaban esperando fotógrafos y prensa”, confiesa.

“No me lo planteo como un plan B”, responde cuando se le pregunta si decidió estudiar Literatura para curarse en salud. “Estoy centrado en mi plan A, que es ser actor y trabajar de ello. Sí que me parecía una manera de enriquecer mi plan A. Pensaba que, siendo actor, todo lo que yo pudiera leer, tantos autores y tantos textos como yo pudiera conocer, sería rico para mi formación intelectual y actoral”.

El actor habla con una seguridad pasmosa. Confiesa que es un tipo tremendamente casero, que desde que era un pipiolo le fascina la lectura —“siempre he estado con un libro debajo del brazo”— y que las redes sociales le caen mal —“las uso y las entiendo como una herramienta de promoción y, en mi vida más íntima, como una herramienta de diversión, pero más desde el voyeurismo”—.

Y, aunque es un tipo relajado que se toma con filosofía el tema de la popularidad, reconoce que no ha logrado escapar de las garras de la selfitis que asola a España. “Me han pedido fotos en funerales, hospitales o parándome mientras yo iba llorando por la calle. Hay momentos un poco frikis en los que a veces no sabes mucho cómo reaccionar”, comenta entre risas.

Él, desde luego, se muestra poco mitómano —“no soy de parar a nadie por la calle si me lo encuentro; yo soy más de admirar en la intimidad”—, aunque reconoce que alguna vez, de niño, sí que jugó al stalking. “Con doce años fui con mi mejor amigo de la infancia un par de veces a la salida de la ciudad deportiva del Barça. Recuerdo que cazamos a Iniesta”, apunta el actor, que en breve cumplirá 24 años. “Cuando tomé conciencia de lo que estaba haciendo, y sobre todo cuando vi que me empezaba a pasar a mí y que no era tan gracioso, no volví a pedir una foto nunca más”.

A pesar de lo bien que le van las cosas, Cuevas es partidario de relativizar el éxito y asegura que ni las cosas buenas le engrandecen, ni las malas le achantan. “Me cae un poco mal la gente envidiosa, pero porque yo no siento la pulsión”, dice. “Soy tremendamente consciente de que, desde muchos prismas, hablo desde el privilegio absoluto. Pero, aun así, creo que es muy irresponsable y poco empático enseñar tus celos y hacer que el otro se dé cuenta de que los sientes”.

Y hablando de sentimientos, el actor reconoce que hay muchas razones por las que se siente más catalán que el palo de la bandera: “A la hora de hablar en catalán, de expresarme en este idioma, de querer a una cultura tanto literaria como artística o arquitectónica, de amar el paisaje… Soy un enamorado de mi tierra”. De hecho, y aunque ahora pase algunas temporadas en Madrid, reconoce que sería incapaz de abandonar de forma definitiva su Barcelona natal —“mi casa de Barcelona nunca la dejo, y la que sí que voy cambiando, en función de si tengo trabajo o no, es la de Madrid” —.

Ahora mismo, desde luego, le llueven los proyectos. Hace poco estrenó una serie producida por Bambú para Atresmedia45 revoluciones— y estos días se encuentra rodando una miniserie dirigida por Manolo CaroAlguien tiene que morir—. Además, de aquí a unos meses estrenará El verano que vivimos —de Carlos Sedes— y está a punto de estrenar en Movistar+ Merlí: Sapere Aude, un spin-off de la serie que le convirtió en uno de los actores más reclamados de su generación.

Una ficción protagonizada, entre otros, por los actores David Solans y María Pujalte, y que ha sido rodada principalmente en catalán, aunque se podrá ver con subtítulos en castellano. De hecho, la serie se convertirá en la primera de toda la plataforma de televisión de pago española en esa lengua. “Si tú quieres hablar de la Barcelona de cualquier época, el catalán está presente en la vida, en la calle, en las instituciones, en la escuela, en la universidad…”, defiende Cuevas. “Habría sido superimpostado que se hubiera tenido que rodar en castellano. Me parece muy acertado [rodarla en catalán], porque la convierte en verdad”.

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