Shrek: Felices para siempre

Ya no es sólo la crisis de los cuentos de hadas, ahora Shrek se mete de lleno en la crisis de la mediana edad
Shrek: Felices para siempre
Shrek: Felices para siempre
Shrek: Felices para siempre

SABÍAMOS QUE DE LOS CUENTOS de hadas se cansaba uno por empalagamiento o por los palos que va pegando la vida en forma de madre de Bambi, papás Reyes Magos y las pseudosorpresas de los huevos Kinder. Sí, mayo del 68 también ayudó a quitarnos mucha tontería de encima.

Pero ahora acabamos de aprender que a base de mala leche con talento y parodias brillantes de cuentos también podemos acabar oblongos. En el año 2000, estrenada en el Festival de Cannes y bautizada como ‘anticuento contemporáneo’, el ciclón Shrek se erigió como competidor de igual a igual con los genios de Pixar. Era el feo simpático que le puede al pijo brillante hijo de papá Disney. El tiempo pasó como en las fábulas, y el ingenio se fue convirtiendo poco a poco en fórmula, fue reubicándose como un producto cada vez más destinado al público infantil, se fue familiarizando a la vez que sus personajes y perdió parte de su propio hechizo. Eso sí, se constituyó en un producto digno que ha llegado a su cuarta entrega con sensación de ser un cuento que se ha contado demasiadas veces, agotándose en sí mismo, aunque con cierta capacidad de generar expectativas, máxime ahora que parece que se llega al banquete de perdices.

Ya no es sólo la crisis de los cuentos de hadas, ahora Shrek se mete de lleno en la crisis de la mediana edad, que es en realidad una parábola del fracaso del American Way of Life que se había montado el ogro verde de DreamWorks. El reto no pasa de ser un espejismo, un apunte de algo que acaba más rendido que nunca a la tradición. Y ahí el título de esta cuarta parte parece que no engaña, aunque al comienzo, Shrek recuerda a Tony Soprano, y su peligrosísima inocencia cerril. Si no fuese porque no fuma y tiene siete tallas más, su búsqueda de aventuras frente a la cotidianidad del hogar que le atenaza tiene el mismo punto de partida que la eterna huida hacia delante de Don Draper (cuyo actor, Jon Hamm, tiene un papel aquí en Shrek 4) en cada capítulo de Mad Men.

La deriva mágica marca demasiado el jolgorio que siempre se establecía alrededor de un grupo en el que la progresiva jarjarbinksación de Asno hace que nos volvamos a echar en manos de ese Gato con botas en crisis de identidad (y por tanto, mejorado) del que esperamos un spin-off como el comer. También hay que rendirse siempre ante el slapstick concentrado de la galleta

de jengibre. Ambos siguen dando alegrías ante el lastre de un villano impronunciable, especie de Rasputín de un Nunca Jamás difuso, que tampoco está a la altura, aunque recoge esa máxima del cine de género de que los esbirros, como en 007, sean más fieros (esas brujas son fetén) que el malo de la película. Doblemente domesticado, Shrek termina en la ciénaga en la que comenzó, aparentando la felicidad que el público infantil demanda en un cuento, pero

dejando en los adultos que empezaron a entusiasmarse con el fenómeno una mueca que, esperen, sí, ahora que se ve mejor, parece un signo de interrogación: ¿Felices para siempre?

Carlos Marañón

Valoración:

FICHA TÉCNICA

Shrek: Felices para siempre
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  • Sinopsis:

    Aburrido de su vida en el reino de Muy Muy Lejano, el ogro Shrek firma un pacto con el duende Rumpelstiltskin para dar un poco más de emoción a sus aventuras. Por supuesto, se arrepentirá de haberlo hecho...

  • RESUMEN: Ya no es sólo la crisis de los cuentos de hadas, ahora Shrek se mete de lleno en la crisis de la mediana edad

  • ESTRENO: 08/07/2010

  • Animación / EE UU / 2010 / 93 min. / Dreamworks / Director: Mike Mitchell.

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