Sexo en Nueva York. La película

Mariló García

EN UNA ILUSTRATIVA ESCENA Carrie Bradshaw remata el y comieron perdices de un cuento que lee a la hija adoptiva de su amiga Charlotte con una frase lapidaria: “Pero, sabes que esto no siempre pasa, ¿no?”. Pues Sexo en Nueva York, querida lectora (si eres hombre y hetero manda tu número de teléfono ipso facto), no es más que una fábula de estas (ahora) cuarentonas fabulosas, en una ciudad de ensueño como Nueva York, que, además de amigas, glamour, fiestas y un armario ropero más grande que la cocina, han encontrado el amor. Con lo que han sufrido (y hemos sufrido) durante seis temporadas en la tele, ya se lo merecían ¿no? Pues no. Michael Patrick King, ese inteligente y chispeante guionista y director de la serie, estruja un poco más nuestros corazoncitos (por ser familiares resulta taaan emotivo) y, en dos horazas y media (lo que vendría a ser un chute de cinco episodios) reinventa lo que, desde ya, bautizamos como (¡tachán!) la ciencia-ficción de la comedia romántica. Mr. Big no es Cary Grant, pero luce igual de impecable. Carrie no es ninguna top model, pero nos ha enseñado más de tendencias que cualquier Semana de la Moda. Y así, con todo. Un patrón cosido a mano, con mimo y paciencia, de temas universales como el sexo, la amistad, la infidelidad, el perdón y la infertilidad, y mundanos como la depilación, el sobrepeso y ¡horror! envejecer. Darren Star, el creador, vaticinó algo que se ha cumplido. Carrie iba a convertirse este verano en el Indiana Jones de las mujeres. Pues bien, en EE UU, la columnista petarda se ha llevado por delante al arqueólogo sexagenario. ¿Será porque las mujeres y los gays van más al cine? Recordemos que los chascarrillos con pluma son de lo mejor lo superior, aunque en la peli se echen de menos (prácticamente los secundarios son simples satélites alrededor de las estrellonas). Y lo que es el quiz de la cuestión: ¿por qué cuesta tanto reconocer el lado más frivolón? ¿Tenemos miedo a que nos tachen de superficiales, de estúpidos, de crearnos falsas ilusiones? Que Harrison Ford retorne al templo a por ¡una calavera de cristal alienígena! es para una sexoadicta como cuando Sarah Jessica Parker regresa a por su manolo olvidado en su particular templo, el vestidor gigante que le hizo construir Mr. Big (que podría ser de otro planeta). Sin más propósito que divertir y mostrar el lado más hedonista de la dura existencia (y con una banda sonora perfecta y un desfile de modeluquis de infarto), Sexo en Nueva York cumple con creces su propósito. Peca de mojigatería (sexo cero) y escoge el camino hipócrita (¿perdonar es la solución?), pero te vas a reír un rato. ¿Que Carrie duerme maquillada y con un collar de perlas y sale a la calle en pijama y con taconazo en pleno invierno? A quién le importa, si el motivo de la estampida es socorrer a una amiga... ¡Ay!, cuidado que los árboles no te dejen ver el bosque... Palabra de Dior. P.D. Si no eres fan quítale una estrella a esta crítica.