Kin

Existe un cine de aventuras que linda con la ciencia-ficción (o directamente existe simbiosis entre ambos) cuya premisa está basada en una persona, ser u objeto anhelado por ‘los malos’. Hay un porrón de ejemplos, desde E.T. a Los Goonies y La forma del agua pasando por la reciente serie Stranger Things. Kin es una de estas películas. Y cumple a rajatabla con todos y cada una de las señas distintivas de este tipo de relatos de padres esforzados e inevitablemente castrados, de hijos que maduran demasiado pronto, de hermanos díscolos que se redimen, de madres ausentes, de silencios y dolores acumulados, de chicas que aparecen sin avisar para ponerlo todo patas arriba.

Todo, hasta su color, es queridamente ochentero, se convierte en una road movie de corte infantil (que no infantiloide) y bienintencionada, salpimentada de musiquitas, romance y viaje iniciático con el macguffin de esa arma de ciencia-ficción en posesión del chaval protagonista. Termina con una escena digna de buddy movie o directamente de capítulo de serie. Se ve a la legua que Kin está pensada para secuestrar el interés y el favor de los nuevos públicos a los que parece que haya que educar para que aprendan a apreciar el cine. Ah, por cierto, leída entre líneas da cuenta de la caída en desgracia de James Franco. Una pena.