Harry Potter y las Reliquias de la Muerte

El auténtico 'El imperio contraataca' de la saga del mago
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte

Paradojas del arte, Las Reliquias de la Muerte contiene el momento más cinematográfico de la saga: el relato de “las reliquias” en sombras chinescas, una narración visual precinematógrafo. Escena que, además de punto culminante de la serie, supone una metáfora de la misma. Fuera de Hogwarts, alejados los protagonistas de su crisálida, todo son sombras. No hay futuro, no hay un examen fi nal de la asignatura Cuidado de criaturas mágicas y por más que hayas empollado Artes adivinatorias nada te prepara para lo que está por venir.

Cierto, esta sensación no es exclusiva de Las Reliquias de la Muerte. Vas repasando las críticas de las diferentes entregas de Harry Potter para prepararte la de la octava y un adjetivo parece tener el don de la ubicuidad: “oscuro”. Su aparición se fundamenta en una fotografía grisácea y un diseño de producción igualmente lúgubre, que sólo se aligera puntualmente, como en esta ocasión, con el poco afortunado vestido “rojo Valentino” de Emma Watson.

Bien, pues que todo el mundo se olvide de las anteriores películas porque esta vez sí que estamos ante una película negrísima de verdad. Y no sólo porque el trabajo técnico de Eduardo Serra supere al de los antecesores. Las Reliquias de la Muerte es el auténtico El imperio contraataca de la saga. Si a menudo esa oscuridad ha resultado pueril, en esta ocasión, el abismo es más real que nunca. Llevamos,como mínimo, desde la cuarta película escuchando la letanía de que “Harry se hace mayor”, pero Las Reliquias… da en el tuétano de ese cambio de estado. Pasar a la edad adulta, no tiene nada que ver con tener las hormonas revueltas, el físico en mutación y morreos a compis orientales, sino con la toma de decisiones y sus consecuencias en un universo tan vacío como la casa de Harry que vemos antes de los títulos de crédito. No hay paso atrás, pero tampoco parece haber un paso adelante. Con la destrucción de los horrocruxes se destruye también, ¡ay!, la infancia.

Justo lo contrario que pasa con la dirección de David Yates que salta del convencionalismo a la majestuosidad del blockbuster. A pesar de que se mantienen algunos de los defectos de la franquicia (excesivo peso del verbo y el detallismo en la adaptación), la dirección de Yates mejora considerablemente. Si le pudo demasiado el peso de la franquicia en su primera entrega (la quinta de la saga), en esta ocasión, y con la partición mediante, demuestra todas las aptitudes para el suspense con las que nos obsequió en su magistral dirección de la miniserie State of Play (2003). Tristísima y delicada como el O Children de Nick Cave a cuyo son bailan Harry y Hermione, casi sería mejor acabar la saga aquí. A fi n de cuentas, cuando uno se hace mayor, ¿quién cree en los finales felices? RUBÉN ROMERO

Valoración:

FICHA TÉCNICA

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    La batalla final contra Voldemort se acerca: para destruir por fin al Señor Tenebroso, Harry Potter y sus amigos deberán encontrar unos enigmáticos objetos en los que está atrapada el alma de su peor enemigo.

  • RESUMEN: El auténtico 'El imperio contraataca' de la saga del mago

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