Demolición

“Si quieres arreglar algo tienes que desmontarlo y darte cuenta de qué es lo que verdaderamente importa”, le dice su suegro a un recién enviudado Jake Gyllenhaal. Con ese imán del actor para los personajes raros, Demolición es, precisamente, la historia de un hombre que, tras la muerte de su esposa en un accidente de tráfico, despieza su matrimonio y, por ende, a sí mismo.

Articulada en torno a una hermosa carta remitida al servicio al cliente de una empresa de vending por una rezagada bolsa de M&M’s, la última película de Jean-Marc Vallée huye del dramatismo telefilmero de Dallas Buyers Club y apela a la más rockera Alma salvaje, en la que otro personaje devastado aprovecha los avatares de la vida para romper con todo y lanzarse a una salvaje búsqueda de sí mismo. Tan psicodélica como Crazy On You, el temazo de Heart en la banda sonora de Demolición, la acción avanza a martillazo limpio, según su protagonista aprende que destruir le genera un placer inusitado. Arropado por una madre desastrosa (Naomi Watts, receptora de la carta sobre los M&M’s) y su hijo, con el que comparte esa búsqueda identitaria, Demolición es un guiño al desconcierto que genera la vida y un homenaje a los golpes que nos sacan de él. Como esa gran colisión en carretera con la que Gyllenhaal pierde a su mujer y al separar las piezas, como su suegro le dijo, comprende que lo único que estaba roto antes de aquel accidente era él.