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un filme de una factura espectacular, en el que no canta el ordenador de 'Gladiator' ni
sonroja el cartón piedra de los 'peplum'
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UN PERFECCIONISTA LIDIANDO con la imperfección, tratando de ordenar el caos. Alejandro Amenábar ha vuelto a meterse en un barrizal hasta las rodillas y encadenado. Un lío morrocotudo, de dimensiones épicas, que no es ni una de romanos ni un filme de suspense o de acción ni una película filosófica, pero es todas esas cosas a la vez. Parece que no está cómodo si no prueba un ‘más difícil todavía’ (¿echan de menos la sencillez de Tesis?). Sin embargo, el universo (aquí

viene al pelo) debería reconocer de una vez por todas el empeño de este director español por complicarse la vida. Tiene muchísimo mérito. Es como aquel matemático que buscó a Dios en una fórmula matemática (en Pi) y, a la vez, es, de alguna manera, como un vendedor de crecepelo en el Oeste, que, ojo, también tiene su encanto. En esa frontera se mueve Amenábar, cuidadoso, que ha logrado un filme de una factura espectacular, en el que no canta el ordenador de Gladiator nisonroja el cartón piedra de los peplum; de un virtuosismo que le obliga a probar todos los ángulos y planos posibles para interactuar con el cosmos que ha querido aprehender en la película. Lo consigue gracias al rostro de Rachel Weisz, la perfecta imagen de la pureza, una actriz superior a la que se echa de menos cada vez que no aparece en pantalla, que se come cada plano, que campa a sus anchas por Alejandría, doliente, seduciéndonos sin necesidad de escotes. Quizás porque éste es el fi lme más espiritual (que no fantasmagórico) de Amenábar, por mucho que Ramón Sampedro se empeñase, que se empeñó. Aunque no tenga demasiado misterio.

Le sobran buenas ideas, le falta alma. La duda es si la necesitaba para algo, porque la emoción se supedita a la ciencia (léase técnica), queda ahogada por la razón, a pesar de que los últimos golpes de Mel Gibson parecen haber dejado un poso sangriento, restos de vísceras en escenas y planos escabrosos (la letra con sangre entra), un contrapunto demasiado evidente al plano filosófico del filme, que recuerda en algo a aquella La fuente de la vida del marido de Weisz, el luchador Darren Aronofsky. Hay, además, mensaje, entre teorías sobre la geometría de la elipse y brazos cortados. Lo hay valiente: contra el peligro del fanatismo; y también elegante: contra la

discriminación de la mujer. Pero aparte del mazo ideológico para todos los públicos, Amenábar pone énfasis en el aspecto visual, donde su ambición no deja ni un cabo suelto: el juego de colores entre el oscuro de los cristianos y el blanco pagano es el primer escalón de una lucha entre la luz y las sombras que alcanza su clímax (intelectual, pillines) en el cuerpo de Rachel

Weisz, desnudo, eterno. Y algo frío.

Carlos Marañón

Valoración:

FICHA TÉCNICA

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  • País:
  • Sinopsis:

    Mientras el cristianismo se extiende por el Imperio Romano, Hipatia (Weisz), fi lósofa y maestra en laBiblioteca de Alejandría, estudia el sol.

  • RESUMEN: un filme de una factura espectacular, en el que no canta el ordenador de 'Gladiator' ni
    sonroja el cartón piedra de los 'peplum'

  • ESTRENO: 09/10/2009

  • ÉPICO-FILOSÓFICA / ESPAÑA / 2009 / 126 MINUTOS / FOX. DIRECTOR: ALEJANDRO AMENÁBAR ACTORES: RACHEL WEISZ, MAX MINGHELLA, OSCAR ISAAC GUIÓN: ALEJANDRO AMENÁBAR, MATEO
    GIL MÚSICA: DARÍO MARIANELLI

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