6 escenas fabulosas que le debemos a Reyes Abades

El gran técnico español de efectos especiales ha muerto a los 68 años: le rendimos homenaje recordando sus momentos cumbre, de 'El día de la bestia' a 'El laberinto del fauno'
6 escenas fabulosas que le debemos a Reyes Abades
6 escenas fabulosas que le debemos a Reyes Abades
6 escenas fabulosas que le debemos a Reyes Abades

En cuanto uno se acostumbraba a ver cine español, se daba cuenta de una cosa: ese crédito que rezaba "Efectos especiales: Reyes Abades" se repetía una y otra vez, hasta el punto de encontrarse en casi todas las películas. El técnico extremeño, que falleció ayer a los 68 años, desarrolló desde comienzos de los 70 una carrera estajanovista que le llevó a trabajar con todos esos directores que estás pensando, de Almodóvar Amenábar, pasando por Fernando Fernán Gómez, Mario Camus, Bigas Luna… y también Ridley Scott en 1492: La conquista del paraíso. 

Ganador de nueve premios Goya, y con más de 40 nominaciones (dos de ellas este año), Abades siempre trabajó con la actitud de un artesano. "Tú estás al servicio del director, así que si te toca darle la vuelta a un efecto sobre el que has estado trabajando las últimas tres semanas, ahí entran tu maña y tu habilidad para que funcione", decía. Sin embargo, ahora que ya no está, es el momento de recordar sus momentos cumbre: elegir sólo seis momentos de una filmografía con 274 filmes ha sido difícil, pero ninguna de estas escenas es posible de olvidar.

El Hombre Pálido de El laberinto del fauno

Como tantos profesionales todoterreno, acostumbrados a hacer lo máximo con lo mínimo, Abades resultaba deslumbrante en cuanto el presupuesto y los recursos se ponían a la medida de su talento. Uno de los que mejor supieron ver esto fue Guillermo del Toro: tras colaborar por primera vez en El espinazo del diablo, el mexicano y el extremeño dejaron boquiabierto al mundo entero dándole un baño de goticismo primigenio a la Guerra Civil Española. Quedarse con un solo momento de la película es difícil, pero ¿a que sigues teniendo pesadillas con esta escena? Jamás nos explicaremos por qué no le nominaron al Oscar.

La invocación de El día de la bestia

"Sin medios, sin tiempo, jugándose la vida, dándolo todo por un plano": así describía anoche Álex de la Iglesia la carrera de Reyes Abades. Y, más adelante, describía el rodaje de esta escena de forma críptica, pero dejando claro que fue un sindiós considerable: por lo visto, lograr que una cabra se pusiera de pie y le enseñase los dientes a Álex Angulo fue un trabajo digno de Satanás.

La hoguera de Mujeres al borde de un ataque de nervios

6 escenas fabulosas que le debemos a Reyes Abades

Arrasada por las secuelas de un desengaño sentimental, Pepa (Carmen Maura) se enciende un pitillo para los nervios, se despista con las cerillas... y el resultado es una cama llameante. Abades fue colaborador habitual de Pedro Almodóvar, y en esta película (la más abundante en tiros, persecuciones y colisiones de la obra del manchego) es la que deja ver más claramente la calidad de su trabajo. Por aquí aún nos preguntamos si lo del tulipán es una metáfora.

El sombrero volador de El rey pasmado

Mientras Felipe IV (Gabino Diego) se abrasa en deseos por ver a su reina desnuda, y los flagelantes y penitentes recorren las calles de Madrid, el aristócrata Eusebio Poncela acude a un baile cortesano y se convierte en la sensación de la fiesta con una exhibición de habilidad que nos deja... pues sí, pasmados. Una de dos: o el personaje lleva un bumerán escondido, o aquí huele a azufre.

La astronave de El caballero del dragón

Seguramente, esta película de Fernando Colomo es uno de los mayores despropósitos del cine español, con Harvey Keitel, Fernando Rey Klaus Kinski ejerciendo de secundarios en la aventura de un alienígena (¡Miguel Bosé!) perdido en la España de la Edad Media. Pero en ella el trabajo de Abades se luce de lo lindo, especialmente a la hora de poner en vuelo ese vehículo espacial al que todo el mundo insiste en confundir con un reptil alado.

La inyección de Tras el cristal 

Dada su larguísima filmografía, Reyes abades rodó escenas de todo tipo. Pero esta, del debut de Agustí Villaronga, podría ser la más extrema de todas. Poner en escena con tanto realismo una inyección de benceno en el corazón (la víctima, para colmo, es un niño) podría parecer el desvarío de una mente enferma... salvo si recordamos que esta era la práctica favorita del médico nazi Aribert Heim, apodado 'el banderillero' por los prisioneros españoles del campo de Mauthausen. Entonces podemos sospechar que técnico y cineasta se quedaron cortos.

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