'Trompas' profesionales: 15 actores expertos en emborracharse frente a la cámara

No afirmamos nada nuevo si decimos que, para el común de los mortales, Hollywood es un nido de vicio. La carrera de una superstar como el celuloide manda no es nada sin una estancia o dos en rehabilitación, por no hablar de las leyendas que corren acerca de esas fiestas de la temporada de los Oscar (que, por cierto, pueden costar un pastón). Pero hay actores y actrices que llevan ese estilo de vida a sus últimas consecuencias, y que tienen una manía contumaz por aparecer borrachos frente a la cámara. Da igual que, fuera del plató, trasieguen priva por litros, o que en realidad sean abstemios totales: la mayoría de las veces que les vemos en una película, están tajaos o a punto de estarlo. Aquí te presentamos a algunos de ellos.

Cuando aún era un sex symbol ochentero, el actor y púgil se arrimaba a la botella más de lo habitual en el cine: no lo decimos sólo por su papel en El corazón del ángel (satánico además de alcohólico) o del uso alternativo que le daba a los cubitos de hielo en Nueve semanas y media, sino también por haber dado vida al escritor más dipsómano de todos los tiempos, Charles Bukowski, en la adecuadamente titulada El borracho (1987). Ahora, con su rostro hecho polvo por los excesos y la cirugía, Rourke ha vuelto a cogerse pedales tan épicos como aquel que sentenciaba a su personaje en El luchador.

Con una trayectoria más bien televisiva y discreta, aunque valorada, este actor británico aparece aquí por un filme que vale por toda una carrera de bebedor Withnail y yo. En esta cinta de 1987 (producida por el beatle George Harrison) el personaje titular al que encarnaba Grant se pimplaba una variedad de licores que iba desde el clásico vino tinto a la gasolina para mecheros: aquí tienes la lista completa. No pruebes a repetir la juerga en privado, porque tal cantidad de alcohol puede matarte de intoxicación etílica.

Gary Oldman, que de las cosas del beber sabe mucho, proporcionó a Winstone su primer papel en pantalla grande para dar vida a un alcohólico en Los golpes de la vida, la película que dirigió en 1997. Desde entonces, la carrera dramática de este actor inglés ha transcurrido siempre con la nariz enrojecida por el whisky, gracias a títulos como Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, Sexy Beast o 44 Inch Chest. A sus 54 años, Winstone anunció recientemente que había dejado de beber, pero volveremos a verle dándole a la priva (sólo en la ficción) en Hugo, de Scorsese.

Al igual que Mickey Rourke, esta ganadora de dos Oscar tuvo su encuentro con el mundo de Charles Bukowski en Factótum (2005), un filme en el que -como estaba mandado- los lingotazos copiosos eran de rigor. Por otra parte, la vimos agarrarse una cogorza épica en los primeros minutos de Antes que el diablo sepa que has muerto, seguramente para olvidar la cercanía de un Philip Seymour Hoffman desnudo y libidinoso. Y su encuentro con Rourke, en El luchador, también estuvo sazonado por una gran cantidad de bebercio.

Si su partenaire habitual Jack Lemmon se emborrachaba trágicamente en Días de vino y rosas, el otro actor fetiche de Billy Wilder siempre daba la impresión de ser uno de esos bebedores habituales, pero resistentes, de esos que llevan bien las cogorzas aunque el hígado se les caiga a trozos. Véanse sus papeles en En bandeja de plata, Primera plana y Los picarones para comprobarlo, o ese cameo en Aeropuerto que, en los créditos, aparece mencionado como "El borracho". La mayor ironía de todas: a diferencia de Lemmon, que luchó toda su vida con el alcoholismo, Matthau nunca tuvo problemas con la bebida.

Tanto dentro como fuera de la pantalla, el alcohol sólo fue una más de las adicciones padecidas por este actor y director, capaz de transmitir todo el patetismo de un curda terminal en películas como Caído del cielo o La ley de la calle, en la que (para colmo) daba vida al padre de Mickey Rourke y Matt Dillon. Curiosamente, una vez que Hopper hubo superado (más o menos) sus mil y un avatares tóxicos, regresó a lo grande con Hoosiers: más que ídolos, un filme en el que interpretaba a un alcohólico.

En Átame, el alcohol era el menor de sus problemas (y Antonio Banderas, el mejor de todos), mientras que en Tacones lejanos sólo se arrimaba al trago cuando veía a Miguel Bosé vestido de cantante melódica, algo que nosotros también hubiéramos hecho. Pero nadie puede olvidar su permanente oscilar entre la sobriedad y el alcohol en Nadie hablará de nosotras cuando hallamos muerto, una película en la que el mero sonido de un vaso llenándose nos causaba ansiedad.

En Teniente corrupto y Besos de vampiro, el sobrino de Coppola se daba a la bebida con fruición. Pero si le incluímos en este informe es por esa película en la que todos estáis pensando: Leaving Las Vegas. Además de para conseguir un Oscar, este filme le sirvió a Cage para recordarnos que, en la vida real, el alcoholismo es una cosa muy poco divertida y muy trágica. Por otra parte, su carrera reciente parece inspirada por grandes cantidades de bebercio, cuando no por sustancias aún más poderosas.

Ya sabemos que lo ha dejado, que hace kung fu y que es un chico sanote. Pero no está de más recordar que , cuando le conocimos en Golpe al sueño americano, el mejor actor de su generación se ponía tibio de todo lo que encontraba, ya fuera de cocaína, de pastis o del siempre socorrido lingotazo. Después, le vimos arrimarse a la botella en películas como la histórica Restauración, y (ya sobrio en la vida real) nos demostró lo peligroso que puede ser un borracho con armadura superpoderosa en Iron Man II.

Un buen día, cuando Lauren Bacall vio llegar a su churri regresar de una juerga en Las Vegas con Frank Sinatra, Judy Garland, Errol Flynn y otros dipsómanos ilustres, le espetó aquello de "¡Parecéis una manada de ratas!". Y así quedó bautizado el Rat Pack, pandilla de bebedores fundada y dirigida (antes de que 'Frankie' tomase las riendas) por el bebedor con más estilo de Hollywood. ¿O hace falta recordarte cón qué elegancia se desplomaba sobre la mesa en Casablanca?

Perteneciente a la segunda generación del Rat Pack (la posterior a la muerte de Bogart) el amigo de Sinatra y rival de Jerry Lewis cultivó una reputación de bebedor con clase tanto delante como detrás de la cámara. En el vídeo de arriba puedes verle protagonizando una de las tajadas más legendarias de la historia del cine: la de la primera secuencia de Río Bravo. Un filme en el cual, no por nada, su personaje se llamaba Borrachón.

Bien fuera con clase, como en Eva al desnudo, bien de forma grotesca (véase Qué fue de Baby Jane), la actriz más temperamental del Hollywood clásico tenía mucho arte para cogerse las tajadas. En sus filmes más señoriales, tales que La loba o Jezabel, Davis no se mostraba pegada a la botella, pero suponemos que, de vez en cuando, sus personajes debían echarle unas gotitas de ron al té.

Es un poco difícil encontrar a actores españoles (masculinos) encasillados en roles de alcohólico: será que la cultura ibérica del carajillo viril pesa demasiado. Pero la actriz salmantina ha aparecido pegada a la botella en más de un papel, como en Pasajes, filme que le enfrentó (dicen que tanto dentro como fuera de la cámara) a Najwa Nimri y Daniel Calparsoro.

Cuando Howard Hawks tenía entre manos un papel de simpático borrachín, sabía a quién tenía que llamar: a este narizotas desdentado de Massachusetts, que fue el primer actor en ganar el Oscar al Mejor Actor de Reparto en 191936. Brennan vació botellas y sirvió como alivio cómico en películas como Río Bravo o El sargento York (esta, con John Ford a la dirección).

Aunque el nombre no te suene de nada, estamos hablando del santo patrón de los borrrachines cinematográficos. Uno de los primeros cómicos en triunfar durante la época del cine sonoro, Fields cultivó el personaje del alcohólico insaciable y orgulloso, prodigándose en películas como El vaso de cerveza fatal con frases como "jamás pienso beber agua: los peces fornican en ella", "el trabajo es la maldición de la clase bebedora", "nunca bebo ginebra antes del desayuno" o "una mujer me empujó a la bebida: es lo único bueno que le debo". Con el nos despedimos.