Tiranos en el plató: los 8 directores vivos más inaguantables

Rodajes alargados hasta lo extenuante, maltratos físicos a los actores, miradas de soslayo... Trabajar con cualquiera de estos cineastas puede llevate a la UVI.
Tiranos en el plató: los 8 directores vivos más inaguantables
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Tiranos en el plató: los 8 directores vivos más inaguantables

Todos conocemos las anécdotas de los clásicos. Que si Hitchcock decía que "los actores son ganado" y hacía llorar a las rubias. Que si trabajar con John Ford era una experiencia cercana a la muerte. Que si Shelley Duval por poco se queda calva en El resplandor por culpa de Stanley Kubrick (y eso por no hablar de Cruise y Kidman en Eyes Wide Shut, claro). En suma, las historias sobre directores fallecidos que se comportaban como tiranos en el plató son de dominio público. Pero, ¿qué pasa con los cineastas que aún están en activo? ¿A qué directores es mejor no arrimarse, a no ser que uno quiera perder la salud y la chaveta? Tras indagar en los archivos más tenebrosos de Hollywood, CINEMANÍA te presenta este informe con los directores vivos más inaguantables. Ten cuidado con ellos, porque ellos no lo tendrán contigo.

James Cameron

Tiranos en el plató: los 8 directores vivos más inaguantables

Su reputación: El canadiense de Terminator y Aliens (ah, y también de Titanic y Avatar) puntúa muy alto en la lista de cineastas con un tornillo flojo, la lengua muy suelta y complejo de dictador. Tras ascender peldaños como técnico de efectos especiales, y arrostrar el rodaje de Terminator de forma casi pirata, Cameron comenzó a ganarse su fama de tirano en Aliens, tratando al equipo a punta de látigo. Llegados los 90, su fama era tal que durante el rodaje de Abyss, sus empleados vestían camisetas que afirmaban: "No puedes asustarme: trabajo con Cameron". Durante el rodaje de esa misma película, se ganó un puñetazo de Ed Harris, harto de unas sesones que podían prolongarse durante 11 horas al día, seis días por semana, bajo el agua y respirando aire comprimido. Durante la producción de Titanic, por lo visto, la que se llevó la peor parte fue Kate Winslet, cuyas magulladuras durante las escenas de riesgo asustaron a más de un entrevistador. Y nos habría encantado estar presentes en el plató de Mentiras arriesgadas, cuando el cineasta la emprendió a gritos con el mismísimo Schwarzenegger por haber interrumpido una toma para ir al baño.

Pero se salva porque... Por lo que se dice, Cameron es un tirano, sí... Pero un tirano que jamás obligará a uno de sus hombres a hacer algo a lo que él mismo no se expondría. Durante el rodaje de Abyss, debió someterse a tratamientos de descompresión propios de un submarinista profesional, colgando boca abajo durante horas y respirando oxígeno puro.

William Friedkin

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Su reputación: Virtualmente retirado del oficio, por su mala cabeza y su mala mano con los presupuestos, el autor de El exorcista arrastra tras de sí una reputación como maldito bastardo que llega hasta más allá de los estudios. Las crónicas del rodaje de su epopeya satánica dan más miedo que el filme en sí mismo: empleados contratados, despedidos y vueltos a contratar en el mismo día, bofetadas a los actores, platós construídos en el interior de una cámara frigorífica (para que así el aliento de Max Von Sydow fuese visible a la luz de los focos)... La insistencia de Friedkin en conseguir el mayor realismo posible causó accidentes severos a Ellen Burstyn y (dice la leyenda) asustó al reparto y a los miembros del equipo más que las vómitos verdes de Linda Blair. Al cineasta sólo le faltó hacer un pacto con Satán, pero los rumores sobre el mal fario que rodeó a la película nos hacen sospechar que algo de eso hubo.

Pero se salva porque... Tras El exorcista, Friedkin se empeñó en rodar Carga maldita, un remake de la francesa El salario del miedo durante cuyo rodaje también se portó como un cretino. Y que le costó su crédito en Hollywood, porque fue un fracaso clamoroso: uno de los grandes nombres del Nuevo Hollywood se vio desede entonces confinado a películas de presupuesto mediano, que padecían muchas veces grandes problemas para distribuírse.

Michael Bay

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Su reputación: Prueba a escribir el Google el nombre del director de Transformers acompañado de cualquier insulto de tu elección (en inglés, a ser posible) y obtendrás una ingente cantidad de resultados. Estamos hablando de un tipo con el cual Bruce Willis juró no trabajar nunca más, dado el estrés que le supuso el rodaje de Armaggedon (la respuesta de Bay: "Que me lo diga a la cara"), y al que Megan Fox comparó con Adolf Hitler tras su abandono de la saga de los robots gigantes (según el cineasta, se han reconciliado). Incluso Shia LaBeouf ha admitido que rodar con el director más explosivo es un trabajo de alto riesgo, dada la afición de Bay por, digamos, las maniobras con fuego real. Y Rosie Huntington-Whiteley, sustituta de la Fox en Transformers: El lado oscuro de la luna, ha comentado que el cineasta ya apuntaba maneras cuando dirigía spots de lencería fina, obligando a sus modelos (como ella misma) a caminar con tacones altos en pleno desierto.

Pero se salva porque... Reconozcámoslo: dirigir superproducciones tiene estas cosas. Como reconoce LaBeouf, "Michael tiene que ser un hijoputa porque necesita mantener bajo control a un equipo de 100 personas". Ah, vale, si es por eso...

Roman Polanski

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Su reputación: ¿Quieres tragar saliva y espantarte con lo que un director puede hacerle a sus actores en un rodaje? Pues échale un vistazo a las anécdotas sobre Chinatown. En concreto, sobre el tratamiento que el cineasta polaco dispensó a Faye Dunaway. El director y la ya de por sí temperamental protagonista no pararon de pelearse hasta la última escena, y es especialmente famoso el momento en el que, harto de repetir tomas, Polanski arrancó a tirones un mechón de pelo de la Dunaway: "el maldito pelo le sobresalía del peinado, y atrapaba toda la luz", explicó después Polanski. Con los años, y los avatares legales, los arrebatos de Polanski se han suavizado, pero por lo que se comenta su relación con Ewan McGregor durante El escritor no fue precisamente fácil.

Pero se salva porque... Provisto de un rosario de traumas capaz de dejar por los suelos al más pintado (su infancia en el gueto de Varsovia, en pleno Holocausto, el asesinato de su esposa Sharon Tate), es comprensible que Polanski esté un poco atacado de los nervios. Por otra parte, durante el rodaje de Un dios salvaje parece haberse comportado como un tío bastante majo.

Lars Von Trier

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Su reputación: Al danés de Los idiotas y Melancolía no le hace falta que nadie le critique por su comportamiento: él es experto en cavarse su propia tumba solito. Pero, comentarios polémicos en Cannes aparte, recordemos que Von Trier es el primero en considerarse a sí mismo como "un egocéntrico y un tipo insufrible". No ayudan, por supuesto, las anécdotas sobre sus tanganas con Björk en el rodaje de Bailar en la oscuridad: como en el caso de Polanski y Faye Dunaway, la colisión entre un director de armas tomar y una diva de tremendo carácter llevó a situaciones como la de ella ausentándose del rodaje durante días (por resultarle "emocionalmente estresante") y del cineasta, en venganza, tardando horas y horas en preparar una toma... Para después decirle a la islandesa que, en aquella ocasión, era él quien no estaba por la labor de filmar.

Pero se salva porque... Más allá de las buenas palabras que Charlotte Gainsbourg y Kirsten Dunst han tenido para él, admitamos que un sujeto que alberga en su cabeza los traumas mostrados por Lars lo lleva muy crudo, en general.

Werner Herzog

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Su reputación: El director de Aguirre, la cólera de Dios suele asomarse a menudo a todas las listas de cineastas con un tornillo flojo. Y no es para menos: estamos hablando de un tipo cuyo método de trabajo, al menos durante la primera etapa de su carrera, consistía en arrojar a sus actores y a su (exiguo) equipo en medio de la jungla, enfrentándoles a tareas como pasar semanas a bordo de una barca (en Aguirre) o de arrastrar un gigantesco barco de vapor (Fitzcarraldo). Aficionado a las experiencias extremas, Herzog se las garantizó durante años llevando siempre consigo a un actor tan inestable como Klaus Kinski, con su consiguiente ración de peleas a puñetazo limpio, amenazas de muerte y demás. Y, tras la muerte de este, siguió en el ajo trabajando con Christian Bale, a quien se las hizo pasar canutas durante el rodaje de Rescate al amanecer.

Pero se salva porque... ¿Cuántos cineastas serían capaces de proseguir calmadamente con una entrevista tras recibir un tiro en el estómago? Seguramente, sólo Herzog.

David O. Russell

Tiranos en el plató: los 8 directores vivos más inaguantables

Su reputación: ¿No te suena el nombre de David O. Russell? Bueno, en ese caso Tres reyes, Extrañas coincidencias o The Fighter sí te sonarán. En YouTube puede verse una colección de tomas falsas del segundo de estos filmes que dejan constancia de sus rabietas a pie de plató, las cuales son (a falta de un adjetivo mejor) espectaculares. Y, para acabar de arreglarlo, tenemos una anécdota bien jugosa sobre el rodaje de Tres reyes: en pleno desierto, Russell la tomó con un miembro del equipo, tirándole al suelo y pateándole. Según prosigue la anécdota, George Clooney trató de detener la escenita, a lo que el director respondió intentando pegarle a él. Mal jugado, David: Clooney abandonó por unos momentos su máscara de señor amable propinándole un sonoro tortazo. Otras hazañas de Russell, fuera esta vez de los rodajes, incluyen haber asaltado físicamente a Christopher Nolan durante una fiesta.

Pero se salva porque... Russell se juntó con Christian Bale para The Fighter y el consiguiente choque de egos no destruyó el planeta. Algo bueno tiene que tener...

Francis Ford Coppola

Tiranos en el plató: los 8 directores vivos más inaguantables

Su reputación: En el rodaje de El Padrino, tuvo tanganas legendarias con el director de fotografía Gordon Willis. Filmando Drácula de Bram Stoker, insultó a Winona Ryder hasta hacerla llorar para conseguir mayor realismo en algunas de sus escenas. Pero, tratándose del papá de Sofia y tío de Nicolas Cage, las palabras que todos estamos deseando leer son "Apocalypse Now". Y, la verdad, si nos pusiéramos a repasar anécdotas, no pararíamos: desde el hecho de que Coppola se lanzó al rodaje del filme sabiendo que se avecinaba la estación lluviosa (con el consiguiente riesgo para sus actores y para él mismo), al infarto sufrido por Martin Sheen... Y a una de las escenas más impactantes de la película, lograda gracias al colapso de un Sheen drogado y borracho hasta las cejas que rompe un espejo a puñetazos. Otro director habría parado el rodaje y buscado atención médica para su actor principal, pero Coppola siguió rodando. Así de bien le quedó, claro.

Pero se salva porque... Más allá de los logros de sus obras maestras, Coppola ha purgado todos sus pecados (pasados y futuros) rodando Jack y firmándola con su nombre.

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