#TERRORMANÍA: Lo mejor del terror internacional

¿Es que todos los clásicos del miedo vienen de EE UU o de España? ¡Ni por asomo! Aquí te ofrecemos una selección de sustos sin fronteras.
#TERRORMANÍA: Lo mejor del terror internacional
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#TERRORMANÍA: Lo mejor del terror internacional

Tras el impío parto de nuestra lista con las mejores películas de terror de la historia, los redactores de CINEMANÍA suspiramos aliviados y le dimos las gracias a Yog Sototh: seleccionando la mejor cosecha de cine espantoso, no sólo habíamos pergeñado un grimorio más aterrador que el Necronomicón, sino que también obtuvimos una selección de lo más cosmopolita... dentro de un orden. Porque, así como el miedo es algo que no conoce fronteras, el género de terror se da en todas las cinematografías del mundo. Con el ánimo de reconocer este hecho, nosotros te presentamos una colección de filmes procedentes de los cuatro rincones de la Tierra (salvo de EE UU y de España, que esos territorios ya los tenemos controlados) y que, como los buenos monstruos, esperan para caer sobre ti y darte el susto de tu vida. Aunque hemos procurado mantener una selección lo más actual posible, se nos han escapado un par de clásicos, uno de los cuales fue producido en los 70. Nosotros somos así, qué vamos a hacerle.

Corea del Sur: Dos hermanas (Kim Jee-won, 2003)

Dado lo fértil en miedos imaginativos que resulta el cine coreano, quedarse con uno sólo de sus títulos resulta difícil. Menos mal que existe esta película, con nombre de municipio sevillano, y remakeada en EE UU con bastante poca gracia (The Uninvited, 2009), para ofrecer una introducción asequible a la par que pavorosa. Como su propio nombre indica, Dos hermanas habla sobre la relación entre las dos vástagas de un matrimonio (Im Soo-jung Moon Geun-young) que se reincorporan a la vida familiar tras una temporadita en el psiquiátrico. Lo que sigue es un cuento muy retorcido de madrastras malvadas, secretos inconfesables y muchísima codependencia.

Francia: A l'interieur (Alexandre Bustillo, Julien Maury, 2007)

Alexandre Bustillo Julien Maury, autores de esta salvajada, andan ocupados ahora con Leatherface (el reboot de La matanza de Texas) y sonaron durante mucho tiempo como candidatos para remakear Hellraiser: eso debería darte una pista de cómo se las gastan estos representantes de la 'Nouvelle Extremité'. Si, pese a ello, piensas que puedes hacer frente a sus malignas imaginaciones, atrévete con esta película, que combina el subgénero de allanamientos de morada con uno de los terrores más atávicos que existen: el de una mujer embarazada (Alysson Paradis) por perder a su hijo nonato. Encerrada en su domicilio, y ya salida de cuentas, la prota debe hacer frente a las asechanzas de una enigmática desconocida, tan cruel como sólo Beatrice Dalle sabe serlo.

Suecia: Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2008)

Antes de congelarle el gesto a Gary Oldman en la memorable El topo, Alfredson nos dejó helados en la butaca mediante el cuento de un niño con severos problemas psicológicos (Kåre Hedebrant) y su adorable, y cadavérica, vecinita (Lina Leandersson). Aunque su guión suavice un poco la muy carnicera novela de Jon Ajvide Lindqvist, y aunque sus efectos especiales patinen ocasionalmente, Déjame entrar quedó desde el mismo día de su estreno como una de las mejores películas de vampiros jamás rodadas, y un visionado esencial para los amantes del terror. ¿Algo más? Pues sí: su remake estadounidense a cargo de Matt Reeves merece mucho la pena.

República Checa: El incinerador de cadáveres (Juraj Herz, 1969)

Invocar la obra de Juraj Herz, uno de los maestros europeos del mal rollo, bien vale retroceder unas décadas en el tiempo: este peliculón, prohibido en su país de origen por cosas de la Primavera de Praga, se llevó tres premios (entre ellos, Mejor Película) en Sitges 1972, la segunda edición de nuestro festival más espantoso. Y, desde entonces, no ha perdido una micra de su capacidad para aterrorizar. ¿De qué va? Pues de un apacible empleado de una funeraria (Rudolf Hrusínský, también premiado en el certamen catalán) que, allá por 1938, empieza a desarrollar un malsano interés por el nazismo. Y, por si eso fuera poco, empieza a sospechar que su esposa es en realidad judía. ¿Sospechas ya por dónde van a ir los tiros?

Italia: Mi novia es una zombie (Michelle Soavi, 1994)

El título original de esta cinta, Dellamorte Dellamore, es tan bonito como definitorio de lo que ocultan sus fotogramas. Pero, como la 'traducción' castellana es un homenaje a Los Vegetales, la perdonamos y vamos al lío. Protagonizado por el vigilante (Rupert Everett) de un cementerio cuyos inquilinos insisten en abandonar sus tumbas, el filme viene al pelo para invocar al director Michelle Soavi, uno de los nombres más ilustres y menos aclamados del terror made in Italy, y a Tiziano Sclavi, autor de la novela original y leyenda del cómic por derecho propio. Ojo: pese a lo que pueda hacer sospechar el título español, Mi novia es una zombie es un trabajo más poético y melancólico que cachondo.

Japón: Hausu (Nobuhiko Ôbayashi, 1977)

Siete chicas adolescentes, todas ellas muy guapas y con uniforme de marinerito, hacen una excursión a una casa encantada. Y, por supuesto, las potencias maléficas que habitan el lugar se ponen en acción para hacerlas caer como moscas. ¿Te suena muy tópica esta sinopsis? Pues olvídala: en Hausu, lo importante no es el "qué", sino el "cómo". Considerada como una de las películas más extrañas del cine japonés (lo cual tiene mucho mérito), esta cinta es un cóctel alucinógeno en el que tercian ingredientes tales que un piano caníbal, artes marciales, brujería, sangre por litros y un gato con muy malas pulgas. A lo cual hay que sumar una banda sonora diabólicamente pegadiza y mucho sentido del humor.

Dinamarca: El vigilante nocturno (Ole Bornedal, 1994)

Antes de viajar a los Siete Reinos de Poniente para convertirse en Jamie Lannister, Nikolaj Coster-Waldau llegó a la fama en su Dinamarca natal gracias a este filme, tan bajo en presupuesto como rico en ingenio. En él, el futuro Matarreyes (quien, por cierto, detesta las películas de terror en la vida real) interpreta a un estudiante que, agobiado por la falta de fondos, no tiene más remedio que currar haciendo turnos de noche en una morgue. Cuando un asesino en serie empieza a hacer de las suyas, nuestro héroe se ve en un doble papel de lo más incómodo, como sospechoso de los crímenes y víctima potencial de éstos. Aviso: esta película también contó con un remake anglófono (La sombra de la noche), protagonizado por Ewan McGregor, dirigido por el propio Ole Bornedal y bastante menos interesante.

Bélgica: Calvario (Fabrice Du Welz, 2004)

Mientras recorres una carretera comarcal, el coche se te cala y no hay ningún taller mecánico a la vista. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? Pues, por ejemplo, refugiarte en un mesón abandonado cuyo dueño (Jackie Berroyer) echa mucho de menos a su ex mujer. Muchísimo. Tanto, que te obligará a adoptar su papel, y hará todo lo posible (insistimos: todo) para que no te vayas de su lado. ¿Algo más? Pues sí: el pueblo vecino está poblado por un clan endogámico cuyo deporte favorito es la violación de cerdos y, si se tercia, también de personas. Grasienta como una ración doble de mejillones con patatas fritas, esta película demuestra que eso del terror palurdo no sólo se da por la parte de Texas.

Reino Unido: Eden Lake (James Watkins, 2008)

Desde los primeros pasos de un tal Alfred Hitchcock a la actualidad, pasando por los años gloriosos de Hammer Film Christopher Lee, Gran Bretaña ha sido un fecundo nido de terrores. Y no nos referimos al pastel de riñones, sino a películas como esta: durante una excursión a un parque natural, una feliz parejita (ella, Kelly Reilly, y él, un Michael Fassbender aún desconocido) se encuentra con un terror aberrante, implacable y primigenio... formado por una horda adolescente de canis (o hoodies, como los llaman por allá) cuya falta de civismo le daría reparos hasta al protagonista de La naranja mecánica. Efectiva y sin alardes, Eden Lake fue carne de polémica desde su estreno. Sin ir más lejos, el ensayista de izquierdas Owen Jones (Chavs: La demonización de la clase obrera) la pone verde siempre que tiene ocasión.

Noruega: Zombis Nazis 2 (Tommy Wirkola, 2009)

Si te gusta el cine de terror, en general, y el cine de zombies, en particular, es muy probable que ya hayas visto Zombis nazis. Pero su secuela, que recibió mucho menos difusión en nuestro país, resulta todavía mejor, haciendo gala de un humor más negro (si es posible) y de una incorrección política todavía mayor (si cabe). A los muertos vivientes del original, con sus esvásticas y sus cruces de hierro, se suma una segunda horda putrefacta formada por cadáveres del Ejército Rojo, ansiosos por arreglar ciertas cuentas pendientes de cuando Kursk y Stalingrado. En espera de que Tommy Wirkola nos obsequie con la segunda parte de Hansel y Gretel: Cazadores de brujas, te aconsejamos un visionado inmediato de esta joyita.

Australia: Wolf Creek (Greg McLean, 2005)

Antes de filmar El territorio de la bestia (2005), digno epígono de Tiburón con cocodrilo en lugar de escualo, Greg McLean debutó como director poniendo en escena una premisa tan puñetera como inventiva: ¿y si el Paul Hogan de Cocodrilo Dundee fuera un psicópata? El asesino titular de este slasher (John Jarratt) no es sólo una máquina de matar, sino que también engloba todos los estereotipos imaginables sobre los habitantes del outback australiano, desde el sombrero de ala ancha hasta el acento, pasando por el cuchillo de monte king size y el gatillo fácil. La cosa funcionó, hasta el punto de generar una secuela (2013) y una serie de TV que se estrenará este año.

Tailandia: Shutter (B. Pisanthanakun, P. Wongpoom, 2004)

¿Pensabas que todo el terror asiático se acababa en Japón y Corea? Nada más lejos de la realidad: Tailandia, el país de Apichatpong Weerasethakul Tony Jaa, también tiene su propia cosecha de cine espantoso, de la cual Shutter es un gran exponente. Partiendo de premisas cercanas al Antonioni de Blow-Up (el fotógrafo que, revisando sus instantáneas, descubre en ellas detalles siniestros) y de esa tradición tan oriental de los espectros vengativos, el filme acaba mutando en un festín de giros de guión imprevistos, tras los cuales tu cerebro sufrirá un daño similar al que recibirá tu lengua si intentas pronunciar el nombre de sus codirectores. Para variar, Shutter también tiene un remake hecho en Hollywood, y de calidad muy inferior al original.

México: Somos lo que hay (Jorge M. Grau, 2010)

Un honrado relojero, patriarca de una familia numerosa, fallece de muerte natural. Tras el óbito, sus hijos deben hacerse cargo del negocio, así como proseguir con las tradiciones de un clan muy chapado a la antigua. ¿Dónde está el truco? Pues en que hablamos de una familia de asesinos caníbales, que gustan de consumir su carne saignant. Del país de Guillermo Del Toro llega esta interesante película, también objeto de una versión estadounidense (Somos los que somos, 2013) y entre cuyos méritos se cuenta el presentarnos a un clan más tronado que el de La matanza de Texas en un contexto urbano y desde el ángulo del costumbrismo pocho.

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