[Sitges 2019] 'El faro' es la confirmación del talento de Robert Eggers

El director de 'La bruja' vuelve con un segundo largometraje más maduro, ambicioso y clásico liderado por dos interpretaciones portentosas de Willem Dafoe y Robert Pattinson.
[Sitges 2019] 'El faro' es la confirmación del talento de Robert Eggers
[Sitges 2019] 'El faro' es la confirmación del talento de Robert Eggers
[Sitges 2019] 'El faro' es la confirmación del talento de Robert Eggers

En el mundo del arte existen lo que se llama one-hit wonders, gente de talento cuyo primer trabajo fue tan brillante y relevante que parecían destinados a comerse el mundo, pero a los que la realidad les tiene preparado algo muy diferente. Los hay en todas las disciplinas, desde la música a la pintura, pasando por la literatura y por supuesto el cine.

Afortunadamente para todos, Robert Eggers ha conseguido escapar a esa categoría entregando con El faro un film memorable, siniestro, en el que el terror cósmico de Lovecraft y la fantasía gótica de Poe se entremezclan para dar lugar a una de las mejores películas de 2019 y uno de los mayores monumentos a la narrativa minimalista que se han visto en tiempo. Una escenario, dos actores y muchas gaviotas. Con eso, y -claro- un faro Eggers se las ingenia para atraparnos en su nueva pesadilla.

La premisa es muy sencilla: un veterano farero y su aprendiz tendrán que mantener un faro en condiciones presentables durante un mes, hasta que llegue el relevo que les permita volver a tierra y dejar atrás el lugar. Pero las cosas se complican, porque como todos sabemos, cuando dos personas se quedan aisladas en el mismo sitio y existe un jerarquía de poder, van a surgir los problemas antes o después.

Por si fuera poco, estamos en una época en las que las leyendas se entremezclan con la realidad, en las que un hombre de avanzada edad recita poesía, cuentos y fábulas, maldiciones que sólo un hombre de mar conocería de memoria. Y un joven, de pasado misterioso y entrega absoluta, que poco a poco irá erosionándose y amparándose en un mar de dudas, lo que afectará inevitablemente a su personalidad.

Ambos personajes, excelsamente desarrollados con unas cuantas pinceladas y secuencias no de lucimiento, sino de vida fielmente reflejada en pantalla, cuentan con los rostros de Willem Dafoe y Robert Pattinson, dos de los mejores actores en activo en este momento. De Dafoe cabría experar la excelencia, pues es un camaleón capaz de dejarse arrastrar a los papeles más variopintos, pero de Pattinson aún quedan (esperemos que por poco tiempo) algunas dudas sobre su competencia. Para los que no hayan visto High Life, Cosmopolis, La ciudad perdida de Z o casi cualquiera de sus trabajos más allá de la saga Crepúsculo, darán aquí con un actor de los pies a la cabeza, cuyo expresivo rostro es capturado por la cámara de Eggers y magnificado gracias a un trabajo en los encuadres absolutamente formidable.

El faro destaca además por acercarse a un tipo de cine menos convencional, en tono, ritmo y registro. Si con La bruja Eggers invocaba el espíritu de Dreyer, en este caso es imposible no acordarse por momentos de la monumental El caballo de Turín de Béla Tarr. Si allí el húngaro nos contaba en off un apocalípsis mientras hacía foco en dos ancianos viviendo en una cabaña, aquí ocurre algo parecido; pero no hay ningún peligro más allá del de la convivencia y por extensión el de la propia naturaleza humana.

Y también, como en aquella, es el trabajo de fotografía en blanco y negro de Jarin Blaschke el que refuerza el poder de sus imágenes, especialmente memorables en un tercer acto que se reserva algunas imágenes que serán difíciles de olvidar para cualquier espectador que sepa cómo gestionarlas. Es una película que requiere algo más que simple predisposición, pero que ofrece recompensas a la altura de su nivel de exigencia. No os la perdáis.

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