[Sitges 2015] Día 5: Trío de ases asiáticos

'The Assassin', 'Nowhere Girl' y 'Cemetery of Splendour' no decepcionan en el ecuador del festival.
[Sitges 2015] Día 5: Trío de ases asiáticos
[Sitges 2015] Día 5: Trío de ases asiáticos
[Sitges 2015] Día 5: Trío de ases asiáticos

¿De qué se habla hoy en Sitges? De que a mitad de festival, ya en el ecuador, aún no ha aparecido ninguna gran película en la sección oficial que tenga a todo el mundo encantado y que la vea como firme candidata a premios. Sitges nunca ha sido ese tipo de certamen en el que haya tampoco un cabeza de cartel tan evidente, pero mañana veremos Macbeth, entre otras, y quizá la cosa cambie. También se habla de la ausencia de los géneros más puros, el terror y el fantástico al uso, pues casi todo lo que estamos viendo son films en los que apenas se atisban estos elementos y son bastante minoritarios. Pero bueno, siempre hay excepciones.

¿Qué hemos visto? Pues ni más ni menos que seis películas. Pero queremos centrarnos en las más importantes, y es que han coincidido en la misma jornada los nuevos trabajos de Mamoru Oshii (Japón), Hou Hsiao-Hsien (Taiwán) y Apichatpong Weerasethakul (Tailandia). Tres países diferentes y formas opuestas de entender el cine. Por suerte, las tres han resultado ser magnificas.

Comenzando por Oshii, el director de Ghost in the Shell o Avalon regresa al cine de imagen real con Nowhere Girl, una película que aparenta ser una cosa radicalmente opuesta a lo que verdaderamente esconde en sus imágenes y que ofrece una primera hora cocinada a fuego lento, en la que la cámara se mueve como si formase parte de una coreografía de ballet, registrando mediante suaves travelllings las paredes de una academia de arte para chicas jóvenes. Poniendo el foco en un personaje en particular, que ha sufrido un trauma del que no tenemos más información, Oshii nos habla de temas como la soledad y la dificultad para encajar, hasta que explota en unos últimos 20 minutos de puro éxtasis. Es un trabajo tan libre que no es difícil imaginárselo como un proyecto pensado inicialmente para ser otro anime del realizador en la línea de su The Sky Crawlers, pero que por falta de presupuesto u otro motivo equis finalmente fue llevado al terreno de imagen real. Lo importante es que es una joya y que supone el regreso del Oshii que realmente nos gusta.

The Assassin llegaba a Sitges tras pasar por el festival de Cannes, donde recibió el premio a la mejor dirección. Y no es un misterio entender el porqué mientras se ve la película. Se trata de una película reposada e intimista, que da un giro de tuerca al género wuxia hasta tal punto que se cuestiona sus valores morales y estéticos, y recluye algunas de las (poquísimas) escenas de acción al fuera de campo. Filmada sin aparente esfuerzo, se trata de unas de las producciones asiáticas recientes más hermosas que se hayan podido ver en una pantalla de cine, sin nada que envidiar a los films de Yimou (Hero, La casa de las dagas voladoras) o Ang Lee (Tigre y Dragón). Si al pack le sumamos una bellísima Shu Qi en el papel principal, no queda otra que rendirse a la evidencia: es una de las grandes películas del año y el film de acción (¡sin apenas mostrarla!) más elegante que hemos visto en bastante tiempo.

Por su parte, Cemetery of Splendour supone el regreso de Apichatpong al formato largo tras ganar la Palma de Oro en 2010 con su magnífica Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas. Y si ya en aquel film se filtraba el fantástico desde lo cotidiano, aquí hace lo propio para contar la historia de una ama de casa que cuida a un soldado aquejado de una enfermedad que le induce al sueño. La sorpresa es que pasa por ser el film más accesible de su autor, pues si bien ha tratado temas más cotidianos de forma frontal, aquí existen un buen puñado de momentos de humor que funcionan como un reloj. Llega a ser incluso entrañable, adjetivo extraño para referirse a la obra del autor, pero encontrar otro es complicado cuando la complicidad es total con un par de personajes con fuerza, algunas secuencias realmente sugestivas y un tono perfectamente medido.

Cine asiático al margen, hemos encontrado por fin una película de terror que no se arrepiente de serlo y que no trata de crear mezclas para justificarse. Su nombre es The Dead Room y es una producción australiana dirigida por Jason Stutter, que lleva a tres personajes a lo que parece ser una casa encantada, con el objetivo de pasar allí varias noches para documentar sucesos paranormales. Olvidad el metraje encontrado; aquí se rueda al estilo clásico, sin apenas efectos especiales, usando el sonido y la imagen frontal para generar momentos de intriga genuinos y todo esto con un ritmo envidiable que rara vez decae. Es un film sobrenatural al estilo tradicional y sin monstruitos ni criaturas que rompan el sentido de la atmósfera. Y es por esto que funciona, porque es genuino y modesto. No es Expediente Warren, de acuerdo, y tampoco da mucho miedo. Pero en su condición de film pequeñito, es muy recomendable.

¿Qué nos hemos perdido? The Invitation de Karyn Kusama, que está gustando bastante a la gente. Quién iba a decir que la nueva película de la responsable de la flojita Jennifer's Body tenía potencial para acaparar las miradas del público de Sitges. También Bone Tomahawk, que será imposible de encajar durando más de dos horas y teniendo sólo sesiones de madrugada.

Termómetro: Apichatpong es un director que jamás da el brazo a torcer y su Cementerio de esplendor es quizá su película más amable. Eso podría jugar a su favor, sin ningún tipo de dudas. También habíamos obviado un film que con el paso de los días va cogiendo fuerza y es el slasher metareferencial The Final Girls. Gane o no algún premio, llegará al formato doméstico en España el próximo mes de noviembre.

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