SEFF 2016 #3: Remedio para la vista cansada

Cuando dos vacas sagradas del cine francés como Olivier Assayas y Bertrand Bonello parecen perdidas, una humilde comedia sobre invidencia puede hacernos ver la luz.
SEFF 2016 #3: Remedio para la vista cansada
SEFF 2016 #3: Remedio para la vista cansada
SEFF 2016 #3: Remedio para la vista cansada

¿De qué se habla en Sevilla? La noticia de la muerte de Leonard Cohen fue la guinda trágica para un día de grandes apuestas cinematográficas que acabaron convenciendo poco. Actualización del estado de Bertrand Bonello en los ascensores: sigue estando presente en tres de cada cinco viajes.

¿Qué películas has visto? Personal Shopper, la nueva colaboración de Olivier Assayas con Kristen Stewart. Precisamente, Assayas fue uno de los directores que mejor ha usado un tema de Leonard Cohen en su cine: la escena de Avalanche en L'eau froide (1994) se queda marcada en la memoria. Pero claro, eran otros tiempos y los intereses formales y temáticos del inquieto cineasta francés han evolucionado considerablemente desde los 80, no siempre con aciertos rotundos. Personal Shopper podría pasar por uno de sus filmes más endebles, sobre todo después de un título tan sugerente como la anterior Viaje a Sils Maria (2014). Con todo, aún tiene un puñado de hallazgos; y a Kristen Stewart más lívida que nunca.

Ya es sabido: Personal Shopper es una historia de fantasmas. Lo mejor es que esto queda establecido desde el primer momento, introduciendo la historia en los dominios del fantástico con la misma seguridad que una entrega de Expediente Warren. Kristen Stewart, en torno a cuyas ojeras y anatomía danza de forma casi íntegra la cámara de Assayas, interpreta a la atareada personal shopper de una celebrity, pero también es medium y su auténtico propósito consiste en entablar contacto con el espíritu de su hermano gemelo muerto. Es dentro de ese terreno donde se producen las mayores aportaciones del filme, trayendo al presente tecnológico de tránsito continuo y chats en el móvil lo intangible de una presencia espectral. Puede que Assayas esté demasiado ensimismado con su protagonista como para contar algo realmente interesante o cerrar la película con valentía, pero su utilización como herramienta de suspense del modo avión y los mensajes acumulados sin conexión es brillante y digna actualización de una administración de la información puramente hitchcockiana.

Si a Assayas no lo hemos encontrado especialmente lucido, la mayor decepción ha venido con Nocturama, de su compatriota Bertrand Bonello. Pretendido retrato generacional de una juventud en crisis permanente y adaptación tan libérrima de Glamourama que si no fuera pon la similitud fonética de los títulos no merecería la pena ni nombrar la novela de Bret Easton Ellis, el octavo largometraje del director de De la guerre (2008) prolonga la pendiente descendiente que ha tomado su cine en los últimos años.

Como si nadie hubiera sobado la idea desde el amanecer de los muertos de George A. Romero, Bonello encierra en un inmenso centro comercial de lujo a una decena de jóvenes anónimos, de distintas razas y procedentes de diversos entornos sociales, que acaban de orquestarse para detonar con éxito varias bombas en el centro de París. Mientras los personajes esperan a que se calmen las pesquisas de la policía, incapaces de autosabotearse de diferentes formas con la pulsión de ser descubiertos, la película no tiene interés en dar a conocer sus motivos o reivindicaciones, sino en pasar el tiempo con ellos mientras explora el espacio comercial con vistosas coreografías de cámara y envolturas musicales. Sobre el papel suena bien, tanto como el primer bloque del filme donde vemos cómo se coordina la cadena de atentados, pero este Bonello desganado, perdido y sin brío hace lo que parece imposible: que un thriller con maneras de Brian De Palma resulte mortalmente pesado.

La Prunelle de mes yeux, d'Axelle Ropert (bande... por Telerama_BA

Ya que desde la familia de autor el cine francés no nos brindó muchas alegrías ayer, la salvación nocturna vino gracias a la diversidad y amplitud de la cinematografía gala, donde también hay espacio para películas como La prunelle de mes yeux, tercer filme de Axelle Ropert. La guionista habitual de Serge Bozon firma una comedia cándida y deliciosa completamente entrega a su absurdo punto de partida: un hombre enemistado con su vecina invidente decide hacerse pasar por ciego como acto de venganza. Obviamente, después de una disparatada serie de equívocos debidos al engaño (y lo difícil de su mantenimiento), terminarán enamorándose.

El campo de acción de La prunelle de mes yeux no es la realidad, sino el cine, por lo que su argumento puramente peliculero se trata con toda la seriedad del mundo con el fin de dibujar una sonrisa en el espectador. ¿No hacían eso las comedias de los 30 y 40 antes de que el humor se volviera una cuestión de cinismo en Hollywood? Ropert baña sus imágenes de luz y color, mimando en cada ocasión a su carismático reparto, sin preocuparse por los aspectos más convencionales o directamente burdos que, sin duda, también tiene. ¿Pero qué clase de persona podría hablar mal de una película que acaba con sus protagonistas bailando sentados a la hora del desayuno?

¿Con qué imagen te quedas? Hay muchos planos largos de cámara flotante tanto en Personal Shopper como en Nocturama, pero la única que le da un auténtico sentido narrativo es Ropert en La prunelle de mes yeux. Así es, impulsada por una delicada grúa y estupendo montaje de sonido, la secuencia más importante a nivel argumental, la que lo cambia todo, dentro de una película consagrada  los planos cortos y frontales. Porque así se hacen las cosas.

¿Qué música suena en el aire? Willow Smith, que junto a Blondie y Berlioz es lo que más hace por Nocturama.

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