Robin Williams: genio más allá de la lámpara

Doce títulos como reivindicación de la filmografía menos conocida del actor: comedia negra, cameos que roban películas enteras, dramas existencialistas y thrillers
Robin Williams: genio más allá de la lámpara
Robin Williams: genio más allá de la lámpara
Robin Williams: genio más allá de la lámpara

Puede que la filmografía de Robin Williams sufriera a veces la irregularidad habitual de una industria en movimiento continuo, pero lo compensó con creces gracias a actuaciones tan inolvidables como El rey pescador (Terry Gilliam, 1991) o El indomable Will Hunting (Gus Van Sant, 1997). Nacido en un 21 de julio de 1951 en Chicago (EE UU), el actor estadounidense gozó de una trayectoria profesional que siempre quedará en nuestro recuerdo.

Con una carrera tan prolífica como la de Williams —cercana al centenar de títulos entre filmes y series de televisión listados en IMDb—, quien durante sus años de máximo apogeo en los 90 podía aparecer en cuatro grandes títulos de estudio cada año, no queremos limitar el debido homenaje que le merecemos a recordar sus famosas interpretaciones en El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989) y Una jaula de grillos (Mike Nichols, 1996). O a títulos con caliz generacional que están en mente de todos —Hook (Steven Spielberg, 1991), Señora Doubtfire (Chris Columbus, 1993), Jumanji (Joe Johnston, 1995)—.

Por desgracia, Williams nos dejaba trágicamente en 2014 tras diversos problemas personales, no obstante, nos regalaba un gran legado. A continuación repasaremos esos otros títulos de Robin Williams donde su presencia, ya sea como protagonista o como secundario robaescenas, resulta tan memorable como en cualquiera de las películas más conocidas. Si quieres homenajear al actor te recomendamos que elijas alguna de estas películas. O con alguno de sus impagables shows de stand-up, claro.

Las aventuras del barón Munchausen (1988)

Antes de darle el mejor papel de su carrera en El rey pescador, Terry Gilliam colocó a Williams como la cabeza flotante del Rey de la Luna en uno de sus filmes más fantásticos y entrañables. No nos extrañaría nada que esta aparición tuviera algo que ver en su elección para ser el genio de Aladdin...

Cadillac Man (1990) 

Con la labia que lo caracteriza, nada mejor que Robin Williams para interpretar a un vendedor de coches vividor y (muy) mujeriego al que le toca pasar el peor día de su vida encañonado por Tim Robbins. La comedia de Roger Donaldson está en ese incómodo punto medio entre el gamberrismo de los 80 y los andrajos de los 90, pero el protagonista de Williams, un caradura de la escuela de Steve Martin —había sido buen maestro durante sus representaciones teatrales de Esperando a Godot—, hace que merezca la pena.

Nueve meses (1995)

Una de esas apariciones secundarias que se come la película entera. No sólo eso, sino que la intervención de Williams en la comedia paritoria de Chris Columbus añade un nivel de locura a muchas más revoluciones de las que nunca podrían llegar Hugh Grant Julianne Moore juntos.

Hamlet (1996)

Kenneth Branagh fue uno de los grandes valedores de la amplitud de registros de Williams y ya le había dado un papel extremadamente dramático en Morir todavía (1991). Sin embargo, nos gusta pensar que su elección para que interpretara a Osric en esta adaptación cumbre de Shakespeare estuvo también basada en lo estupendamente que se lo podía pasar uno en un rodaje si estaba de por medio entre toma y toma.

Desmontando a Harry (1997)

El actor que se desenfoca hasta desaparecer. El capítulo más divertido de la amarga sátira existencialista de Woody Allen encerraba no poca autoexploración del Williams real. Por desgracia, hoy somos más conscientes que nunca de ello.

Más allá de los sueños (1998)

La infravalorada adaptación de Richard Matheson por parte de Vincent Ward, una variación sobre la Divina comedia de Dante con imágenes pictóricas asombrosas y espectaculares, es capaz de encoger el corazón por su viaje más allá de la muerte. Sobre todo si tenemos en cuenta la segunda mitad, en la que el protagonista interpretado por Williams debe ir al purgatorio en busca de su mujer después de que esta se suicide.

Ilusiones de un mentiroso (1999)

Para ser breves y directos: todo lo que La vida es bella debería haber sido. Claro que, además de contar con la bonhomía inherente a Williams frente a los excesos azucarados de Benigni, el húngaro Peter Kassovitz aquí tenía la base literaria del clásico literario Jacob el mentiroso del polaco Jurek Becker, superviviente del Holocausto. Digamos que es como la historia del pastor y el lobo, pero dentro del gueto judío de Varsovia. 

Insomnio (2002)

Ha quedado algo sepultada por la carrera posterior de Christopher Nolan, pero el duelo interpretativo entre Williams y todo un Al Pacino insomne —a quien le chiflaba imitar— en este remake fue uno de los highlights actorales de su año.

Smoochy (2002)

Comedia negrísima donde Danny DeVito dio a Williams uno de los papeles más agudos de su carrera cuando estaba en pleno proceso de reinvención: es el corrupto presentador de un programa de televisión infantil que inicia una guerra desenfrenada contra Edward Norton, su sustituto insoportablemente buenista. 

Retratos de una obsesión (2002)

O cómo Mark Romanek nos dijo: sí, Robin Williams también puede dar miedo. Dado el espinoso tema de pornografía infantil que trata la película, el cásting de un actor tan vinculado a la comedia para todos los públicos añade un incómodo trasfondo al personaje que no debe pasar desapercibido al valorar el segundo largometraje de Romanek ni el trabajo de Williams.

¡Vaya vacaciones! (2006)

Barry Sonnenfeld dirige una de las mejores comedias puras y directas del actor y también una de las mejores variaciones sobre el clásico subgénero de familia norteamericana de vacaciones. Nunca se ha sacado mejor partido slapstick a una caravana.

El mejor padre del mundo (2009)

Junto a Smoochy, el mejor antídoto contra quienes recuerdan a Williams por odas al almíbar familiar como Señora Doubtfire o Patch Adams. Escribe y dirige Bobcat Goldthwait, así que el viaje no va a ser agradable para todos los estómagos: cuenta la historia de un profesor que decide encubrir la humillante muerte accidental de su hijo haciéndola pasar por un suicidio.

EXTRA: Inteligencia artificial (2001)

Porque nunca hay que dejar de escuchar a Williams recitando a W. B. Yeats. No todo va a ser Whitman, caramba.

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