Ridley Scott y el Robin Hood de Navarra

'El consejero' y 'Dime quién era Sanchicorrota', dos películas opuestas unidas por un bandolero en el desierto de Las Bardenas Reales. Por ANDREA G. BERMEJO
Ridley Scott y el Robin Hood de Navarra
Ridley Scott y el Robin Hood de Navarra
Ridley Scott y el Robin Hood de Navarra

Si algo sabía distinguir Nino Guerra era el golpe hueco de una herradura entre el atolondrado ruido de los cencerros. Por eso, cuando los primeros ecos del galope de un caballo resonaron sobre el desierto, el pastor retiró la vista de su rebaño de ovejas y miró al horizonte. El desierto de Las Bardenas Reales de Navarra, su casa, su vida durante los últimos 40 años, es decir, siempre, se extendía como todos los días hacia el infinito. Y de pronto, asomándose desde una duna lejana, la crin reluciente de un caballo confirmó sus sospechas. Nino se quedó quieto, observando cómo el corcel galopaba veloz en su dirección. Las ovejas balaban confusas y el polvo cada vez volaba más alto. Al cabo de un rato el caballo llegó hasta donde estaba Nino y frenó en seco. No era un jinete sino una amazona quien lo montaba.

-Hola, dijo en un perfecto español.

-Hola, contestó Nino.

Era Cameron Diaz.

“Me pareció tan natural que ni siquiera le pedí un autógrafo”, le contó a los pocos días a Jorge Tur mientras éste lo grababa con su cámara. El documentalista, que llevaba apenas un par de días rodando en Las Bardenas Dime quién era Sanchicorrota, se enteraba así de que no era el único director en aquel desierto. Separado por algunas dunas, aquéllas de las que provenía la galopante Cameron Diaz, Ridley Scott rodaba El consejero. Las suyas no eran las únicas caras conocidas. Rodeados por guepardos que corrían sueltos por el desierto estaban también Javier Bardem, Penélope Cruz y Michael Fassbender. “Rodamos allí una secuencia aprovechando la base militar como si fuese la frontera entre EE UU y México”, nos cuenta Felix Rosell, el jefe de localizaciones de El consejero. “Alquilamos una cabaña de pastores como si fuese una de esas tiendas perdidas en el desierto”.

Plano descartado de "Dime quién era Sanchicorrota" from Jorge Tur Moltó on Vimeo.

“Todo el mundo nos decía que no rodásemos en el desierto de Las Bardenas –nos cuenta Arthur Max, el diseñador de producción de El consejero–, porque ése era el lugar en el que Terry Gilliam había tenido tantos problemas rodando The Man Who Killed Don Quixote”. Pero el equipo de la próxima película de Ridley Scott necesitaba un desierto europeo. Habían rodado en Amsterdam y en Londres y no podían volver a EE UU para filmar las secuencias que les faltaban. “Mientras estábamos rodando en Las Bardenas vino de visita el escritor de la novela en la que está basada El consejero, Cormac McCarthy, y le preguntamos si el paisaje le parecía digno de Nuevo México, donde él vive. ‘Sólo un geólogo se daría cuenta de la diferencia’, dijo. Así que tuvimos mucha suerte”, recuerda el también diseñador de producción de Seven desde la sierra de Alhabia en pleno rodaje de Exodus, la próxima película del director de Blade Runner.

Y efectivamente, tuvieron suerte. El desierto de Las Bardenas, donde también se rodó Acción mutante o algunas escenas de El mundo nunca es suficiente de la saga James Bond, se labró con el quijotesco experimento del ex Monthy Python –que nunca se llegó a rodar– la reputación de localización cinematográfica maldita. “Todas esas desgracias que le ocurrieron a Terry Gilliam, las inundaciones y la imposibilidad de rodar por el ruido de los aviones [hay una base militar de la OTAN] eran lo que yo buscaba –nos cuenta Jorge Tur Moltó–. Yo quería filmar la naturaleza salvaje”.

Dime quién era Sanchicorrota, un proyecto que nació por iniciativa del Festival Punto de Vista de Pamplona, es una de las revelaciones del cine documental del año. Y bastantes cosas más. Crónica del pastoreo en un desierto semidesconocido, concurso de jota Navarra, deconstrucción de la leyenda y comedia humana, el primer largo documental de Jorge Tur Moltó –sus cortos Castillo, Diario ruso o De función ya apuntaban maneras– huye de la catalogación, con las herraduras del revés, como el bandolero –Sanchicorrota– que da título a la película. Como uno de los iconos que engrosan la filmografía de Ridley Scott, la leyenda cuenta que Sanchicorrota fue una especie de Robin Hood que se refugió en Las Bardenas Reales mientras robaba a los ricos y se lo daba a los pobres. “Durante los primeros días de trabajo de campo en el desierto, me encontré a un chico que me habló de Sanchicorrota –recuerda el director–. Busqué en Internet y con ese nombre sólo encontré un club de balonmano”.

“Entendí que la mejor manera de retratar a esta gente era preguntarles lo qué sabían de Sanchicorrota, no preguntarles directamente por sus vidas, sino que me contasen lo que sabían de este anihéroe tan querido”, recuerda Jorge Tur. Es éste uno de los aciertos de Dime quién era Sanchicorrota, la confianza que el director se gana con cada uno de los entrevistados, lograda en parte por su modus operandis solitario, que acaba volcada en el documental ofreciéndonos un retrato cercano, auténtico e involuntariamente cómico de sus protagonistas y, en definitiva, de cómo es la vida en Las Bárdenas.

Dime quién era Sanchicorrota - Tell me about Sanchicorrota (Official trailer) from Jorge Tur Moltó on Vimeo.

Documental con querencia al plano fijo y a la mirada contemplativa, aunque con un ritmo trepidante, el humor es otra de las bazas que juega Dime quién era Sanchicorrota. No sólo como efecto colateral de la realidad que contempla –“buscando a quien entrevistar ya me di cuenta de que la mayoría tenían esa vertiente cómica”– sino por las propias decisiones del director, como la de incluirse como personaje de la película. “Me incluí en el momento del montaje. Virgina García del Pino se dio cuenta de que mi presencia ahí podía ayudar a expresar lo que realmente fue el documental, un viaje, y hacer ver la relación que yo tenía con los personajes, que podía emocionar al espectador”, nos cuenta Jorge Tur. De ahí, la entrevista que abre el documental, el plano fijo en el que Nino Guerra cuenta que lo que sabe de Sanchicorrota lo escuchó por la televisión. El director, contradiciendo a ese otro pastor que opina que “la realidad no suele tener gracia” le pide que no diga que lo escuchó por la tele, que diga que lo escuchó por ahí.

Porque Dime quién era Sanchicorrota es también un documental sobre cómo se hace un documental. Una película sobre el control y aprender a perderlo. La película de un extraño –si no todos los documentales lo son o deberían serlo– y su relación con la realidad que observa. La mirada de alguien que a veces se obsesiona por hacer que las cosas sucedan delante de la cámara y otras por dejar que se revelen. Dime quién era Sanchicorrota no es un retrato de un desierto, ni de sus personajes, sino una investigación abierta, más bien el retrato de unos ojos mirando ese paraje. “De hecho –explica Jorge Tur–, la peli empieza con planos largos, de forma inconsciente, con los personajes lejos, formalismos, planos quietos, con el monje posando… Pero luego conozco un grupo de pastores que me invitan a subir la montaña y la peli se va haciendo más libre. Y termina con el tipo sincerándose delante de la cámara, muy cerca de mi, y hablándome de su familia y de la historia de España”.

Lo que comenzó siendo un retrato de las personas que transitan un lugar –“porque allí no vive nadie, sólo van de paso ovejas y militares”– acabó convirtiéndose en un documental sobre cómo se transmiten las leyendas, sobre cómo la transmisión oral las deforma y, en un sorprendente giro de guión, sobre la memoria histórica de nuestro país. Lo que decíamos. Ni comedia, ni crónica, ni documental. Dime quién era Sanchicorrota es tan escurridiza como el mejor de los Robin Hoods de Ridley Scott, como el bandolero de las herraduras del revés al que es imposible encontrar.

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