[Repaso Marvel] 'Capitán América: El primer vengador', o el héroe que nació 'vintage'

Pocos apostaban por ella, pero la película de Joe Johnston no fue sólo el verdadero arranque del Universo Marvel: también queda como una entrañable aventura.
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Hasta ahora, nuestro repaso al Universo Marvel ha sido como observar los primeros pasos de una criatura extraña. Tras verla nacer con Iron Manhemos suspirado de espanto al ver cómo El increíble Hulk estuvo a punto de aplastarla con su nihilismo, mientras que Thor la sumía en un shakespeariano bostezo y la segunda gran juerga de Tony Stark amenazaba con llevarla por el mal camino (o por el bueno, según se mire). Pero ahora nos toca presenciar un momento especial: aquel en el que el bichín empezó a hacerse mayor, a dar sus propios pasos y a demostrar que era algo más que una anécdota. Eso es justo lo que, en nuestra opinion, representó Capitán América: El primer vengador en 2011.

¿Sorprendidos? No nos extraña. Ya en su momento, la película de Joe Johnston fue recibida con extrañeza, cuando no con desdén. Aunque era más conocido que Iron Man entre el público generalista, el 'Capi' no tenía el mismo gancho que ese Spider-Man a punto de su primer reboot en Sony, y su (infundada) reputación como emblema de la extrema derecha auguraba una trayectoria internacional tirando a floja. Por otra parte, la elección de Chris Evans para dar vida al personaje fue objeto de no poco choteo, tratándose del mismo actor que había interpretado a la Antorcha Humana en las dos entregas de Los Cuatro Fantásticos. Finalmente, tras aquellos dos tecnothrillers protagonizados por Robert Downey Jr. y el acercamiento al terror de El increíble Hulk, ¿de verdad iba a mostrar interés el público en una película ambientada en la II Guerra Mundial?

Pero, con unos datos de taquilla más que aceptables (370 millones de dólares en todo el mundo) y una buena acogida crítica, la última película Marvel distribuida por Paramount resultó la prueba de que a la fórmula le quedaba todavía mucha pila por gastar. Es más: algunos incluso salimos de verla convencidos de que aquello de Los Vengadores podía salir bien, y todo. Aquí exponemos sus virtudes.

Una entrañable maquinaria

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Vamos a empezar siendo malos: Joe Johnston es un muy buen director de cine, pero no uno de los grandes. Lo que sí es es un diseñador de producción con un currículum que da vértigo: Star Wars no sería lo mismo sin él (¿nunca te has preguntado quién imaginó la carrocería del Halcón Milenario? ¿y la armadura de Boba Fett?) y Steven Spielberg recurrió habitualmente a sus servicios durante los 80 y los 90. Además, Johnston es uno de los creadores del dieselpunk, esa estética que hace por el período de Entreguerras lo que el tan traído y llevado steampunk por la Europa victoriana. Ahí está su encantadora Rocketeer para probarlo.

Así pues, dejemoslo claro: tal vez Johnston no sea el mejor cineasta del mundo, pero sí era el hombre más indicado para dirigir esta película. Desde esa Nueva York donde empieza la historia a los laboratorios secretos de HYDRA, la ambientación combina una documentación minuciosa con la irrealidad pulp que sirvió de sustrato al personaje en 1941. Justo lo que hacía falta para convencernos de que un chaval enfermizo se volvió cachas gracias a los milagros de la ciencia. Y, también, de que ese mismo chaval acabaría siendo descongelado en el siglo XXI.

Ser libre es sufrir

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Aquellos ajenos al mundo Marvel (y no digamos quienes abominan de él) suelen mirar raro a los fans cuando estos les explican que Steve Rogers no es un icono del ultraderechismo en EE UU, sino más bien todo lo contrario: basta con leer sus aventuras escritas por Steve Englehart, Gail Simone o incluso Frank Miller (el Miller de los 80, claro) para entender por qué el motero hippie de Peter Fonda en Easy Rider se hacía llamar precisamente "Capitán América". En el fondo (y salvo excepciones, dependiendo de quien firme el guion), el señor del escudo ha sido siempre un idealista hijo del New Deal, condenado a estamparse contra la realpolitik y el complejo militar-industrial.

Así pues, antes de profundizar del todo en ese tema con El soldado de invierno, los guionistas Christopher Markus Stephen McFeely lo anticiparon ya en la película que nos ocupa. Desde que le conocemos hecho un alfeñique en Brooklyn hasta su sacrificio final, el héroe está siempre en peligro de convertirse en un títere del poder… pero nunca llega caer del todo en dicha trampa debido a sus mayores superpoderes: la empatía y el coraje. Decir que la interpretación de Chris Evans transmite estas virtudes es uno de los mayores elogios que podemos hacerle: pocos fueron esos 300.000 dólares que se embolsó por el papel.

"¡El hombre estrellado (con un plan)!"

Manda narices, Academia de Hollywood: en los Oscar 2012, el plantel de nominados a Mejor Canción Original era tan chuchurrío que sólo incluyó dos canciones… ninguna de las cuales era este temazo, deliciosamente pegadizo y que, además, servía para vertebrar una de las mejores escenas de la historia de Marvel Studios. Además de por la coreografía, por el montaje, por su uso del kitsch bélico, por el cameo de Stan Lee y por el trabajo de Evans (observa cómo va pasando de la timidez a la desenvoltura hasta el mazazo final), este número musical funciona como un cursillo acelerado sobre los orígenes del Capitán América en cómics y cine.

La creación del héroe como icono propagandístico, su famoso tortazo a Hitler en la portada de su primera historieta (¡que también existió en esta dimensión paralela!), los seriales cinematográficos de los años 40 e incluso la forma de su escudo original quedan explicados aquí con una pirueta metanarrativa de la que no ha disfrutado prácticamente ningún otro personaje de la casa, y que revela el tremendo cariño con el que Johnston y los guionistas se tomaron su tarea. Seguro que Jack Kirby hubiera coreado la letra.

Peggy Carter: La primera vengadora

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Atención, pregunta: ¿cuál fue la primera heroína Marvel propiamente dicha que vimos en la pantalla? ¿La Pepper Potts de Gwyneth Paltrow? Por desgracia, no, ya que nos fue presentada como un interés romántico. ¿La Viuda Negra de Scarlett Johansson? Nos encantaría, pero la respuesta también es negativa: su primera aparición en Iron Man 2 resultó decepcionante en grado sumo, y sólo empezaría a cobrar interés de Los Vengadores en adelante. Hablemos, pues, en serio: el primer icono femenino del estudio es Peggy Carter (Hayley Atwell).

Emparentable con la Ann Sheridan de La novia era él y con otras memorables servicewomen del cine de los 40, esta señorita era ya una peligrosa agente secreto cuando su futuro novio no sabía lo que era un bíceps, y (en contra de lo acostumbrado aún hoy) representa el pragmatismo y la dureza frente a la sensibilidad y el idealismo de él. Una pena que Agente Carter, su serie en solitario, durase sólo dos temporadas dignas de mucha mejor suerte.

La guerra de papá

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Uno de los detalles más sorprendentes de Capitán América: El primer vengador es que no sólo funciona como película de superhéroes, sino que también es una película de aventuras bélicas muy apañada. Algo debido tanto a que Johnston sabe cuatro cosas sobre eso de matar nazis con armas heterodoxas (sí, también trabajó en En busca del arca perdida), así como a una buena selección de referentes. Allá donde los hermanos Russo tendrían un ojo puesto en el thriller clásico y otro en los videojuegos de sigilo para planificar El soldado de invierno, Johnston demostró su cariño por los viejos seriales de cine como aquel que el propio 'Capi' (con el rostro de Dick Purcell) protagonizó en 1944.

Por supuesto, El primer vengador no nos habla de la II Guerra Mundial en nuestro universo, sino en el Universo Marvel, de modo que el director y el dúo de guionistas se permiten tanto rescatar personajes de cómic (los Comandos Aulladores, un grupo de soldados que, en las viñetas, debutó acompañando a un tal Nick Furia) como resumir el conflicto en un montaje donde no hay campos de exterminio, pero sí tanques gigantes y soldados de HYDRA con fusiles de rayos. Aquí, eso sí, cabe un matiz: algo que sí existió tanto en el mundo del 'Capi' como en el nuestro fue la Operación Paperclip, la maniobra de inteligencia con la cual EE UU se procuró los servicios de científicos del III Reich tras la guerra. Y que el cine, señalemos, ha abordado mucho menos de lo que nos gustaría.

Farolillo rojo

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Por desgracia, pese a sus muchas virtudes, El primer vengador no se libra de uno de los tópicos más asociados a las películas de Marvel: el villano no está a la altura del conjunto. Lo cual es una pena, porque dicho villano es Cráneo Rojo, una de las criaturas Marvel más acongojantes: Markus y McFeely tuvieron buena vista a la hora de elegir a este señor del mal con esvástica para poner en marcha la mitología cósmica del estudio (en las viñetas, el Cubo Cósmico... perdón, el Tesseracto, es una de sus obsesiones), pero su grotesca presencia se encontró con dos escollos importantes. Por una parte, un Hugo Weaving muy desganado (por muy profesional que uno sea, y el australiano lo es, la falta de interés por el material es un escollo difícil de salvar) y, por otra, aquel maquillaje CGI que no le hacía justicia ni de lejos a las deformidades dibujadas por Kirby, John Buscema Steve Epting, entre otros grandes.

A nosotros, la verdad, nos hubiera gustado ver al viejo Cráneo como la bestia psicótica que es en los tebeos, y disfrutar de esa historia de origen tan patética y siniestra a la vez (resumiendo: un botones de hotel al que el propio Adolf Hitler adiestró como su asesino de cabecera). Pero, ya que no tenemos eso, podemos deleitarnos con la verdadera historia de esta película: la de un hombre sin nada especial al que la vida le entrega de golpe un poder y un propósito… para, a cambio de eso, robarle todo lo que realmente aprecia.

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