Queja del día: ¿Queréis buenos blockbusters? ¡Dejad en paz a los directores!

Casos como el de 'Warcraft' nos lo recuerdan: cuando se trata de producir blockbusters, los grandes estudios son como el perro del hortelano.
Queja del día: ¿Queréis buenos blockbusters? ¡Dejad en paz a los directores!
Queja del día: ¿Queréis buenos blockbusters? ¡Dejad en paz a los directores!
Queja del día: ¿Queréis buenos blockbusters? ¡Dejad en paz a los directores!

Mira que se veía venir, pero, a la postre, verlo ha dolido. Porque, en nuestro recuerdo, Duncan Jones era un cineasta con buenas ideas y un estilo propio, responsable de una de las mejores películas recientes de ciencia-ficción (Moony de un thriller con mucho salero (Código fuente). Y, para colmo, es un cineasta relativamente joven y familiarizado con los videojuegos. Así pues, nosotros teníamos fe en su nueva película, pese a las malas críticas que llegaban del otro lado del Atlántico. Y, por ello, nos ha dolido mucho ir a ver ese filme para encontrarnos con... pues con Warcraft: El origenUna película que, si bien posee momentos de mucho interés, o incluso de brillantez, acaba viniéndose abajo estrepitosamente.

Las carencias de Warcraft han sido apuntadas en nuestra crítica, y no viene al caso repetirlas aquí. Ahora bien: sí hay algo que conviene destacar, y es que el filme patina estrepitosamente en lo que se refiere al montaje. No es que haya saltos de eje o fallos de raccord, pero el relato pasa de una escena a otra como si tuviera prisas, dándonos a entender que su intención no es tanto contar bien la historia como ahorrar tiempo por cosas de la presencia en salas (a menos duración, ya se sabe, más pases al día, y mas beneficios). Después, al descubrir que Warcraft ha perdido una hora larga en la sala de montaje, lo pillamos del todo: Duncan Jones ha sido la (pen)última víctima de una de las costumbres más nefastas de Hollywood, ahora y siempre. La costumbre de fichar a un director con personalidad y ganas... para después no dejarle hacer la película que él quiere hacer.

Por cosas de la dimensión industrial del cine, y tal, que un estudio aspire a proteger sus beneficios es tan natural como que una hembra de reptil devore a sus crías, por ejemplo. Pero una cosa es aceptar eso, y otra formularse la siguiente pregunta: si una gran productora contrata a un director talentoso, para que este le dé personalidad al blockbuster de turno, ¿por qué, una vez metidos en producción, lo ata de pies y manos y tira sus hallazgos por la borda? Nosotros estamos seguros de que Gareth Edwards se está haciendo esa misma pregunta ahora mismo, sólo que en términos más airados: no en vano él es el autor de Star Wars: Rogue Oneuna película que iba a renovar la saga galáctica con un drástico cambio de tono y protagonistas... hasta que los ejecutivos de Disney decidieron que verdes las iban a segar.

Fiel a sus intenciones, Gareth Edwards había rodado la Rogue One con el tono de un drama bélico, algo que no convenció en absoluto a la casa de Mickey Mouse. Así pues, el estudio decidió someter al filme a un drástico programa de nuevos rodajes, en los cuales, por lo que se ha sabido, el director original no pincha ni corta. De acuerdo con Slashfilm, son Tony Gilroy (El ultimátum de Bourne) y Christopher McQuarrie (Al filo del mañanaquienes se encargan de estos añadidos.

Los rumores según los cuales esta remodelación iba a afectar al 40% de la película parecen desmentidos, pero lo que nadie contradice es que, frente al trabajo de Edwards, Disney quiso poner ahí más acción, más chistes e incluso la posibilidad de cameos y guiños a otros proyectos de la saga. Así pues, debemos sacar otra vez las interrogaciones de paseo: ¿es que esos mismos ejecutivos no habían visto MonstersGodzilla¿No habían fichado a Edwards, autor de esos dos filmes, por su capacidad de darle la vuelta a los tópicos de la ciencia-ficción? Tal vez esos postulados les gusten sobre el papel... y les espanten sentados a una mesa de reuniones, una vez revisados los estudios de marketing.

Un ejemplo de lo anterior, por raro que parezca, lo encontramos en Cuatro FantásticosPor muy vilipendiada que fuera, la película de Josh Trank daba la triste impresión de no ser tal, sino los restos de un filme que hubiera podido ser: olvidemos las anécdotas chungas sobre perros desbocados y peleas en el plató, así como las declaraciones sobre los errores en el tono del guión, y admitamos que, en ese cuarto de hora final donde la historia quedaba liquidada de un plumazo, se veían (y mucho) las manos de unos productores, con Simon Kinberg a la cabeza, deseosos de reducir esa locura al estado de una película de superhéroes 'convencional'.

Y, si hablamos de películas de superhéroes, no queda más que referirse a Marvel. Aunque, por ahora, la Casa de las Ideas ha dado a luz productos 'de autor' bastante estimables (véanse las películas de los hermanos Russo, o la manga ancha dada a James Gunn para convertir Guardianes de la Galaxia en una comedia ochentera), directores como Alan Taylor (Thor: El mundo oscuropueden dar fe de que eso es en gran parte un espejismo. Que se lo pregunten a Edgar Wright, cuya insistencia en dotar de originalidad a Ant-Man acabó con su salida del estudio. O al máximo valedor de Wright, Joss Whedon. 

Tras haber hecho que Marvel recaudase millonadas con Los Vengadoresy tras haber tenido su parte de culpa en las presiones de la compañía a otros cineastas (el pobre Kenneth Branagh tendría cuatro cosas que decir sobre esto), Whedon sufrió en propia carne múltiples mangoneos que le obligaron a recortar y parchear Vengadores: La era de Ultrón al gusto de su jefe, Kevin Feige. El resultado final: una salida por patas del director, quien no se ha cortado en lanzar alguna pulla que otra a sus ex amigos. Y, lo peor de todo, una película que no está nada mal, pero que podría haber estado mucho mejor.

Así pues, la pregunta sigue ahí: si las majors quieren poner en las carteleras el mismo producto de siempre, sólo que respaldado por el impulso comercial de una franquicia y con la viralidad del fandom, ¿por qué no llaman a los mismos artesanos de siempre, esos que les entregan los copiones a tiempo, no se salen del presupuesto y no dan la tabarra con la independencia creativa? Posible respuesta: porque, como prueban casos como el de Martin Campbell en Green Lantern, esos directores suelen estar muy poco interesados en la película que van a rodar, con lo que acaban ofreciendo productos impersonales y sin gracia. Justo la clase de filmes que, en contra de lo que algunos piensan, repelen al público más interesado.

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