Queja del día: ¿Qué fue de los grandes villanos de Disney?

¿Echas de menos a Úrsula, a Maléfica y al visir Jafar? Exigimos que Disney vuelva a ofrecernos malos como los de antes
Queja del día: ¿Qué fue de los grandes villanos de Disney?
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Hasta la fecha, la últimas producción Disney de envergadura ha sido Vaiana. Y, probablemente, cada cual tendrá su opinión sobre la calidad del filme, sobre sus presuntas actitudes racistas, sobre las canciones de Lin-Manuel Miranda y sobre los tatuajes de Dwayne Johnson. Y es posible, también, que la odisea polinesia de Disney les haya dejado con un hueco, un vacío, una carencia: una sensación de que allí falta algo, motivada por la falta de un antagonista de peso. Si bien el filme de Ron Clemens John Musker tiene dos protagonistas con mucho interés, estos se enfrentan a enemigos extremadamente sosos. Algo que, de rebote, nos ha hecho preguntarnos algo: ¿por qué las películas Disney carecen, desde hace tiempo, de villanos memorables?

Repasemos este caso particular, avisando de que puede haber SPOILERS: en Vaiana, las amenazas a las que hacen frente la heroína y el semidiós Maui son, básicamente, tres. Las dos primeras son los Kakamora (unos piratas con forma de coco, que sirven para rendir un cachondo homenaje a Mad Max: Furia en la carreteray el cangrejo gigante, además de cantante, llamado Tamatoa. Hablamos de dos figuras que resultan muy interesantes, y que podrían haber mantenido la tensión de un filme entero si se las hubiese sabido manejar... pero se quedan con una escena cada una. En cuanto a la antagonista principal, la diosa volcánica Te Ka, resulta mucho más imponente, y da pie incluso a una escena de lucha inspirada (o eso parece) en el videojuego Shadow of the Colossus. Pero su entidad como personaje resulta tirando a nula.

¿Perjudica a Vaiana esta carencia de villanos carismáticos? Pues según cómo se mire: lo cierto es que, tratándose de la historia de un viaje iniciático, el argumento del filme no se resiente demasiado. Pero también es verdad que, durante muchas décadas, la casa de Mickey Mouse no sólo ha sido una fuente de deleites visuales y de canciones pegadizas, sino también de personajes siniestros que, muchas veces, aventajaban en interés a las presuntas heroínas de sus historias.

Sin ir más lejos, ¿cabe imaginar Blancanieves y los siete enanitos sin la malvada madrastra? ¿No fue Maléfica la figura más interesante de La bella durmiente, hasta el punto de llevarse su propio spin-off con Angelina Jolie? ¿Qué hubiera sido de La sirenita sin los tentáculos de Úrsula? Está claro que todas esas películas (y algunas más, como Aladdin, Hércules La cenicienta) habrían perdido buena parte de su encanto si sus protagonistas se hubieran dedicado a corretear alegremente por ahí.

En cambio, los filmes Disney del siglo XXI han apostado por otro enfoque. Dejando de lado al doctor Facilier (el brujo vudú de Tiana y el sapo), Enredados nos presentó a Madre Gothel, una bruja malvada que se alejaba mucho de los estándares de la compañía, mientras que Frozen  Zootrópolis iban todavía más lejos, presentándonos a los malos sólo en el último tercio del cuento, y centrándose mucho más en la evolución personal de sus protagonistas. Lo cual, para qué mentir, ha supuesto una bienvenida novedad.

En realidad, Disney sólo ha cambiado en consonancia con el signo de los tiempos: tratándose de una factoría de cuentos de hadas al por mayor, sus historias están renunciando a ese enfoque de 'buenos contra malos' que no sólo resultan ya algo caducas, sino que (a poco que se descuidaran en los detalles de género, raza o cultura) podrían traerle serias consecuencias en forma de boicots y campañas en redes sociales. Pero, ¿es mucho pedir si decimos que echamos de menos a un Jafar, a un Hades, incluso a un Gastón? Aunque Disney hace bien escogiendo guiones más sofisticados y pisando nuevos caminos, la carencia de buenos villanos va muchas veces en detrimento de una historia con sustancia.

Y no sólo de eso: como decía el escritor G. K. Chesterton, la verdadera utilidad de los cuentos de hadas no consiste en avisar a los niños que existen los dragones, sino en enseñarles que esos dragones pueden ser vencidos. Los ejecutivos de Disney (y sus creadores, que ellos también están ahí) deberían recordar esto, aunque, a veces, lo interpreten de aquella manera.

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