Primeras impresiones de 'Django desencadenado'

Ya la hemos visto. Y, por supuesto, vamos a contároslo. Porque, lectores de la web de CINEMANÍA, acabamos de salir de la proyección de una película con más tiros que el final de Grupo salvaje y en la que se pronuncian más epítetos racistas que en una reunión del Klu Klux Clan. Es decir, de Django desencadenado, ese western (no, perdón, southern) con el que Quentin Tarantino regresa a las pantallas cuatro años después de Malditos bastardos. Hasta que el filme llegue a los cines el 18 de enero (ojo, porque la distribuidora Sony ha adelantado su estreno en España), aquí podréis haceros una idea sobre esta segunda parte de una "trilogía extraoficial" de películas con ambientación histórica. ¿Cuál será el último capítulo?

Como caballero cinéfilo que es, Tarantino cumple sus promesas: efectivamente, esta película resulta (al menos durante buena parte de su metraje) un homenaje de altura al western de serie B. Y no te confundas, porque no nos referimos a Sergio Leone, sino a sus epígonos como Sergio Corbucci, Gianfranco Parolini y otros esforzados currantes del desierto de Almería. A lo largo de Django desencadenado, Tarantino dedica numerosos guiños a este género (o subgénero), pero como la mayoría están bien disimulados, dejémoslo en que, desde los rótulos de tituladora vieja al color de celuloide rancio de algunas escenas, pasando por esos zooms de película de los 70, todo está calculado para dar esa impresión. Django desencadenado es una película que quiere parecer barata y cutre.

Para gustos, los colores, y habrá alguno que contradiga esto tras ver la película. Pero el caso es que, a nosotros, los 165 minutos de Django desencadenado se nos han pasado en un suspiro. Si Malditos bastardos pecaba en muchos casos de un ritmo irregular, debido al cual acababa haciéndose larga (hasta que llegaba ese clímax final en el que todos estáis pensando), el filme que nos ocupa presenta una estructura mucho más mesurada. Es más: una de las mejores cosas que pueden decirse de la película es que, bien cuando le da por lo dinámico (es decir, por los tiroteos) bien cuando decide contraer el tiempo narrativo (una hora larga de película se dedica a describirnos una sola noche), la cinta no nos aburre en ningún momento.

Decían las primeras críticas de esta película que Christoph Waltz, secundario de lujo, se comía vivo (interpretativamente hablando) al protagonista titular Jamie Foxx. Nosotros no estamos del todo de acuerdo, pero admitimos que algo de eso hay. Vale que el protagonista de Ray es más alto, más negro, más chulo, está más cachas y dispara mejor. Ah, y también actúa estupendamente. Pero su colega austríaco no sólo se beneficia de un talento sobrehumano, sino que King Schulz, su dentista cazarrecompensas, es el personaje más goloso de todo el reparto. Lo cual nos lleva, una vez más, a preguntarnos por qué ningún director de casting se fijó en Waltz hasta que Quentin le dio el papel del coronel Hans Landa.

Señalemos, por otra parte, que cuando Tarantino pensó en Leonardo DiCaprio para esta película se le debió encender la proverbial bombilla sobre la cabeza. Porque, aunque 'Leo' no se prodiga excesivamente en el metraje, compite duramente con los dos actores principales (y con otro secundario más: ahora hablaremos de él) por el título de figura más memorable de la película. Dando rienda suelta a ese histrionismo que tan bien se le da, cuando le dejan emplearlo, DiCaprio da vida a un perverso terrateniente esclavista que puede resultar, bien hilarante, bien terrorífico. Apostamos lo que quieras a que una de sus escenas te hará dar un respingo en la butaca...

Con DiCaprio y Waltz nominados a los Globos de Oro como secundarios, sería mucho pedir que Django desencadenado se llevase una tercera candidatura en dicha categoría. Pero, qué demonios: desde aquí afirmamos que Samuel L. Jackson se merece todos los premios que quieran darle, y algunos más. Dinamitando a caso hecho su imagen de tipo duro, el socio más fiel de Tarantino en la cosa dramática compone otro personaje espectacular, que puede engañarnos hasta que el guión le hace quitarse la máscara. Habrá quienes tachen al actor de histriónico, pero a nosotros el mayordomo Stephen nos parece una figura de la talla de Jules (Pulp Fiction) o de Ordell (Jackie Brown). ¿Una posible sorpresa con vistas a los Oscar?

El personaje de Jackson nos da el pie perfecto para abordar el tema central (y el más polémico) de la película: su retrato de la esclavitud en EE UU. Partiendo de la base de que Django desencadenado es una película sensacionalista, y a mucha honra, señalemos que muchos aspectos que pueden parecer exageraciones tarantinianas son puramente reales, como las torturas a los esclavos o las máscaras y los collares con los cuales se castigaba a los negros rebeldes. Es decir, que Spike Lee, se equivocó al decir que esta película "ofende a sus antepasados": más bien rinde un justo tributo a sus sufrimientos. Por ello, es natural que nos entren ganas de aplaudir cada vez que Foxx cose a tiros a un negrero o a un capataz con látigo.

Contando con precedentes tan salvajes como Kill Bill y Malditos bastardos, puede que Django desencadenado les resulte algo baja en hemoglobina a los tarantinófilos de la vieja guardia. Es decir, que el filme dosifica bastante sus escenas sangrientas, y que aquí (como cabe imaginar) no hay ningún equivalente a ese Eli Roth con bate de béisbol o a los katanazos de Uma Thurman. Pero no nos engañemos: Quentin es Quentin, y le sigue gustando la masacre más que a un tonto un lápiz. En el filme aguardan explosiones (literales) de sangre e higadillos, y su recta final contiene un par de clímax ultraviolentos marca de la casa.

Toca hablar de otro de los rasgos definitorios del cine de Tarantino: la música. Quienes esperen una ración de temas reciclados de viejos westerns, lo mismo se llevan un pequeño chasco, porque si bien el sonido del filme recurre a ellos cuando corresponde (mención especial al Django Theme, del veterano Luis Bacalov) aquí tienen lugar desde el soul y el funk hasta el Requiem de Giusseppe Verdi. Hablando de compositores italianos e ilustres, Ancora Qui, la canción compuesta ex profeso para el filme por Ennio Morricone, se lleva el protagonismo de una de las mejores escenas, y hay que reconocer que es muy bonita. Puedes escucharla en el vídeo de arriba.

Para terminar, apuntemos que Django desencadenado presenta dos guiños memorables al público en forma de sendas apariciones estelares. La primera, la de Franco Nero, quien protagonizó en 1966 la película Django de Sergio Corbucci. La segunda, la del propio Quentin Tarantino. Sobre esta última no podemos escribir mucho para evitar spoilers, pero sí señalar dos cosas: que el genio de la gran mandíbula sigue actuando tan mal como siempre, y que es muy propio de él reservarse una salida de escena tan impactante.

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