Por qué ‘Mejor solo que mal acompañado’ es la película definitiva de las fiestas

Recordamos este clásico de John Hughes, Steve Martin y John Candy sobre lo difícil que, a veces, es volver a casa por Navidad
Por qué ‘Mejor solo que mal acompañado’ es la película definitiva de las fiestas
Por qué ‘Mejor solo que mal acompañado’ es la película definitiva de las fiestas
Por qué ‘Mejor solo que mal acompañado’ es la película definitiva de las fiestas

Hay tradiciones navideñas que resisten al paso del tiempo y otras que se imponen con los años para dar nueva forma a usos y costumbres. Ahora que parece que la Navidad como tal sólo llega, cinematográficamente hablando, cuando emiten por alguna cadena televisiva el clásico Love Actually (Richard Curtis, 2003) merece la pena recordar que, mucho antes de que las historias cruzadas románticas y bienintencionadas pusieran la pica en el Flandes navideño, en el cine todo lo que sonaba a Fiestas era sinónimo de estrés y caos. Hablamos, claro, del mítico Mejor solo que mal acompañado (1987), del gran John Hughes, cuyo título original –Planes, Trains and Automobiles [Aviones, trenes y automóviles]– resume como pocos lo mucho que cuesta en ocasiones volver a casa por Navidad.

Los lectores señalarán, no sin razón, que esta comedia con Steve Martin y John Candy como protagonistas tiene lugar en el arranque de la festividad de Acción de Gracias, celebración típicamente estadounidense, en vez de en Navidad. Sin embargo, si por una parte esa fiesta marca el inicio del período navideño en ese país, que concluye en Fin de Año, por la otra ilustra tan hilarantemente bien las prisas y la angustia por intentar llegar como sea a casa que, desde CINEMANÍA, queremos reivindicarla como la cinta de las Fiestas por antonomasia. Porque con ello, además, solventamos un largo agravio con este título, dado que cuando llegó por primera vez a las salas de nuestro país hacía mucho tiempo que Acción de Gracias y Navidad habían pasado: Mejor solo que mal acompañado se estrenó en nuestro país el ¡27 de mayo! de 1988, en una de esas extrañas apuestas del marketing de antaño hoy difíciles de comprender. El agravio, no obstante, ha persistido con los años, porque las cadenas televisivas españolas han ido emitiendo la película de John Hughes mayormente en días de primavera o verano.

Sea como fuere, y a pesar del maltrato que el filme ha sufrido en nuestro país, Mejor solo que mal acompañado es una de las películas más populares de John Hughes. Estrenada en Estados Unidos apenas un año y medio después de Todo en un día (1986), la cinta sigue las peripecias de Neal Page (Steve Martin) para regresar a tiempo a Chicago y disfrutar de Acción de Gracias junto a su familia. En el vuelo de Nueva York se topa con Del Griffth (John Candy), junto al cual sorteará todo tipo de imprevistos y obstáculos para poder llegar a casa toda vez que el vuelo es cancelado por el mal tiempo. Una buddy movie, como se ve, en toda regla con la que el director de piezas juveniles como La mujer explosiva (1985) o El club de los cinco (1985) se desviaba de terrenos trillados para realizar una incursión en la comedia de una manera más mordaz de lo que la película aparenta.

Porque Mejor solo que mal acompañada está repleta de detalles que, vistos retrospectivamente, engrandecen la propuesta. Para empezar, sus protagonistas representan a dos clases sociales bien marcadas: Martin interpreta a un ejecutivo de vida acomodada mientras que Candy es un comercial cuyas maneras delatan que no ha estudiado en un colegio de pago. Dos economías enfrentadas, lucha de clases absoluta en el comienzo vacacional, que en algo menos de 92 minutos harán lo posible por hacerse con un vehículo para sí mismos y dejar al otro tirado. Y, aunque pueda parecer que estas situaciones son imposibles en la vida real, lo cierto es que Hughes se inspiró en una experiencia que vivió él mismo, cuando su vuelo de Nueva York a Chicago se anuló y fue desviado a Wichita, Kansas, tardando en llegar a casa unos cinco días, tal y como explicaba el cineasta en una entrevista en el material extra de la edición doméstica del filme.

Hay otros aspectos que revelan el genio cómico de Hughes, más allá de la polarización arquetípica de los personajes. Son guiños que pueden pasar inadvertidos para el espectador primerizo, pero que un seguidor de Hughes a buen seguro que olso conoce. En el aeropuerto de Chicago, por ejemplo, cuando Neal Page llama por teléfono a su mujer para avisarla de que han retrasado otra vez el vuelo, se puede escuchar una escena que pertenece a La loca aventura del matrimonio (1988), película que Hughes estrenaría ¡un año después! y protagonizada por Kevin Bacon y Elizabeth McGovern. Bacon, por cierto, aparece brevemente minutos antes de esa escena. Esa película aparece otra vez en Mejor solo que mal acompañado, en un anuncio televisivo durante la estancia en el motel.

Un nuevo detalle escénico que ilustra el humor negro que atraviesa la película también se puede ver en la escena del aeropuerto de Wichita: cuando se anuncia la cancelación del vuelo, en el tablero de salidas que está detrás del empleado de la compañía se puede leer claramente que el destino de ese avión es ‘ninguna parte’. Sin duda, no hay imagen que mejor explique la angustia que se siente cuando los medios de transporte fallan y las compañías responsables se lavan las manos.

Pero si algo recuerdan de esta película los seguidores de Hughes es la famosa escena en que Steve Martin pronuncia hasta 18 veces esa palabra que, en inglés, empieza con "f", y, en castellano, con "j". Es bastante probable que, a causa de esa secuencia, la película recibiera la temida R en la clasificación por edades. Pero ello no es óbice de ser una muestra del ingenio de Hughes a la hora de montar una escena cómica. Hacia la mitad de la odisea por regresar a casa, después de que el tren no pudiera continuar con el trayecto a causa del mal tiempo y después de la enésima trifulca con Del Griffth, el personaje de Martin se arrastra hacia el mostrador de una compañía de alquiler de coches para en menos de sesenta segundos decir 18 veces "FUCK". Se recomienda el visionado continuado de cara a practicar ante probables complicaciones en nuestros viajes navideños.

Resulta obvio que para una road movie de desastres con los medios de transportes ninguna compañía del sector quisiera aparecer de manera literal en la película. Ese aspecto incrementó el gasto notablemente (la cinta costó unos 30 millones de dólares), ya que se tuvieron que alquilar unos cuantos convoyes ferroviarios, además de acomodarlos para el filme, se rehízo un set para dar forma a la terminal de Wichita, se diseño una terminal de alquiler de coches y se alquilaron unos 250 automóviles. Nada mal. No obstante, por si todo ello no es suficiente para engrosar la nómina de gastos, al parecer Hughes estaba algo descontrolado con las tomas que rodaba y la extensión de la película. Tal y como cuenta el montador Paul Hirsch, el corte original de Mejor solo que mal acompañado dura como unos 220 minutos. Muchas escenas que se eliminaron pueden verse en el tráiler otras se han perdido. ¿Os imagináis casi 4 horas de odisea pesadillesca y de lucha sin cuartel entre Martin y Candy? Peores situaciones se han vivido en aeropuertos en plena campaña de Navidad.

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