Por qué '12 años de esclavitud' no debería ganar el Oscar

Nos liamos a latigazos (con perdón) con la gran favorita para arrasar en la noche de premios. Porque la terrible odisea de Solomon Northup se merecía algo mejor. Por DANIEL DE PARTEARROYO
Por qué '12 años de esclavitud' no debería ganar el Oscar
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Por qué '12 años de esclavitud' no debería ganar el Oscar

Continúa el serial de CINEMANÍA en el que damos motivos por los que las 9 candidatas a los Oscar 2014 no merecen llevarse el máximo galardón de la Academia de Hollywood. Después de hacer naufragar al Capitán Phillips y sacarle los colores a Philomena, le ha tocado el turno a 12 años de esclavitud. Porque por mucho que el filme de Steve McQueen se llevase cinco estrellas en la crítica de la revista, consideramos que sus virtudes no son suficientes para tapar graves problemas que, quizás debido a los altos vuelos que se le suponen a su autor, aquí resultan todavía más escandalosos. Y es que, sin caer en el reprobable insulto personal en el que han incurrido otras voces disgustadas con McQueen, estos son los motivos por los que 12 años de esclavitud nos parece su película más cuestionable hasta el momento.

Hacer de la necesidad simpleza

Por qué '12 años de esclavitud' no debería ganar el Oscar

No vamos a negar que la esclavitud en EE UU fue uno de los momentos más bajos de la Humanidad, una aberración moral todavía escalofriantemente reciente, una herida abierta que debe cicatrizar con debates, reconocimiento, exposición y denuncia en vez de que con tabúes y silencio, y que el cine tiene una deuda histórica con este tipo de relatos. ¿Pero el hecho de hacer una película que aborda de manera frontal el tema ya es suficiente? ¿Simplemente por eso debe ser digno de elogio y alabanza ciega? La película de Steve McQueen cuenta un hecho real terrible, tiene grandes interpretaciones y momentos visuales apabullantes (gran fotografía de Sean Bobbitt, colaborador habitual del cineasta)... pero también hay decisiones narrativas que convierten las peripecias de Solomon Northup en una historia de autosuperación con aroma hollywoodiense de lo más cargante, y no sólo por la efectista banda sonora de Hans Zimmer (ni punto de comparación con el desasosegante uso que dio el director a la partitura de Harry Escott en Shame). El esquematismo maniqueo del guión de John Ridley, donde cada nuevo personaje blanco alcanza cotas de repugnancia cada vez mayores (más sobre esto después) y los negros hacen poco más que sufrir sus vejaciones diarias, lleva el relato al terreno del cliché y la pobreza argumental. ¿Qué hace Sarah Paulson aparte de ser una arpía odiosa? Un peaje de simplificación al tratar un tema tan grave que no deberíamos celebrar a estas alturas. Ay, si hubiera más escenas al nivel de la del personaje de Alfre Woodard... normal que el guionista considere que fue la más difícil de escribir.

Esta canción (sensacionalista) ya me la sé

12 años de esclavitud

En su ímpetu por hacer La Película Definitiva Sobre La Esclavitud, es una pena que McQueen y Ridley no consigan contarnos nada nuevo y se mantengan dentro del recinto de seguridad de lo que cualquier espectador podría esperar de una película con esta temática. Claro que la agonía por la que pasó Solomon Northup, igual que millones de personas durante los siglos de funcionamiento de la esclavitud, fue horrible, la reducción de seres humanos a poco más que objetos que se poseen y exprimen hasta la muerte es escalofriante, el maltrato físico, psicológico y el abuso sexual eran realidades cotidianas... El caso es que, todo eso, por desgracia, ya lo sabemos. De un artista tan atrevido como el cineasta británico nos esperábamos algo más que una sensacionalista sucesión de torturas lanzadas contra el patio de butacas (cada pocos minutos de metraje toca una nueva sesión de torture porn sufrida por Chiwetel Ejiofor o Lupita Nyong'o: los horrores de la esclavitud, dispuestos como el mecanismo de un reloj). Incluso a lo largo de la película se entreven otros aspectos del sistema esclavista que podrían haber dado para cuestiones menos sobadas, pero quizás no habrían revuelto estómagos tan facilmente como la sangre salpicada por la espalda de Patsey al recibir latigazos en plano secuencia.

El videoartista encadenado

La carrera de McQueen ha tenido una progresión muy curiosa: se gestó en el terreno del videoarte y el audiovisual experimental (premio Turner en 1999), con exposiciones en la Tate Modern o el MOMA, después recogió multitud de premios en las aguas del cine de autor con sus dos primeros largometrajes (Hunger, Shame) y actualmente se acomoda en el epicentro del Hollywood más clásico y convencional a través de 12 años de esclavitud. Según quien observe esa evolución, constatará una ampliación del espectro de espectadores receptores de su obra o una disolución cada vez más acusada de la fuerza personal, atrevida y subversiva de su discurso para acomodarlo a los canales de comunicación masivos. Pero el ejercicio es más sencillo: basta con comparar la crudeza visual y opresión sensorial de Western Deep (2002) [lo puedes ver aquí], su filme para la documenta de Kassel grabado en Super 8 dentro de unas minas de oro sudafricanas consideradas las más profundas del mundo, a más de 3 kilómetros bajo tierra, con la ampulosidad y textura de "gran relato" que mantiene 12 años de esclavitud durante todo su metraje. Queda muy claro lo que se ha (hemos) perdido por el camino. McQueen debería luchar contra las cadenas del cine comercial, en vez de meter los pies dentro y apretar el grillete.

Hola, soy el productor

Por qué '12 años de esclavitud' no debería ganar el Oscar

Dejando a un lado dudosas decisiones de márketing o esa enumeración del tráiler donde se suceden nombres estelares con muecas serias (¡es una película sobre la esclavitud!) que hacen pensar en los avances falsos del comienzo de Tropic Thunder, quizás el momento de claudicación más vergonzosa del filme reside en el pequeño papel reservado para Brad Pitt, uno de los productores. Con una duración sólo ligeramente superior a lo que consideraríamos un cameo, el actor posee el único papel positivo para un blanco que hay en todo el guión. Si la cosa quedara en esa (fea) particularidad tampoco habría demasiado problema ("bueno, al fin y al cabo el hombre ha puesto dinero para hacer la película, así que se ha quedado con la barba más molona y el rol más amable"), pero es que el agravio se acrecenta debido a la construcción realmente plana de su personaje: Bass, un carpintero canadiense con el que Solomon construye un cenador y no sólo da la casualidad de que repudia la esclavitud (¡claro, es canadiense!) sino que además se toma como una misión personal sacar a su compañero del infierno en el que se encuentra. ¡Si casi parece una versión caucásica del tópico del "Magical Negro"! Gracias, Brad Pitt, por llegar a última hora a salvar el día.

¿Más o menos que la suma de las partes?

Por qué '12 años de esclavitud' no debería ganar el Oscar

Desde que 12 años de esclavitud ganó el relevante Premio del Público en el Festival de Toronto, la crítica internacional contribuyó a elevar el estatus de la película por las nubes. En la Wikipedia hay hasta un apartado que recopila su aparición encabezando listas de lo mejor del año. El hype fue persistente y refrendado por docenas de premios y galardones en asociaciones de críticos y otros profesionales. Ante este torrente de estatuillas diversas, ¿qué sucedió con termómetros de los Oscar tan importantes como los Globos de Oro o los británicos BAFTA? La película ganó los respectivos premios gordos de cada convocatoria, pero llama la atención que ese mérito global fuera el único reconocido: el de Mejor Película dramática fue su solo Globo de Oro (La gran estafa americana, galardonada con el de Mejor Película comedia sí sumó premios de actuación), en los BAFTA ganó Mejor película, pero fue Gravity la que vio reconocido a su director Alfonso Cuarón y a sí misma como obra unitaria gracias a la excusa de nominarla en la categoría de Mejor película británica. Dos competidoras que se lo pueden poner difícil a 12 años de esclavitud la noche del 2 de marzo si no es capaz de elevar el valor de sus elementos individuales por encima de la suma. ¿O es que resulta serio que sea la Mejor película si no tiene la Mejor dirección, las Mejores interpretaciones, el Mejor guión, la Mejor fotografía, etc.? ¡Ni siquiera Argo apuntó tan bajo!

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