Peter O'Toole muere a los 81 años

Al igual que su personaje en Lawrence de Arabia (David Lean, 1962), Peter Seamus O'Toolesiempre tuvo mucho de enigmático. Por lo pronto, nadie sabe exactamente en qué país nació el actor, que acaba de morir en Londres a los 81 años. Algunos señalan Irlanda, concretamente la ciudad de Connemara, mientras que según otras fuentes O'Toole vino al mundo en Leeds, la ciudad inglesa donde se crió. En todo caso, tras probar suerte como periodista y después de un breve paso por el ejército, la futura estrella de cine trató de ingresar en el Abbey Theatre de Dublín, donde fue rechazado por no saber gaélico.

El futuro de O'Toole estaba, pues, en Londres: tras pasar por la Royal School of Dramatic Arts (RADA), se ganó una buena reputación como actor teatral y en el medio televisivo, mientras que sus intervenciones en pantalla grande se limitaban a papeles secundarios. Tan desconocida era su figura para los cinéfilos que, en los créditos iniciales de Lawrence de Arabia, su nombre aparece precedido por la palabra "Introducing", como si se tratase de un debutante. Teniendo esto en cuenta, los espectadores de la época debieron quedarse pasmados al ver cómo O'Toole (que ya contaba 30 años por entonces) conseguía hacer suyos tanto un personaje muy complejo como una película poblada de grandes nombres (Alec Guinness, Anthony Quinn y un Omar Sharif a punto de convertirse en la primera estrella árabe de Hollywood) y comandada por un cineasta notablemente tiránico.

Durante los 60, pese a su reputación como sujeto de carácter difícil y amigo de la botella, Peter O'Toole parecía una locomotora capaz de arrollar cualquier papel, cualquier producción: desde un duelo con su amigo Richard Burton en la histórica Beckett, a una comedia romántica (Cómo robar un millón y...) en comandita con Audrey Hepburn, pasando por el cine bélico (La noche de los generales), una excéntrica intervención (en el rol de ángel) para John Huston en La Biblia o la comedia desmadrada ¿Qué tal, Pussycat? junto a Peter Sellers y Woody Allen. Dejando a parte el exitoso remake de Adiós, Mr. Chips, tal vez el momento más espectacular de su carrera tuviese lugar en 1968, cuando (avejentado por exigencias del guión) hizo saltar chispas de la pantalla en El león en invierno, drama medieval en el que se enfrentaba memorablemente a una Katharine Hepburn soberana y un jovencísimo Anthony Hopkins.

No conviene, pese a ello, menospreciar al O'Toole de los 70, protagonista de trabajos tan interesantes como La clase dirigente y el musical El hombre de La Mancha. Pero en 1979, los espectadores de la polémica (y desastrosa) Calígula de Tinto Brass pudieron ver cómo el aspecto de ruina humana lucido al encarnar al emperador Tiberio se ajustaba demasiado bien a la realidad. Pese a momentos de brillantez, como la teleserie Masada, Mi año favorito y El último emperador, la carrera del intérprete se perdía en un sinnúmero de papeles alimenticios, algunos entrañables (puso voz a Sherlock Holmes en una serie animada de la BBC) y otros tan discutibles como Rafi, un rey de peso y Supergirl.

Nominado ocho veces al Oscar (un premio que soñó con ganar hasta el último momento), y detentador de un premio honorífico de la Academia, Peter O'Toole no parecía más feliz en sus últimos años, pero sí más centrado y dueño de sí mismo. Tras de sí dejaba un desgraciado matrimonio con Sián Phillips (la inolvidable Livia de la serie Yo, Claudio), dos hijas, un hijo y una afición a la poesía que le llevó a aprenderse de memoria todos los sonetos de Shakespeare. Más allá de su papel en Troya como el rey Príamo, o de su intervención en la serie Los Tudor, podemos recordar como su testamento aquella majestuosa interpretación como actor de voz en Ratatouille, la película de Pixar en la que prestó su ronquera a Anton Ego, el terrible crítico gastronómico. Nosotros, pues, nos despedimos de él recordando su tono de felicidad al pronunciar aquella última palabra: "¡Sorpréndeme!".

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