Nanni Moretti: "Siempre me siento fuera de lugar"

A propósito de su última película, 'Mia madre', hablamos con el director de 'Caro diario' sobre esa sensación que ni el cine consigue mitigar.
Nanni Moretti: "Siempre me siento fuera de lugar"
Nanni Moretti: "Siempre me siento fuera de lugar"
Nanni Moretti: "Siempre me siento fuera de lugar"

Nanni Moretti está pero no del todo. Y así ha sido siempre. Por ejemplo, en La sconfitta, uno de sus primeros cortos, del año 73, en el que era un votante de izquierdas con dudas más que considerables. O en aquellos primeros rodajes de Bellocchio y compañía en los que trabajaba de ayudante voluntario pero en el fondo quería hacer de actor. En Io sono un autarchico, Ecce Bombo, Caro diario o Aprile, cuando el personaje al que interpretaba rodaba un sesudo documental de política italiana y realmente lo que le apetecía era dirigir un musical sobre un pastelero trotskista. Por supuesto, también en Habemus Papam, la historia de aquel Papa electo que se daba a la fuga acongojado ante semejante responsabilidad. Igual que él, Nanni Moretti está pero no está. Como en su última película, Mia madre, recreación semiautobiográfica sobre la muerte de la suya en la que Margherita Buy, su álter ego, una mujer, es la manera perfecta de estar a medias.

Hablamos con Nanni Moretti por teléfono y nos cuenta que es una constante, sentirse inadecuado, en lucha consigo mismo, siempre fuera de lugar. Serio, correcto, pero algo tosco y fiel a su reputación, contesta esta entrevista mientras, quizás, sueña con recorrer Roma en su famosa Vespa. Nanni Moretti está pero no del todo.

¿Por qué el personaje principal, tu álter ego, es una mujer?

Es algo que ha estado ahí desde el principio. Mia madre una película muy autobiográfica pero en mi cabeza siempre la ha protagonizado una mujer. Una que comparte muchas de mis características. Como yo, ella nunca está en paz consigo misma, siempre está en lucha consigo misma. Quizás me vino a la cabeza que la protagonizase una mujer porque me parecía más interesante contar esta historia desde un punto de vista femenino. Y, además, no es una sola mujer. Son tres generaciones de mujeres. A la que interpreta Margherita Buy, su hija y la madre del título.

Hablemos de ese desconcierto, esa incapacidad para adaptarse que tienen en común tus personajes… no disminuye con los años, se hace cada vez más evidente.

Sí, es un elemento autobiográfico ese sentirme fuera de lugar. Era la misma sensación que tenía el Papa de Habemus Papam al renunciar a su trabajo. No se sentía a la altura de las expectativas. Este sentirme inadecuado ha formado parte de mi vida. No sólo de la pública, también de la personal. Es muy fatigoso vivir así.

¿Hacer cine ha rebajado esa sensación?

No. Nunca. En mis películas cuento cosas de mí mismo. Y por fortuna, contando cosas de mí mismo cuento cosas también de los demás. Es decir, partiendo de mí he llegado a comunicar a los demás. Siempre hablo de mis tics, manías, obsesiones y neurosis. Pero aunque las cuento en una película detrás de otra, no cambian, permanecen igual. No sé los demás directores, pero para mí el cine no funciona como terapia. Y con Mia madre… no es que hablar de la muerte de mi madre me haya ayudado a elaborar el luto. No. Puede que funcione como terapia para algún espectador, que le haga sentirse menos solo, más comprendido. Me gusta pensar eso.

Aquí, el personaje de Margherita Buy dirige una película dentro de la película. Esto sucede bastante en tu cine. Pienso en el pastelero trotskista del musical de Aprile o en los rodajes de Ecce Bombo…

No me gusta teorizar sobre mis películas. No me gusta y no lo encuentro justo, pero intentando aclarar esto que me preguntas. Pues mira, está la realidad y luego está otra mirada sobre la realidad que es la ficción… No sé, yo intento contar la realidad pero también a través de la ficción. Es así. Me vienen a la cabeza así, no te puedo explicar por qué. Es como la mezcla de comedia y drama que hay en mis películas. No es que tenga un programa estético que cumplir y piense “30 % comedia, 70 % de drama….”. Ese es mi modo de contar historias.

En este caso, la película que filma Margherita Buy es cine social, de la escuela de Ken Loach. ¿Por qué elegiste ese tipo de cine?

No quería que el personaje hiciese una película a lo Nanni Moretti. Su vida privada es muy complicada y no quería que hiciese una película sobre ella, como un juego de espejos hasta el infinito. Ella es una mujer llena de incertidumbres y su película, sin embargo, está llena de certezas. Ella es insegura pero su película es muy sólida, muy estructurada.

[caption id="attachment_48228" align="alignnone" width="580"]Shots from "Mia Madre" Shots from "Mia Madre"[/caption]

Parece una directora bastante exigente. ¿Tú cómo eres como director?

Yo soy exigente conmigo mismo y con los demás. Digamos que la parte que más me cansa y angustia es la de repetir. Ha sido un alivio no actuar más en mis películas. Un alivio y un placer, porque he podido trabajar con grandísimos actores como Silvio Orlando, Margherita Buy… Aún así, queda la parte más fatigosa, respetar el programa, hacer tantas escenas hoy, estas mañana, cambiar de localizaciones… Aunque he de decir que pocas veces respeto ese programa. En mis producciones, desde Palombella rossa a hoy, siempre me he pasado de presupuesto. Esta vez no. Esta vez no me he pasado. Otra parte muy larga es la escritura. Me he vuelto cada vez más crítico con lo que escribo. Y además no soy nada metódico.

Pero he leído que escribes diarios. Para el guión de Mia madre releíste los que escribías cuando tu madre murió.

Sí. Escribo diarios. Ya ves, como si fuese un crío.

¿Qué es lo que sí que te gusta de dirigir?

Me encanta el casting y trabajar con los actores sobre la recitación. Yo no digo, como dice el personaje de Margherita Buy, que quiero ver al actor al lado del personaje, pero lo pienso. A mí, como espectador y director, nunca me han gustado esos actores que se meten tanto en el personaje que desaparecen, que se anulan.

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¿Cuáles han sido tus referentes cinematográficos?

A mí me marcó el cine de autor de los años 60. En Francia, la Nouvelle Vague. Pero aquí, en Italia, las primeras películas Bellocchio, los hermanos Taviani, Bertolucci, Pasolini… El Free Cinema inglés, el nuevo cine polaco, Polanski… Era un cine que quería un nuevo cine y una nueva realidad.

¿Y ahora que ve Nanni Moretti?

Bueno, de cine italiano lo veo casi todo. Sólo por trabajo, para ver a los actores, etc. Y tampoco es que se proyecten en Italia muchísimas películas que no sean italianas o americanas… pero, ¿sabes cuál es el problema? En los años 70 y 80, en Italia sólo se distribuía el cine de autor bueno, Rohmer, Truffaut, Fassbinder, Herzog, Almodóvar… Pero ahora también se distribuye cine de autor malo. Esto confunde al público, que ve una, dos, tres películas de autor malas y luego vuelve a ver cine más tradicional.

¿Qué implicación tienes en el Nuovo Sacher, tu cine en Roma?

Toda. Yo programo, decido los horarios… Lo que pasa es que tengo sólo una pantalla. Si tuviese dos o tres sería más fácil y también más divertido. Podría tener una película durante más tiempo, pasarla de una sala más grande a la más pequeña…

¿Has programado alguna peli española últimamente?

No.

¿Me recomendarías alguna italiana?

Las de Alice Rohrwacher me gustan. También me gusta L’Intervallo, de Leonardo di Costanzo. El capital humano, de Virzì. Lo interesante del cine italiano actual es que no hay solo una nueva generación de directores, sino también de guionistas, actores y productores…

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¿Qué has aprendido del cine en todos estos años?

Mira, por desgracia o fortuna, todavía ahora que ha pasado tanto tiempo desde mis comienzos, el día que empieza el rodaje siento la misma inseguridad, el mismo miedo, como si fuese el primer día de colegio. En ese sentido no ha cambiado nada. No es que me haya vuelto más desenvuelto en el trabajo de director… Siento siempre las mismas palpitaciones que al principio… Creo que eso significa que tengo las mismas ganas de contar historias que cuando empecé. Pero también las mismas ganas de seguir viendo en el cine historias de otros. Y no para todos es así. Por ejemplo, Fellini no era un buen espectador de cine, no le importaba nada ver el cine de los otros. No era curioso. Yo sí, tengo la curiosidad de hace 40 años. Aunque es verdad, hace 40 años me daba impresión salirme del cine a la mitad. Ahora lo hago sin problemas.

No hay tiempo que perder.

No, claramente, respecto a hace 40 años, el tiempo es cada vez menor.

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