[Muestra de Cine de Lanzarote 2019] 'On va tout péter': La imagen molotov

Presentada en la Quincena de Realizadores de Cannes, Lech Kowalski se adentra en la batalla entre el gobierno francés y los obreros en huelga de una fábrica metalúrgica.

A través de su Sección Oficial, La Muestra de Cine de Lanzarote no busca únicamente reunir algunos de los títulos más relevantes de la cosecha festivalera de 2019 sino, sobre todo, armar un programa cuya intención ulterior sea repensar la imagen desde distintas posiciones fílmicas. De ahí que las películas elegidas no sean ni las grandes triunfadoras (aunque esté la ganadora de Rotterdam 2019), ni las que hayan formado parte de las secciones principales de los festivales de mayor renombre (aunque haya dos películas que estuvieron a competición de Locarno) ni propuestas desconocidas (todas han tenido cierta relevancia en el panorama internacional).

El criterio de selección, lejos de buscar una ligazón temática o estilística entre las producciones apuesta claramente por la heterogeneidad, por mezclar el collage ensayístico de corte histórico (Heimat is a Space on Time) con la ficción de orígenes literarios y filiación straubhulletiana (Longa Noite) o con el documental más rabiosamente actual (Present.Perfect.). Al final, de lo que se trata es de ofrecer a los espectadores la posibilidad de aproximarse al hecho cinematográfico desde distintas ópticas e invitarles a reflexionar sobre las herramientas que cineastas tan dispares como Sebastian Brameshuber (Movements of a Nearby Mountain) o Eloy Enciso emplean en la elaboración de sus trabajos; para entender, en definitiva, que las películas pueden articularse de maneras muy diferentes, de ahí que para el certamen sea fundamental que el público pueda departir con los realizadores una vez que acaban las proyecciones (v.g.: el Q&A con Enciso se alargó durante más de una hora).

Si en MS Slavic 7, Sofía Bohdanowicz trata de capturar el significado de la correspondencia que la poetisa Zofia Bohdanowiczowa y el escritor Józef Wittlin se enviaron entre 1957 y 1964 y se plantea como filmar la materialidad de las cartas o si en Heimat, Thomas Heise se entrega a la titánica tarea de rememorar el pasado familiar sin emplear ni una solo fotograma de sus antepasados ni de los horrores que atravesaron, en On va tout péter la delicadeza compositiva y las soluciones formales dejan paso a la imagen en crudo. El cineasta británico Lech Kowalski sigue el proceso que amenazó con el cierre de la factoría francesa GM&S, encargada de fabricar piezas para dos grandes compañías automovilísticas del país como Peugeot y Renault. El autor de On Hitler’s Highway (2002) se coloca en el centro de la revuelta laboral y encapsula el convulso via crucis de una plantilla de 277 trabajadores -la mayoría con los 50 ya cumplidos- que está dispuesta a morir matando, a embarcarse en una cruzada quijotesca en la que los gigantes no son otros que el propio Estado -el gobierno posee un 20% de Renault- o los nuevos compradores, que quieren quedarse la factoría si la Comisión Nacional les da el visto bueno para liquidar 157 empleos.

Presentada en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, la película no fue bien recibida por la crítica internacional, que vio en su realización pedestre un ejercicio de aires periodísticos. On va tout peter -cuya traducción sería algo así como ‘Vamos a reventarlo todo’- es cine militante, una acción proletaria que además de retratar la revuelta de los obreros se constituye como un elemento más de esa pequeña revolución. Estamos ante un cóctel molotov hecho cine: es tosco, su único propósito es arder y cuando impacta, duele. Sus valores pasan por la supresión de la distancia entre el sujeto y el objeto fílmico y el uso de la música y de una voz en off que se interroga constantemente sobre las posibilidades de la revolución en la era del consumo.

Kowalski está del lado de los trabajadores y al lado de los trabajadores: hay una mirada horizontal, igualitaria, que se rige por la misma urgencia que sacude a dos centenares de personas que van a quedarse en la calle sin apenas recursos y con escasas posibilidades de reingresar en el mercado laboral. El cineasta británico, que ha rodado con los Sex Pistols (D.O.A.) o con Johnny Thunders (Born to Lose: The Last Rock and Roll Movie), deja que el rock y el blues se filtren entre fogonazos de bidones quemados, airadas invectivas o cortes de carreteras, impregnando de rabia y tristeza una cinta vibrante y amarga a partes iguales. En definitiva, On va tout peter, que ayer clausuró la Sección Oficial de la Muestra de Cine de Lanzarote, completa ese mosaico de aproximación a las diferentes alternativas del cine contemporáneo.

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