Muere Tony Curtis

El actor de 'Con faldas y a lo loco', 'El estrangulador de Boston' y 'Los vikingos' fallece a los 85 años en Las Vegas.
Muere Tony Curtis
Muere Tony Curtis
Muere Tony Curtis

Como solía ocurrir con los actores del Hollywood clásico, Tony Curtis adoptó un seudónimo al empezar a actuar. Su nombre de pila, Bernard Schwarz, habría sonado excesivamente delator en una época (el Hollywood de los años 40) en la que un chaval de origen judío y húngaro como él, solo tendría oportunidades tras la cámara, nunca frente a ella. Por suerte para nosotros, los cinéfilos, Curtis no tenía parné para ser ejecutivo de un estudio (más bien al contrario: su familia era pobre como las ratas) y, habiendo recibido clases de arte dramático del mismísimo Erwin Piscator, no tenía más remedio que ponerse a actuar.

Nacido en la parte más chunga del Bronx, de carácter difícil y explosivo (ahí estaban los recuerdos de su madre esquizofrénica), Curtis se labró desde abajo el camino hacia el estrellato: veterano de guerra, huyó de los papeles ínfimos en filmes como El abrazo de la muerte (1949, su debut) encadenado a Sydney Poitier (Fugitivos), en una carrera que le llevó a una nominación al Oscar. Desde entonces, se convirtió en una de las joyas más raras y preciosas con las que puede contar un reparto: un verdadero galán cómico.

Con toda naturalidad, Curtis pasaba de aprender las artes del Trapecio junto a Burt Lancaster (uno que sabía mucho del oficio), a convertirse en hermano y enemigo de Kirk Douglas en Los vikingos para después, rematando la pirueta, seducir a Marilyn en Con faldas y a lo loco, mientras Jack Lemmon bailaba La cumparsita con Joe E. Brown.

Tal vez fueran las insinuaciones (censuradas) de Laurence Olivier en Espartaco, o el verse implicado en películas de circunstancias como el bodriete playero No hagan olas. Lo cierto es que, desde el éxito artístico y el fracaso comercial de El estrangulador de Boston (donde comprobamos lo bien que se le daba hacer de psicópata), Curtis se lanzó a la TV, donde protagonizó series de éxito como Los persuasores y a su gran pasión: pintar.

Su vida personal también tuvo tiempo de dar varios vuelcos: a su matrimonio con Janet Leigh (origen de un portento humano llamado Jamie Lee Curtis) le siguieron cuatro más, acabados todos ellos, salvo el último, en sonoros divorcios. Durante los últimos años, finada ya su carrera dramática, la prensa parecía más interesada en su excéntrica conducta y en sus apariciones cubierto de maquillaje que en un pasado innegablemente glorioso. Ya se sabe: "Nadie es perfecto".

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