Muere la actriz Carol Lynley: Bunny Lake se ha quedado huérfana

La angustiada madre de 'El rapto de Bunny Lake' ha pasado a mejor vida.
Muere la actriz Carol Lynley: Bunny Lake se ha quedado huérfana
Muere la actriz Carol Lynley: Bunny Lake se ha quedado huérfana
Muere la actriz Carol Lynley: Bunny Lake se ha quedado huérfana

Para la mayoría de padres, la vuelta al cole es un alivio. Sólo para unos pocos, muy pocos, puede ser una auténtica pesadilla. Carol Lynley, que acaba de fallecer a los 77 años, vivió la peor vuelta al cole posible en El rapto de Bunny Lake, un desasosegante laberinto psicológico firmado por Otto Preminger en 1965 que ponía en la picota el controvertido tópico de la histeria femenina. El austríaco, que ya había contado con ella para El cardenal (1963) convirtió a Lynley en Ann Lake, una madre soltera norteamericana recién aterrizada en aquel Swinging London donde los Zombies cantaban temazos como Just Out of Reach, Nothing's Changed o Remember You.

Aunque quizás la insuperable She's Not There hubiera sido más adecuada, pues, si Ann Lake descubre que su hija de cuatro años ha desaparecido tras su primer día de cole, también resulta que nadie la ha visto. Tampoco la cámara, ni el espectador, que no puede más que identificarse con las dudas del irónico detective encarnado por Sir Laurence Olivier, encargado del caso. Nadie, en toda una estrambótica galería de personajes, ha visto nunca a la pequeña Bunny Lake, que podría estar sólo en la cabeza de esta joven, que tendría la desfachatez de ir sola con una niña por el mundo. Al menos que esté loca del todo.

Después de Laura (1944), Cara de ángel (1953) o Anatomía de un asesinato (1959), Preminger volvía a imponerse con un maestro del noir con esta adaptación de la novela de Marryam Modell al cuidado de John y Penélope Mortimer, que supuso la consagración definitiva de Carol Lynley, una actriz capaz de rendir con la ambigüedad requerida para tan complicado papel. Una madre que ha perdido a su hija, y a la que nadie cree. La peor vuelta al cole.

1965 fue un gran año, qué duda cabe, para Carol Lynley. Además de protagonizar la película de culto de Otto Preminger, se había desempolvado su imagen de ingenua, labrada en anuncios de dentífrico y debutando en el cine en una producción Disney como Fulgor en la espesura (Herschel Daugherty, 1958), donde Fess Parker era un blanco con peinado iroqués, que había crecido entre los indios antes de volver al muy americano hogar de sus padres naturales. Ese mismo año, en 1965, la descocada Lynley posó para Playboy, y, cual Ana de Armas haciendo de Marilyn, protagonizó un biopic de la pulposa, prematuramente fallecida y no menos rubia Jean Harlow.

Lynley acababa de divorciarse del publicista Michael Selsman, con el que también había tuvo una niña, más o menos de la edad de Bunny Lake. Y, como Ann Lake, decidió vivir libre de ataduras hasta el final de sus días, aunque mantuvo una larga relación intermitente con el legendario entrevistador de presidentes de EE UU David Frost. La carrera de Carol Lynley, que también había protagonizado la culebronesca Regreso a Peyton Place (José Ferrer, 1961) o El último atardecer (Robert Aldrich, 1961), junto a Kirk Douglas y Rock Hudson, iba viento en popa. Pero muy pronto viró a la catástrofe.

La aventura del Poseidón (Ronald Neame, 1972) inauguró las exitosas oleadas de cine catastrofista de los 70. Y Lynley viajaba a bordo. Ella, que también había cantado una cancioncita en El rapto de Bunny Lake, era la más despampanante cantante que amenizaba una lujosa velada de fin de año, que acabó del revés, con el crucero Poseidón panza arriba a raíz de un inesperado maremoto. No diremos si formaba parte del grupo liderado por un Gene Hackman con alzacuellos, que conseguía llegar hasta el final de la película.

Pero, aunque el filme fue un exitazo, su carrera empezó a hacer aguas por todas partes. Mucha televisión, películas no demasiado reseñables, una lenta decadencia. De esta última época, nos quedamos con sus apariciones en Vacaciones en el mar. Sólo porque el Pacific Princess nunca se hundió. Pero la recordaremos, sobre todo, como la hermana de un turbio Keir Dullea, entre canciones de los Zombies y créditos alucinantes de Saul Bass. Carol Lynley is missing para siempre.

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